Promesa de sangre (versión latinoamericana). Brian McClellan
Читать онлайн книгу.—dijo Gothen entre jadeos mientras corría con las espadas, las hebillas y las pistolas chocándose entre sí con un sonido metálico—. Dimos vueltas a la tienda, bloqueamos todas las salidas y tendimos la trampa. Estábamos preparándonos para entrar cuando todo el frente del edificio explotó. Julene apenas llegó a cubrirse. ¡Yo sentí el calor de la explosión! Eso no debería suceder. Yo tendría que poder anular cualquier aura que ella conjure desde el Otro Lado. Ningún fuego, calor o energía debería poder alcanzarme, pero así fue.
—Entonces es poderosa.
—Muy poderosa —dijo Gothen.
Taniel vio a Julene pasar corriendo por delante de un callejón, por la otra calle. Se detuvo y tomó aire, haciéndole un gesto a Gothen para que frenara. Algo estaba mal. Se volvió.
—¿Ka-poel?
Ella se había detenido en la entrada del callejón. Se llevó un dedo a los labios con los ojos entrecerrados. Señaló hacia adentro de la callejuela.
Taniel le hizo un gesto a Gothen para que fuera primero; él anularía cualquier trampa o hechizo que se les arrojara. Levantó la pistola apuntando por encima del hombro de Gothen. El callejón estaba lleno de desechos; basura, lodo y mierda, y algunos barriles medio podridos. No había nada del tamaño suficiente para ocultar a una persona. El sol del mediodía iluminaba todo el lugar.
—¡Allí! —Gothen se lanzó a correr y Taniel vio movimiento más adelante. Parpadeó tratando de ver con claridad. Era como si la luz estuviera volviéndose sobre sí misma y dejara una pequeña sombra donde pudiera esconderse una persona.
Entonces apareció la Privilegiada. Las manos se le crisparon y las apuntó hacia Gothen, que se preparó para recibir el impacto. El aire resplandeció, distorsionado por un horno de hechicería inminente. Gothen gritó, con las venas del cuello hinchadas. Taniel disparó.
La bala rebotó contra la piel de la mujer como si esta fuera de metal, y salió volando por el callejón sin causar otros daños. La Privilegiada extendió las manos. Gothen se tropezó hacia atrás y cayó al suelo.
En el muro del edificio había asideros construidos para acceder al tejado. La Privilegiada trepó por ellos con la facilidad y rapidez de alguien mucho más joven, y llegó al tejado, ubicado a dos pisos de altura, antes de que Taniel pudiera recargar una de sus pistolas.
Él aspiró un poco de pólvora y subió detrás de ella.
—¡No la pierdas! —le gritó a Gothen. Ka-poel salió corriendo hacia la calle principal para poder seguir el camino de la Privilegiada.
Taniel llegó hasta lo alto de la escalera y subió al tejado. La Privilegiada saltó al siguiente edificio, se volvió y le lanzó una bola de fuego. El trance de pólvora ardía en el interior de Taniel. Veía las auras de su magia, sentía por dónde pasaría la bola de fuego. Esquivó y rodó, luego volvió a ponerse de pie. Ella huyó deslizándose estrepitosamente sobre las tejas de arcilla.
Taniel saltó la siguiente brecha con facilidad. Perdió de vista a la Privilegiada por la inclinación del tejado, pero volvió a encontrarla cuando ella llegó a la cima del siguiente. Le disparó.
La alcanzó una vez más, pero ella no cayó. Fue un tiro certero, directamente a la columna vertebral. Debería estar muerta o, como mínimo, herida y perdiendo sangre, sin embargo apenas tropezó.
Taniel gruñó. Guardó las pistolas y tomó el rifle que llevaba colgado. Le colocó la bayoneta. Lo haría por las malas.
Un mago de la pólvora en pleno trance podía agotar a un caballo. Dos edificios más, y Taniel ya estuvo encima de la Privilegiada. Ella saltó entre dos tejados. Los dedos de su pie apenas llegaron a alcanzar el borde del siguiente. Se resbaló y cayó, pero se sostuvo de las tejas.
Taniel saltó el hueco entre los tejados con espacio de sobra. Frenó y se volvió, listo para atravesarle un ojo con la bayoneta. Pero la mujer se soltó y cayó a la calle que había debajo. Él maldijo. Dudó solo un momento y saltó detrás de ella. Cayó en cuclillas junto a la Privilegiada, que ya estaba de pie. Aun en pleno trance, al chocar contra el suelo le dolieron las rodillas y el cuerpo se le estremeció. Reaccionó por instinto y le dio una estocada con la bayoneta. Sintió que daba en el blanco.
La Privilegiada se encorvó sobre él, con su mano enguantada a solo unos centímetros de la cabeza de Taniel. Tenía el rostro de una mujer avejentada que en otra época había sido muy hermosa, con la piel arrugada y curtida, y patas de gallo en el rabillo de los ojos. Dejó escapar una bocanada de aire, luego jaló con su cuerpo y se liberó de la bayoneta de Taniel.
—No tienes idea de lo que está sucediendo, niño. —Su voz era un susurro mortal.
Taniel oyó el tintineo de las armas de Gothen, el quiebramagos llegó corriendo y se puso a su lado apuntando con la pistola.
Taniel sintió que la tierra retumbaba.
—¡Al suelo! —gritó Gothen saltando entre él y la Privilegiada.
El suelo se resquebrajó y se hundió debajo de ellos. Todo el cuerpo de Taniel gritó ante la presión liberada. Se sintió como si lo hubieran metido en el fondo de un cañón y lo hubieran usado como combustible para una explosión. Se le taparon los oídos y se sintió mareado. Su cabeza palpitaba.
Alrededor de ellos comenzaron a caer trozos de mampostería.
Cuando el polvo empezó a dispersarse, vio a Gothen aún de cuclillas sobre él, haciendo una mueca. El quiebramagos abrió un ojo. Sus labios se movieron, pero Taniel no podía oír nada. El mundo entero parecía estar temblando. Se puso de pie y miró alrededor. Ka-poel se acercaba entre la bruma. Julene estaba cerca, detrás de ella. Los edificios que antes estaban a su alrededor habían desaparecido completamente, derrumbados hasta los cimientos, con los sótanos húmedos llenos de escombros y nubes de polvo. Había manchas de sangre y trozos de carne entre los restos. Había gente en esos edificios; gente que no había tenido a un quiebramagos para protegerse de la explosión.
Taniel tomó aire entrecortadamente.
Julene marchó directo hacia él y lo derribó de un empujón; sus piernas temblorosas no pudieron sostenerlo en pie. Ka-poel se deslizó entre ellos, y su mirada furiosa hizo retroceder a Julene. Pasó un buen rato hasta que Taniel pudo oír lo suficiente para entender lo que gritaba la hechicera.
—...jaste ir! ¡Dejaste que se escapara! ¡Maldito estúpido!
Taniel se puso de pie. Con delicadeza, empujó a Ka-poel del hombro y la quitó del medio.
Julene dio un paso adelante y le dio un puñetazo en el rostro. La cabeza le latigueó hacia atrás. Taniel reaccionó sin pensar: le bloqueó el siguiente golpe en el aire y le retorció la mano. La abofeteó.
—Déjame en paz. —Se volvió y escupió sangre—. Está muerta. No hay forma de que nadie sobreviva a eso.
—No lo está. —Julene tenía las mejillas encendidas, pero no atinó a continuar la pelea—. Puedo percibirla. Se escapó.
—¡La atravesé con setenta centímetros de acero! No saldría caminando de eso.
—¿Crees que el acero puede lastimarla? ¿Realmente lo crees? No sabes una mierda.
Taniel respiró hondo para calmarse, y luego aspiró pólvora.
—Ka-poel —dijo—, ¿sigue viva?
La joven levantó el extremo del rifle de Taniel con sus pequeñas manos y pasó el dedo por la sangre que había en el filo de la bayoneta. Se lo esparció entre los dedos. Luego de un momento, asintió con la cabeza.
—¿Puedes rastrearla?
Ka-poel volvió a asentir.
Julene lanzó un bufido de burla.
—Ni siquiera yo puedo hacerlo —dijo—. Ha ocultado su rastro. Incluso herida es más poderosa de lo que te imaginas. Esta condenada niña no puede encontrarla.