El holograma esotérico. H. P. Blavatsky
Читать онлайн книгу.El holograma esotérico
El holograma esotérico (2021) H. P. Blavatsky
D. R. © Editorial Lectorum, S. A. de C. V., 2021
Batalla de Casa Blanca, Manzana 147-A, Lote 1621
Col. Leyes de Reforma, 3a. Sección
C. P. 09310, México D. F.
Tel. 5581 3202 www.lectorum.com.mx
Primera edición: junio 2021 ISBN: En trámite
D. R. © Portada: Angélica Carmona Bistráin
D. R. © Imagen de portada: Shutterstock®
Características tipográficas aseguradas conforme a la ley.
Prohibida la reproducción parcial o total sin autorización escrita del editor.
Primera carta
1888
A William Q. Judge,
Secretario General de la Sección Americana de la Sociedad Teosófica.
Mi queridísimo hermano y cofundador de la Sociedad Teosofica:
Al dirigirte esta carta (que pido la puedas leer en la reunión que se llevará a cabo el 22 de Abril), primero debo presentar mis más calurosas felicitaciones y los más buenos augurios a los delegados allí reunidos, a los buenos compañeros de nuestra Sociedad y a ti, el corazón y el alma de ese cuerpo en América; al cual, varios estuvimos para darle vida en 1875. Desde entonces, has quedado solo para preservar esa vida a través del bien y del mal. En 1888, la Sociedad Teosófica debe su existencia en gran parte, si no es que enteramente, a ti. Quiero agradecértelo por primera, y quizá por última vez, públicamente y del fondo de mi corazón, que sólo late por esta causa que representas y firves tan fielmente. En esta importante ocasión, recuerda que mi voz es sólo el débil eco de otras más sagradas, y la que transmite la aprobación de aquellos cuya presencia está viva en más de un verdadero corazón teosófico; y, como yo sé, en el tuyo. Que la Sociedad reunida pueda sentir el saludo de manera tan sincera e intensa como se ofrece; y que cada miembro presente se beneficie de las bendiciones enviadas, si siente que las merece.
Últimamente, en Estados Unidos, la Teosofía se ha hecho presente entre varias personas, marcando el momento inicial de un ciclo de la Sociedad Teosófica en Occidente. El curso que ahora han asumido se adapta, de manera admirable, a la expansión más amplia del movimiento, estableciendo, sobre una base firme, una organización que, mientras promueve sentimientos de simpatía fraternal, unidad social y solidaridad, deja amplio espacio a la libertad individual y a la práctica de la causa común: ayudar a la humanidad.
El crecimiento de los centros de reunión, deberían ser el eje de sus mentes y cada uno debería esforzarse por ser un centro de trabajo en sí mismo. Cuando el desarrollo de uno mismo haya alcanzado un cierto punto, atraerá, naturalmente, a aquellos con quienes están bajo la misma influencia. Se formará un núcleo donde se reunirán otras personas, y formarán un centro del cual irradiará la información y la influencia espiritual, hacia el cual confluyen influencias más elevadas.
Sin embargo, es importante que ningún individuo establezca un tipo de liderazgo o régimen papal dentro de la Teosofía, ya que esto sería letal y sus frutos siempre han sido fatales. Somos todos estudiantes compañeros, más o menos adelantados. Sin embargo, ningún miembro de la Sociedad Teosófica debería considerarse, en la mejor de las hipótesis, más que un maestro, y un estudiante a la vez, sin ningún derecho a dogmatizar.
Desde que se fundó la Sociedad, ha sobrevenido un marcado cambio en el espíritu de la edad. Los que nos encomendaron fundar esta asociación, previeron esta oleada de influencia trascendental que ahora está creciendo rápidamente y que siguió a la del mero fenomenalismo. Incluso las publicaciones espiritistas están eliminando, gradualmente, los fenómenos y las maravillas, reemplazándolas con la filosofía. La Sociedad Teosófica estuvo a la cabeza de este movimiento; pero, no obstante que las ideas Teosóficas hayan entrado en cada desarrollo o forma que la espiritualidad despertada haya asumido; aún, a la Teosofía pura y simple le espera una ardua batalla para ser reconocida. Los días pasados se han ido y nunca volverán; muchos son los Teósofos que han aprendido gracias a la amarga experiencia, prometiendo, entonces, no hacer de la Sociedad un “club de milagros.” En todas las edades, los pusilánimes han pedido señales y maravillas. Cuando no se cumplió con este ruego, dejaron de creer. Estos son los que jamás comprenderán la Teosofía pura y simple. Sin embargo, entre nosotros, hay otros cuya realización intuitiva les induce a constatar que el reconocimiento de la Teosofía pura, la filosofía de la explicación racional de las cosas y no las doctrinas, es de importancia vital en la Sociedad, siendo la única capaz de suministrar el faro necesario para guiar a la humanidad a lo largo de su verdadero sendero.
Esto no se debería olvidar nunca, ni se debería soslayar el siguiente hecho. En el día en que la Teosofía haya cumplido su misión más santa e importante: la de unir firmemente un grupo de seres humanos de todas las naciones en amor fraterno y dedicados a un trabajo altruista puro sin motivos egoístas, sólo entonces, la Teosofía se elevará más allá de cualquier hermandad humana nominal. Esto será, verdaderamente, una maravilla y un milagro, para cuya realización la Humanidad está esperando vanamente por los últimos 18 siglos y que, hasta la fecha, ninguna asociación ha logrado cumplir.
En Teosofía, la ortodoxia no sólo no es posible, es algo que no debería desearse. La diversidad de opiniones, dentro de ciertos límites, mantiene a la Sociedad Teosófica como un organismo vivo y sano, a pesar de sus muchos aspectos desagradables. Si no fuese también por un caudal de incertidumbres en las mentes de los estudiantes de Teosofía, estas divergencias necesarias serían imposibles y la Sociedad degeneraría en una secta en la cual un credo distorsionado y estereotipado supliría al espíritu vivo de la verdad y de un conocimiento en constante ascenso.
Cuando las personas estén preparadas para recibir la Teosofía, se impartirán nuevas enseñanzas teosóficas. Sin embargo, no se divulgará más de lo que pueda beneficiar al mundo en su presente nivel espiritual. Ulteriores enseñanzas dependerán de la diseminación de la teosofía, es decir: la asimilación de lo que ya se ha enseñado.
Debemos tener presente que la Sociedad Teosófica no fue formada para convertirse en una producción acelerada de ocultistas, como una industria para la producción de adeptos. Su institución se proponía detener la corriente materialista, los fenómenos espiritistas y el culto a los muertos. Debía guiar el despertar espiritual ahora incipiente, sin gratificar los anhelos psíquicos, que son simplemente otra forma de materialismo. Desde luego, la palabra “materialismo” no indica sólo una negación antifilosófica del espíritu puro, un materialismo en la manera de comportarse y de actuar: brutalidad, hipocresía y, sobre todo, egoísmo; sino que incluye, también, los frutos de un escepticismo en todo, excepto en las cosas materiales y tal escepticismo ha crecido enormemente en el siglo pasado, conduciendo a algunos a la creencia ciega de la materialización del Espíritu.
La tendencia de la civilización moderna es una reacción hacia el animalismo, un desarrollo de esas cualidades que conducen al ser humano al éxito en la vida, como un animal en la lucha por la existencia animal. La Teosofía trata de desarrollar la naturaleza humana en el ser humano, además de la animal, sacrificando el animalismo excesivo que la vida moderna y las enseñanzas materialistas han desarrollado a un grado que es anormal para el ser humano en este estadio de su progreso.
No todos los seres humanos pueden ser ocultistas, sin embargo, todos pueden ser teósofos. Muchos, que jamás han oído hablar de la Sociedad Teosófica, son teósofos sin saberlo; ya que la esencia de la teosofía es la armonía perfecta entre lo divino y lo humano en cada individuo, el equilibrio de sus cualidades y aspiraciones divinas y su supremacía sobre las pasiones terrestres o animales. Sus aspectos axiales son la bondad, la ausencia de todo resentimiento o egoísmo, la caridad, la