El holograma esotérico. H. P. Blavatsky

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El holograma esotérico - H. P. Blavatsky


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de la buena voluntad y aquel que predica el evangelio de la buena voluntad, enseña la Teosofía.

      Este aspecto de la Teosofía siempre recibió reconocimiento, debido y pleno, en las páginas del Path, una revista acerca de la cual la Sección Americana tiene el derecho de estar orgullosa. Es un instructor y un poder; y el hecho que este tipo de periódico se produzca y se apoye en los Estados Unidos, expresa un elogio elocuente de su editor y de sus lectores.

      A América se le debe felicitar también por el aumento actual de sus sucursales o logias. Es una señal que, en lo referente a lo espiritual, y también a lo temporal, la gran República Americana es muy apta para la independencia y la autoorganización.

      Los fundadores de la Sociedad desean que cada sección, tan pronto como se fortalezca lo suficiente para governarse a sí misma, se independice tanto como sea compatible con su lealtad a la Sociedad en su totalidad y a la Gran Hermandad Ideal, cuyo grado formal más bajo está representado por la Sociedad Teosófica.

      Aquí en Inglaterra, la Teosofía está despertando a una nueva vida. Las calumnias y las invenciones absurdas de la Sociedad para la Investigación Psíquica, casi la han paralizado, aunque por un breve lapso; y el ejemplo de América ha animado a los teósofos ingleses a una actividad renovada. La revista Lucifer ha sonado el toque de alborada y el primer fruto ha sido la fundación de la Sociedad de Imprenta Teosófica. Esta Sociedad es importante ya que ha emprendido el trabajo muy necesario de derrumbar la barrera del prejuicio y de la ignorancia que ha constituido un obstáculo muy grande para la Teosofía. Actuará como agencia de reclutamiento para la Sociedad, distribuyendo, ampliamente, la literatura elemental sobre el tema, entre los que están, de alguna forma, preparados a prestarle atención. La correspondencia que ya hemos recibido, muestra que está suscitando interés en el tema, probando que en cada ciudad inglesa existe un número suficiente de teósofos para formar grupos o logias, bajo la carta de la Sociedad. Pero, actualmente, estos estudiantes no saben de la existencia recíproca, y muchos de ellos nunca han oído hablar de la Sociedad Teosófica hasta ahora. Estoy profundamente satisfecha de la gran utilidad de esta nueva Sociedad compuesta, en amplio grado, por miembros de la Sociedad Teosófica y guiada directamente por teósofos prominentes como tú, mi querido hermano, William Q. Judge, Mabel Collins y la Condesa Wachtmeister.

      Estoy segura de que, cuando se entienda la verdadera naturaleza de la Teosofía, se desvanecerá el prejuicio contra ella, que ahora es, desdichadamente, muy prevaleciente. Los teósofos son, necesariamente, los amigos de todos los movimientos para el mejoramiento de la condición humana en el mundo, ya sean intelectuales o simplemente prácticos. Somos los amigos de todos los que luchan contra la ebriedad, la crueldad perpetrada a los animales, la injusticia ejercida sobre las mujeres, la corrupción social y gobernativa, aunque no nos inmiscuimos en la política. Somos los amigos de los que practican la caridad, tratando de aliviar un poco la carga onerosa de la miseria que está aplastando a los pobres. Sin embargo, en calidad de teósofos, no podemos empeñarnos, de manera particular, en ninguna de estas grandes obras. Como individuos podemos hacerlo pero, como Teósofos, nos incumbe un trabajo más amplio, más importante y mucho más arduo. La gente dice que los teósofos deberían mostrar su verdadera esencia y que “el árbol se reconoce por los frutos”. Nos instan a que, si abriéramos moradas para los desamparados y centros donde pudiesen alimentarse, las personas empezarían a creer que la Teosofía es importante. Sin embargo, estos individuos se olvidan que los teósofos, como tales, son pobres; y que los Fundadores son más pobres que todos. Además, uno de ellos, la humilde escritora de estos renglones, no posee propiedad alguna y debe trabajar duro por su pan de cada día, cuando encuentra el tiempo entre sus deberes teosóficos. La función de los teósofos consiste en abrir los corazones, las mentes y la comprensión a la caridad, la justicia y la generosidad, atributos que pertenecen, especialmente, al reino humano y serán naturales en la humanidad cuando haya desarrollado las cualidades de un ser humano. La Teosofía enseña al hombre–animal a ser un hombre–humano. Una vez que la humanidad haya aprendido a pensar y a sentir como los verdaderos seres humanos piensan y sienten, actuará de forma humana y todos cumplirán, espontáneamente, obras caritativas, justas y generosas.

      Ahora bien, en lo referente a La doctrina secreta, para cuya publicación algunos de ustedes me han instado amable y cordialmente hace tiempo, estoy muy agradecida por el apoyo sincero y por la manera en que se han expresado. El manuscrito de los primeros tres volúmenes está listo para la prensa y su publicación se ha pospuesto debido a la dificultad de encontrar los fondos necesarios. A pesar de que no lo haya escrito con fines lucrativos, desde que dejé Adyar, debo vivir y pagar para mantenerme en este mundo. Además, la Sociedad Teosófica necesita dinero urgentemente para muchos propósitos y siento que no estoy justificada en tratar La Doctrina Secreta como traté Isis sin Velo. De mi trabajo anterior he recibido, personalmente, sólo unos centenares de dólares, a pesar de que se hayan publicado nueve ediciones. Bajo estas circunstancias, me estoy esforzando en econtrar los medios para asegurar la publicación de este nuevo título en términos mejores; aquí en Londres se me ofrece casi nada. Entonces, mis queridísimos hermanos y colaboradores en las tierras transatlánticas, deben perdonar mi dilación sin culparme, pues depende de las condiciones desdichadas que me rodean.

      Me gustaría volver a visitar Estados Unidos algún día; si mi salud me lo permite lo haré. Se me ha invitado calurosamente para que me establezca en su gran país, que amo tanto por su noble libertad. También el coronel Olcott me insta, muy intensamente, para que regrese a la India, donde está luchando, casi a solas, la gran y ardua batalla por la causa de la Verdad. Sin embargo, siento que mi deber está en Inglaterra y con los teósofos occidentales, donde, por el momento, se debe librar la batalla más extrema contra el prejuicio y la ignorancia. No obstante, aunque me encuentre en Inglaterra o en la India, una gran parte de mi corazón, y gran parte de mi esperanza para la Teosofía, yacen con ustedes en los Estados Unidos, donde la Sociedad Teosófica fue fundada y de cuyo país estoy orgullosa de ser ciudadana. Pero ustedes deben recordar que, si bien existan sucursales locales de la Sociedad Teosófica, no pueden existir teósofos locales; y como todos ustedes pertenecen a la Sociedad, así yo pertenezco a todos ustedes.

      Dejaré que mi querido amigo y colega, el coronel Olcott, les diga sobre la condición del asunto en la India, donde todo parece favorable, según se me informa; pues no tengo duda alguna que también él haya enviado sus buenos deseos y felicitaciones a su Convención.

      Mientras tanto, mi querido hermano distante, acepta mis deseos más calurosos y sinceros para el bienestar de las Sociedades y de ti mismo. Y mientras que transmites a tus colegas la expresión de mis respetos fraternos, asegúrales que, cuando les leas estos renglones, si estoy viva, me encontraré en espíritu, alma y pensamiento entre todos ustedes.

      Siempre tuya, en la verdad de la gran causa por la cual todos estamos trabajando:

      Helena P. Blavatsky

      Londres, 3 de Abril de 1888.

      Segundo mensaje

       1889

      Amigos y hermanos teósofos:

      7 de Abril, 1889

      A ustedes, ahora reunidos una vez más en la Convención, les envío mis saludos y mis deseos más cordiales para que este Congreso resulte ser más exitoso que el anterior.

      Hemos entrado en el décimo cuarto año desde que fundamos la Sociedad Teosófica en Nueva York; la cual, con una persistencia constante y una fuerza indomable, ha continuado su desarrollo entre las circunstancias adversas, la aprobación y la crítica. Nos encontramos en el último año de nuestro segundo periodo septenario, por lo tanto es conveniente, y justo, que todos examinemos la posición que hemos asumido.

      En India, bajo el cuidado del coronel Olcott, las sucursales siguen formándose y, donde quiera que el presidente dé una conferencia, o haga una visita, es seguro que surgirá un nuevo centro de interés. Sus visitas, gracias al espíritu que lo anima, son como la lluvia para el suelo sediento y seco; las flores y la hierba florecen


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