ESPAÑA 1900 arranca de la meditación nacional promovida por la pérdida de las últimas colonias y recorre la trayectoria española hasta la dictadura de Primo de Rivera. Ese discurso que establecía el «dolor de España» y desembocaría, a mediados de siglo, en la consideración de «España como problema» dio lugar a una tupida literatura que inundó la conciencia española señalando cómo debía proyectarse ésta hacia el futuro. Años más tarde, la Constitución de 1978 definiría un modelo de nación española, como un gran acuerdo entre ciudadanos, especialmente para aceptar sus diferencias. No era una España construida sobre la sensación de pérdida ni sobre el rechazo del distinto sino sobre la voluntad de construir una sociedad con leyes y garantías, basada en la trinidad laica -razón, individuo, sentido universal. Inducida por una minoría despierta, la crisis del 98 fue una crisis de modernización de España, a la que intentaron curar los regeneracionistas de Costa, los catalanes de Polavieja y Cambó, los conservadores de Maura y los intelectuales del 14 con Ortega, Azaña o Araquistain. Porque bajo la pregunta de qué es España se escondía, en realidad, el deseo de conjugar la identidad nacional con la democracia, la reforma del Estado, el desarrollo económico y el respeto a la diferencia cultural. En aquella hora, en que toda una España, con sus gobernantes y gobernados se ponía en cuestión, la cultura vivía, sin embargo, una vida pletórica como no había disfrutado desde el siglo XVII. Una segunda edad de oro de las letras y las artes alivia el infortunio político mientras las ciudades se trasforman, la economía despierta y la abundancia de novedades hace que los españoles adquieran el convencimiento de que lo que ocurra a partir de 1900 en nada se parecería al siglo dejado atrás.