Nunca antes los esfuerzos del hombre se habían concentrado tanto en la búsqueda de la Verdad, de la felicidad, del sentido de la vida. Y sin embargo, sucede a menudo que, solo cuando llegamos a nuestro destino, nos damos cuenta de que el viaje que hemos recorrido era en realidad más importante que la meta misma, que no buscamos tanto que la Verdad nos enseñe o nos haga crecer, sino el camino que elegimos para lograrla. El balcón es el viaje de un joven en busca de si mismo, a través de Europa y Oriente Medio, en el intento de reunir las preguntas con las respuestas. Reunir: pues, en su origen, nada está separado del resto. Un balcón que da al mar, rodeado de un paisaje surrealista, en un lugar no muy bien definido, sin tiempo. Pero en aquel balcón se encuentra también una mujer envuelta en un halo de misterio. Y seguidamente, un salto en el vacío, una experiencia indescriptible que escapa a cualquier explicación lógica. ¿Un sueño a ojos abiertos? ¿O una experiencia real más allá de los límites de lo conocido? Dos meses más tarde, Andrea, el protagonista de aquella extraña experiencia, se dirige hacia Andalucía, donde ya había vivido años atrás, para pasar su cumpleaños en compañía de algunos viejos amigos. Es ahí donde conoce a Sarah, una chica siria refugiada en Almuñecar, cerca de Granada, después de que la guerra civil le hubiese arrebatado su casa y su familia. Entre los dos nace un amor inesperado y espontáneo que les lleva rápidamente a compartir mucho más que una simple pasión. Pero parece que ese amor y ese encuentro no son fruto únicamente de una casualidad, y Andrea comienza a creer que aquel sueño, quizás, no era solo eso, y que Sarah era justo la mujer que había visto – ¿o imaginado? – en aquel balcón misterioso.