Igor, un joven y exitoso dramaturgo, se encuentra aislado en un pueblo perdido entre Polonia y Bielorrusia. Allí se encuentra con Sońka, una anciana que únicamente posee una vaca y que lo acoge en su casa y le explica su trágica vida: una historia perdida en una de las guerras más terribles; una historia de odio, de explotación y de humillación, pero sobre todo de deseo y de amor prohibido, poderoso, inconcebible. Igor entiende de inmediato que se encuentra ante un material inigualable —por honesto y auténtico— para su nueva producción teatral. Poco a poco, el lector se adentra en el relato y se da cuenta de que el verdadero narrador de la historia que está leyendo no es Sońka, sino Igor, que la modifica, intercala notas sobre cómo adaptarla e incluso fragmentos de la obra de teatro que escribe inspirada en ella. El lector desconfía; es lo que necesita para enfrentarse a lo que vendrá. ¿Cuáles son los límites de la producción artística? Karpowicz refleja en el teatro las aspiraciones, oportunidades, manipulaciones y mentiras de la ficción literaria. Pero, ¿acaso no es la ficción la única forma de contar la verdad?