La competitividad de la región centro del estado de Guanajuato y valoración de su capital territorial. Susana Suárez Paniagua

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La competitividad de la región centro del estado de Guanajuato y valoración de su capital territorial - Susana Suárez Paniagua


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y convertirla en crecimiento económico entre las regiones son los activos intangibles altamente territorializados con los que cuentan las regiones, particularmente: la confianza local y el sentido de pertenencia territorial. Estos autores aseguran que el crecimiento económico regional no sólo se logra teniendo disponibilidad de capital y mano de obra calificada, sino que es decisivo contar con sentido de pertenencia territorial, confianza local, creatividad y conectividad. Para ellos, el que las regiones posean la capacidad de que sus actores económicos trabajen juntos, bajo principios de solidaridad, asistencia mutua, aprovechamiento de ideas que se desarrollan en pequeñas y medianas empresas, en suma, que tengan la capacidad de construir entornos altamente creativos e innovadores (resultado de la combinación de instituciones, reglas, prácticas, productores, investigadores, legisladores) genera oportunidades de crecimiento económico. De tal suerte, que la capacidad de las regiones para llevar a cabo procesos de innovación y tornarse en crecimiento económico, depende de un uso eficiente de los activos intangibles de los que disponen las regiones.

      Estos autores comparten la idea de que el crecimiento regional deriva de la presencia equilibrada de elementos tangibles e intangibles de las dimensiones económica y social (factores de producción, infraestructura, capital humano, capital social –propensión a la cooperación entre los actores–, capacidad de aprendizaje de las personas, empresas e instituciones locales), pero destacan la importancia de la capacidad de los agentes económicos para establecer sinergias y cooperación, así como la disposición de capital real o financiero, los procesos de capacitación de la fuerza de trabajo, el uso de nuevas tecnologías, la difusión de la información y la dotación de infraestructura.

      De acuerdo con estos autores, el crecimiento económico de una región y por ende su nivel de competitividad depende no sólo de los recursos materiales de los que dispone, sino también de manera crucial

      de la riqueza de elementos cognitivos, o la forma en que los individuos piensan y se comportan. Debido a que el capital es hipermóvil, la competitividad de las regiones depende de los recursos intangibles y su desarrollo. Elementos intangibles relacionados con la cultura y la capacidad innovadora se acumulan a través de procesos lentos de aprendizaje individual y colectivos impulsados por la información, la interacción y las inversiones en investigación y capacitación. Tales elementos son por lo tanto intrínsecamente localizados y acumulativos, incorporados en el capital humano y en las redes relacionales locales, en el mercado labo-

      ral y en el contexto local, en consecuencia, son altamente selectivos en términos espaciales (Capello, Caragliu y Nijkamp, 2009, p. 7).

      Capello, Caragliu y Nijkamp piensan que ciertos elementos tales como: la creatividad, el espíritu emprendedor, las relaciones de capital social y las economías de aglomeración influyen en la capacidad de una región para lograr rendimientos crecientes, por lo que centran su atención en estos elementos, especialmente en las redes de cooperación, capital relacional y economías de aglomeración. Aunque aclaran que el capital relacional puede diferenciarse del efecto agregado de las redes sociales y de la confianza que se genera con las interacciones socio-

      económicas, para lo cual citan a Camagni, quien afirma:

      Si bien puede argumentarse que existe un capital social dondequiera que exista una sociedad, el capital ‘relacional’ puede interpretarse como el conjunto de vínculos bilaterales / multilaterales que los actores locales han desarrollado, tanto dentro como fuera del territorio local, facilitado por una atmósfera de fácil interacción, confianza, modelos de comportamiento compartidos y valores (Capello, 2009, p. 9, citando a Camagni, 2008).

      Considerando este capital relacional, Capello, Caragliu y Nijkamp (2009) plantean que la proximidad sociocultural, el sentido de pertenencia a una cultura común (que fomenta el entendimiento mutuo, que ayuda a la formación de confianza individual, y con el paso del tiempo a una confianza colectiva) contribuye de manera significativa a formar un entorno socioeconómico más eficiente. De hecho, ellos piensan que la presencia de elementos cognitivos del capital territorial en una región y su alta capacidad de explotar el conocimiento ayudará a lograr rendimientos crecientes en los procesos de crecimiento, esto es, que los elementos cognitivos actuarán como catalizadores para las interacciones económicas.

      Con base en un modelo conceptual y analítico desarrollado por estos economistas, ellos identifican un conjunto de variables que fomentan las interacciones socioeconómicas en una región, y precisamente se trata de las economías de aglomeración, el capital social y relacional, la receptividad del conocimiento y la gobernanza. Comprueban que los elementos cognitivos del capital territorial a saber: el aprendizaje colectivo, la comprensión mutua, la confianza recíproca y el compromiso social, ejercen un papel importante en el desempeño económico a largo plazo, es decir, que son elementos que inciden en la creación y acumulación de riqueza.

      Sin lugar a dudas, la riqueza del concepto de capital territorial ha venido siendo utilizada para explicar y comprender la importancia que tienen las dotaciones de bienes tangibles e intangibles con las que cuentan las regiones y su uso eficaz para un mejor desempeño económico, sin embargo, queda mucho trabajo por realizar, si se piensa no sólo en el desarrollo económico de las regiones, sino en su desarrollo integral, es decir, en su competitividad territorial, lo que significa descubrir y explicar cuáles son los activos territoriales que deben utilizarse de manera eficaz para lograr competitividad en todas las otras dimensiones presentes en los territorios, a saber: social, cultural, medioambiental y político institucional.

      Con base en la taxonomía del capital territorial de Camagni y con la clasificación hecha por el Observatorio Europeo Leader, bajo nuestra perspectiva, se exponen los componentes del capital territorial que pueden ser clave en el logro de cada una de las competencias que forman parte de la competitividad territorial, lo que a continuación se presenta en los cuadros 2.2, 2.3 y 2.4:

      Si bien el Observatorio Europeo Leader no contempla a la dimensión político-institucional en su concepción de competitividad territorial, nosotros la consideramos e incluimos en el logro de la competitividad, porque consideramos que esta dimensión juega un papel crucial para el desempeño y alcance del desarrollo regional, y en última instancia, para que las regiones logren ser competitivas en términos territoriales. Razón por la cual, con base en los planteamientos del Observatorio Europeo Leader y de Sergio Boisier, definimos a la competitividad político-institucional, como la capacidad de las instituciones (locales, regionales y nacional) de gobernar a su territorio por medio de un proyecto político de desarrollo territorial –lo que supone la construcción de sinergias entre los distintos agentes del territorio y fundamentalmente la confianza en las instituciones gubernamentales– que identifique y utilice de manera efectiva los activos de los que dispone para lograr la competitividad económica, socio-cultural y medioambiental en el contexto de la globalización.

      No hay duda de que el capital territorial desempeña un papel clave para el logro del desarrollo de las regiones, con otras palabras, el alcance de su competitividad territorial, pero se requiere profundizar en su estudio para descubrir y medir los efectos de los distintos componentes del capital territorial en las diferentes dimensiones que están presentes en los territorios, especialmente sus interrelaciones, para llevar a cabo su uso eficaz y eficiente por parte de los actores locales, en la elaboración y ejecución de proyectos políticos de desarrollo regional.

      Proyectos que deberán partir del conocimiento del capital territorial con el que cuentan sus territorios, de la comprensión de la compleja realidad, de que las interacciones o repercusiones del uso y aprovechamiento de los bienes que componen su capital territorial puede ser múltiple y variado, y que se requiere de una articulación y gestión inteligente de los bienes, gestión que deberá considerar no sólo el entorno interno, sino también el externo. A continuación, presentamos una figura sobre lo que, desde nuestro punto de vista, comprendería


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