Economía política de los medios, la comunicación y la información en Colombia. Diego García Ramírez
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El trío digital de las TIC y la protección de la industria de medios en Colombia: algunos sesgos y tensiones jurídicas, técnicas y financieras del Pacto por la Transformación Digital del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022
Juan Carlos Garzón Barreto
Nueva Ley de Convergencia: desafíos y necesidades para el sector audiovisual en Colombia
Diego García Ramírez Débora Pérez Serna
TERCERA PARTE ECONOMÍA Y DIGITALIZACIÓN
Historias sobre la economía naranja: de lo personal a lo público
Germán Rey
Mario Fernando Guerrero-Gutiérrez Fredy Alexander Pinilla Escobar
Una mirada al youtuber político colombiano, empresario del nicho de consumo político en red
César Augusto Gaviria Cuartas
CUARTA PARTE ESTUDIOS EMPÍRICOS
Jairo Antonio Rodríguez Leuro Andrés Medina
Diversidad cultural, pluralismo y medios de comunicación regionales en Colombia
José Miguel Pereira G. Daniel Guillermo Valencia N. Mirla Villadiego P.
Guillermo Mastrini
Luego de sucesivas crisis en la economía capitalista, con un importante colapso en el 2008, la economía digital se presenta como un faro que ilumina varios de los discursos que pregonan una etapa de recuperación. Comprender las dinámicas de los procesos económicos, sociales y políticos que esta transformación incluye resulta un desafío para el conjunto de las ciencias sociales. Para el campo de la comunicación supone un reto aun mayor, dado que lo digital se entrelaza de manera estrecha con los bienes simbólicos. Las grandes empresas vinculadas a la tecnología de la comunicación ocupan lugares cada vez más importantes en la economía mundial. Sus reservas monetarias suelen ser superiores a las de varios países y su capacidad de influencia resulta cada vez mayor. El interés por conocer con mayor precisión las dinámicas económicas, políticas y sociales vinculadas a la comunicación y la cultura se ha incrementado en los últimos años. Este libro da cuenta de una serie de desarrollos que, acotados principalmente al territorio colombiano, actualizan el conocimiento sobre la transformación en curso.
Dentro del conjunto de elementos de cambio que nos presenta el siglo XXI, el concepto de convergencia tecnológica resulta clave para comprender los nuevos escenarios tecnológicos, políticos y comunicacionales. La convergencia nos sirve como referencia para analizar la preeminencia de internet, las redes, las aplicaciones; el reinado de las empresas de telecomunicaciones; el dominio de empresas globales como Amazon, Apple, Facebook y Google; la concentración excesiva de medios nacionales; la pérdida de capacidad del poder del Estado para regular los medios. En este sentido, recuperar la noción de industrias culturales —un concepto más propio del siglo XX— parece adecuado si se lo toma como un punto de partida que nos permita estudiar el cambio y la continuidad. Porque, como advierte David Hesmondhalgh (2019),
la importancia de las industrias culturales en las sociedades modernas descansa en tres elementos relacionados: su habilidad para producir y circular productos que influencian nuestro conocimiento, entendimiento y experiencia; su rol como sistemas de management de la creatividad y el conocimiento; y sus efectos como agentes del cambio económico, social y cultural. (p. 7)
El conjunto de las industrias culturales, incluido el sector audiovisual, atraviesa un periodo en el que se entrecruzan la estabilidad, el cambio y la incertidumbre. Si bien documentar el inicio de este proceso resulta una tarea compleja debido a que se sustenta en fenómenos diversos, no cabe duda de que el impacto de la digitalización de los bienes simbólicos ocupa un lugar central y que la convergencia con la informática y las telecomunicaciones es el resultado más visible de la digitalización.
En el análisis de las transformaciones de las industrias culturales conviene ser cauto. Aunque las innovaciones sean constantes, varias de las especificidades de la economía cultural se mantienen o incluso se ven incrementadas en el entorno digital. Por ejemplo, la dificultad para crear escasez de los bienes simbólicos representa un obstáculo para la existencia de mercados rentables. Esta situación, que fue tempranamente advertida por el sector cultural, se encuentra en el corazón de las disputas en torno a la regulación del copyright. En este sentido, no deja de resultar paradójico que las empresas que están a la vanguardia de la transformación de los mercados sean las más conservadoras en términos de derechos de autor.
Los cambios suelen ser más evidentes y tener mejor prensa. Nuevas formas de consumo son celebradas casi constantemente. También se destaca el acceso a un conjunto de nuevas plataformas que habilitan mayores niveles de consumo, pero sobre todo nuevas maneras de hacerlo: en cualquier lugar, en cualquier momento y en cualquier dispositivo. En el sector audiovisual en particular, los consumos se han vuelto cada vez más individuales y la oferta se ha expandido notablemente. Sin embargo, al mismo tiempo, las megaproducciones concentran cada vez más público.
La incertidumbre está presente en casi todas las decisiones que toma la industria. Ante la superación del modelo de producción cultural analógico, que dotó de una estabilidad relativa al sistema cultural, en el entorno digital se ha incrementado el proceso de ensayo y error. Si bien la utilización de big data y algoritmos por parte de empresas como Netflix y Spotify pueden proyectar un mayor nivel de conocimiento sobre los usos que realizan los consumidores de sus productos, los modelos de negocios distan de ser claramente solventes. Importantes empresas de comunicación y cultura mantienen balances en rojo que deben ser compensados con ganancias provenientes de otras áreas económicas o se sostienen con inversiones a futuro que no encuentran certeza en el presente.
Si en el ámbito económico se observa continuidad, cambio e incertidumbre, en el ámbito político asistimos a la progresiva pérdida de poder del Estado nacional que fue el tradicional articulador de políticas de comunicación y cultura. Los nuevos actores globales se resisten a someterse al proteccionismo cultural y avasallan con términos y condiciones que cada vez más se constituyen en la regla del comercio mundial de bienes simbólicos. No todos los actores del ecosistema cultural parecen comprender la importancia de este cambio. La política cultural, basada en muchos casos en la protección de las culturas nacionales y locales, se ve desafiada por dispositivos y modelos de negocios que traspasan las fronteras sin necesidad de recalar en aduanas y fronteras. Reflexionar sobre las transformaciones políticas en curso resulta entonces una necesidad imperiosa.
El libro que leerán a continuación representa un primer mapa de la economía política de la comunicación en Colombia. Escapa a las posibilidades de este prólogo discernir sobre el escaso desarrollo de este subcampo dentro de los estudios de comunicación en Colombia. Si el país cuenta con una notable dotación de académicos y especialistas en teorías de