Universidades, colegios, poderes. AAVV

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istanti dopo il loro arrivo, il parapetto della trincea e di guidare saldamente i loro uomini.83

      Con estas palabras llenas de emoción Piero Calamandrei recordaría más tarde la contribución de los estudiantes universitarios italianos a la Gran Guerra.

      Si, como se ha observado,

      La Grande Guerra sembra produrre una «cultura» basata su un incessante gioco di contrasti che non è prodotto solo dal carattere traumatico della guerra in quanto tale ma anche dal fatto che la guerra scardina le coordinate concettuali, linguistiche, narrative e mentali dell’anteguerra,

      resaltando la desconexión entre «las expectativas de la guerra y su concreta experiencia»,84 ¿de qué forma influía en los estudiantes sicilianos que estaban en el frente el final de la «inocencia», provocada por el brusco impacto con la realidad de la vida en la trinchera, de la muerte masiva, del sufrimiento, de la brutalidad del conflicto?

      ¿Cómo vivían esos jóvenes, tras los primeros entusiasmos, el choque con una realidad durísima, la de una guerra real y no soñada, pretendida, buscada, quizá al ritmo insistente y fascinante de palabras libres futuristas dentro y fuera de las aulas universitarias? ¿De qué manera y cuánto sentían la elección del reclutamiento voluntario, el enfrentamiento entre la poderosa retórica de sus maestros y el desprecio diario de la dignidad humana, el frío, el hambre, el aburrimiento, la suciedad, el dolor, el miedo y la muerte?

      A las continuas peticiones de una universidad profundamente convencida de su propia misión patriótica, la población estudiantil respondía con la generosa disponibilidad de la juventud, y no es casualidad que incluso en las cartas desde el frente de muchos estudiantes-soldados sicilianos, el recuerdo de esos días, del asistir a las clases, de los profesores, esté presente constantemente.85

      Rivedo l’Università che ho lasciato nel novembre del 1915. Qui non c’è più nulla! […] ma anche prima della guerra! Sapessero gli Italiani a quale punto eravamo ridotti! […] Che orrore a tornarci e a ritrovar tali e quali quelle facce, quei musi di scolari, quelle pretese di scienza e di verità! […] Si faceva la guerra da tanto nelle aule in nome di qualcuno! […] A rifare con coscienza quei momenti, quelle ansie, quei dolori ci sarebbe da scrivere le vere pagine della cultura e dell’anima italiana […] Ma gli scolari, i ribelli sono poi partiti per la vera guerra.86

      Estas eran las reflexiones que provocaban el choque con la realidad de la trinchera en Luciano Nicastro de Ragusa, estudiante de Filosofía en Catania, que marchó voluntario al frente, y futuro cofundador del periódico futurista La Balza.

      Para el joven de Ragusa, el impacto con la guerra tenía que causar dolor, y tras la derrota de Caporetto, escribía:

      Mamma, ho il cuore infranto! Dovevo essere proprio io a subire tanto martirio, a vedere proprio quello che ho visto […] c’era puzzo, odore di sangue e terra, zaini, panni, stracci, cartacce, parapetti buttati, ricoveri cascati, mosche, sole, puzzo di orina… Ed io correvo, saltavo, portavo il fazzoletto alle narici; poi si entrò nel terreno smosso voltato dalle granate […] Misi il piede su un fardello pesante che sembrava uno zaino… No! […] era il tronco d’un uomo, senza braccia, con una gamba coperta di terra […].87

      «La mia vita» –scriveva Salvatore Serretta– «è molto diversa da quella che conducevo a Palermo ne’ portici dell’Università, in biblioteca o al caffè. Il corpo soffre […] per le fatiche e le privazioni. Eppure adesso mi sento così superiore a quello ch’ero prima, che proverei vergogna, come d’un castigo, se mi costringessero per qualunque ragione, a tornarmene a casa mia, dove pure ci ho la mamma e la sorella che adoro.88

      Vincenzo Giuffrida, estudiante de medicina en Catania, y fallecido algunos años después tras haber regresado del frente, maldeciría aquella guerra que había roto para siempre su sueño de llegar a ser médico. En sus cartas, la petición a su familia de una «camisa resistente» y «buenos guantes de lana» para protegerse del frío, y todo el asombro, aunque entre tanto horror, de quien por primera vez veía la nieve.89

      «Desde el agujero en el que vivía como un topo»90 Giannino Ferrari, estudiante de la Facultad de Letras enviaba un abrazo a Achille Pellizzari, su profesor de literatura italiana en Catania, uno de los pocos profesores que, como se ha mencionado antes, jamás había escondido «su rechazo a la guerra como solución a las controversias entre los pueblos» y valientemente se había puesto en contra de los favoritismos a los estudiantes militares, aislándose dentro de la Universidad de Catania.

      Esa narración de la guerra, en todo caso rechazada, nos permite conocer la experiencia de Giovanni Antonio Di Giacomo (Vann’Antò), de Ragusa, licenciado en Letras en Catania en 1914, futurista y convencido intervencionista, que marchó voluntario en 1916, fue herido en Bainsizza y luego enviado en 1917 al hospital militar de Siracusa para su recuperación. Sin embargo, pronto

      i suoi entusiasmi risorgimentali ed irredentistici sarebbero stati messi a dura prova dalla tremenda esperienza della battaglia e della trincea […] ne nacque una sorta di breve diario in francese, Tablettes, dove non c’è alcuna traccia di bellicismo patriottico ma solo l’incubo di un «lieure affreuse de bataille», e la scrittura diventa esplicitamente uno strumento d’evasione, una regressione al gioco infantile.91

      DE INSTITUCIONES DENTRO DE LA GUERRA A LUGARES DE CULTO DE LOS HÉROES DE GUERRA. ALGUNAS CONCLUSIONES

      Así pues, las tres universidades sicilianas, aunque con diferencias determinadas, además de su historia por sus contextos urbanos muy diferentes, contribuyeron con hombres y apoyo ideológico al primer conflicto mundial.

      Esas instituciones fueron conscientes de estar «dentro de la guerra», uniéndose a un conflicto imaginado para completar esa acción del risorgimento de construcción del Estado unitario, que precisamente había nacido en la isla hacía unos cincuenta años: una inclusión marcada por el sacrificio de 258 estudiantes universitarios inmolados por ese ideal y reivindicada posteriormente, en nombre de esas jóvenes vidas aniquiladas, para prevenir nuevos y viejos peligros de que fuera eliminada (Messina)92 o transformada de manera significativa (Catania).93

      En cuanto a las convicciones, a las orientaciones expresadas y adquiridas dentro del profesorado, en Sicilia, como en otros lugares, las voces contrarias serían minoritarias y se encontrarían «al final aisladas y abrumadas por el grupo de intervencionistas surgido, sobre todo, en las universidades».94

      Al final de la Gran Guerra esas universidades, como las del resto del país, se integrarían sin demasiados problemas en el clima cultural y político transformado, condicionado por el ascenso del fascismo, convirtiéndose en lugares de «culto perenne de la memoria por los gloriosos Caídos»95 y «templo austero de la […] perenne devoción a los héroes»,96 asumiendo la tarea de conservar para siempre, a través de lápidas y monumentos conmemorativos, el recuerdo de sus mártires97 y transmitirlo, junto a los saberes, a las futuras generaciones.

      1. Traducción de la Dra. Ana María Bermudo Gonzalez de la Universidad de Messina.

      2. Este trabajo representa una reflexión y reelaboración posteriores sobre la relación entre las universidades sicilianas y la Gran Guerra, cuyas primeras ideas aparecen en Novarese: «L’Europa è sconvolta da una guerra di cui non si è mai vista l’eguale. Gli atenei siciliani di fronte al primo conflitto mondiale», en G. P. Brizzi y E. Signori (eds.): Minerva armata. Le università e la Grande guerra, Bolonia, 2017, pp. 109 y ss.; íd.: «Fra interventismo e neutralismo. Le università siciliane e la Grande Guerra», en G. Astuto y A. Nicosia (eds.): La Sicilia e il Mezzogiorno dall’impresa libica alla Grande Guerra, Nápoles, 2017, pp. 243-257.

      3. A. M. Banti: Le questioni dell’età contemporanea, Roma-Bari, 2010, ed. digital citada, 2014.

      4. Por ejemplo, se ha tenido muy en cuenta la «necesidad de la escritura» determinada por ese acontecimiento, la llamada «iconología del caído» como legitimación posterior de la Gran Guerra mediante la institución del culto de sus héroes, el empleo de un registro lingüístico nuevo e inusual


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