El niño filósofo y la ética. Jordi Nomen

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El niño filósofo y la ética - Jordi Nomen


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a los culpables si se han librado de él.

      • Segunda etapa: orientación hacia el interés propio. Se empieza a pensar más allá de lo individual, pero todavía desde el egocentrismo. La persona empieza a concebir que hay diversos puntos de vista y que pueden provocar conflictos de intereses. Pero el individualismo y el relativismo impiden identificarse con valores colectivos.

      2.Fase convencional. Define el pensamiento de los adolescentes y de muchos adultos. En ella se tienen en cuenta intereses individuales y también colectivos. Se perciben las convenciones sociales sobre lo bueno y lo malo.

      • Tercera etapa: orientación hacia el consenso. En esta etapa las acciones buenas son aquellas que nos permiten ser aceptados por los demás, encajar en lo que colectivamente se considera bueno. Las acciones buenas y malas están definidas por los objetivos que persiguen y el modo en que las decisiones encajan en los valores morales compartidos.

      • Cuarta etapa: orientación hacia la autoridad. Se percibe que lo bueno y lo malo emana de una serie de normas exteriores al individuo. El bien trata de cumplir las normas, y el mal de incumplirlas. El perímetro cuidadoso se amplía a todos los que están sujetos a la norma, a la ley. No se pueden cuestionar esas normas; más allá no hay nada.

      3.Fase posconvencional. En esta fase se crean los principios morales propios, que pueden cuestionar o no las normas establecidas, más allá del propio interés.

      • Quinta etapa: orientación hacia el contrato social. En ella se razona sobre la coherencia entre las normas y leyes y la construcción de una buena sociedad. Se infiere que la sociedad regula la vida de las personas y que existe el derecho de las personas a rechazar las leyes y normas disfuncionales o perversas. Dicho de otro modo, la razón toma distancia para juzgar conforme a principios cuidadosos. Se descubre la distancia entre lo legal y lo legítimo, y el hecho de que hay normas y leyes buenas y malas.

      • Sexta etapa: orientación hacia los principios universales. El razonamiento se vuelve abstracto, y se basa en la creación de principios morales universales que son plenamente cuidadosos, diferentes a las leyes en sí mismas. Por ejemplo, se considera que cuando una ley es injusta debe cambiarse. Además, las decisiones se toman a partir de principios cuidadosos universales, no desde el contexto concreto.

      De aceptar esta división por etapas, los niños difícilmente podrían acceder al pensamiento cuidadoso que nosotros defendemos. Habría que esperar a ser casi adultos para adentrarse en él. En mi opinión, se trata de un planteamiento erróneo, fruto del prejuicio de que los niños no son capaces de pensar por sí mismos. Subestima Kohlberg, como también hizo Piaget, el papel de la educación, y en particular de la filosofía, para desarrollar el pensamiento cuidadoso a edades tempranas.

      Sirva de contrapunto lo que sostiene el filósofo Joan Carles Mèlich en su libro Filosofía de la finitud: «Ser cuidadoso es creer que la peripecia del otro es mi problema». Y añade: «Si avanzamos, retrocedemos, nos equivocamos y volvemos a intentarlo es porque no existe solo una referencia para la vida, sino muchas, y se dan en una situación concreta, en un contexto». Por ello propone «transgredir la moral con una respuesta ética al dolor y la demanda del otro». Para Mèlich vivimos en «un exceso de normativa moral que impide la respuesta ética, la cual siempre es, de una manera u otra, una transgresión de la moral, de los valores, normas, deberes y costumbres heredados». Siendo como es la finitud el «rasgo decisivo de la condición humana [...] estamos obligados a elegir en medio de una terrible y dolorosa incertidumbre». Hoy más que nunca.

      De ahí que Mèlich proponga una ética que solo puede expresarse poéticamente. Para él, ser cuidadoso supone que «si la “diferencia” con la palabra del otro no se convierte en “deferencia”, es pura indiferencia». En conclusión, «la época incierta que vivimos lleva consigo la grave amenaza de buscar seguridad en fundamentalismos políticos, religiosos o tecnológicos a los que debemos contraponer una ética que responda aquí y ahora al dolor del otro, y no es ni puede ser la mera aplicación de una ley». Vivimos en una época de mucha moral y poca ética, y eso deberíamos corregirlo con ayuda del pensamiento cuidadoso.

      Aprender a pensar cuidadosamente supone tener en cuenta varios aspectos:

      1. Primero, acercarnos a la verdad a partir de los criterios de objetividad que nos ofrece el método científico para validar las hipótesis que formulamos sobre los sucesos reales.

      2. Segundo, utilizar la lógica, tanto formal como informal, que nos permite fortalecer los argumentos sin caer en prejuicios, estereotipos o falsos razonamientos.

      3. Tercero, considerar los diversos aspectos que permiten un juicio razonable y cuidadoso. Al pensar con cuidado, tenemos en cuenta las intenciones, los medios, las circunstancias y las consecuencias. Analizar la ética de una acción implica profundizar en su complejidad. No es lo mismo sobrepasar un límite de velocidad por diversión que hacerlo para salvar una vida en peligro, por ejemplo.

      Debemos promover con el diálogo, tanto en familia como en la escuela, que los niños interioricen una serie de preguntas antes de juzgar y tomar decisiones relevantes. Preguntas como las que siguen son necesarias para trabajar el pensamiento cuidadoso:

      — ¿Es cierto lo que ha ocurrido?

      — ¿Con qué ideas previas se abordó lo sucedido?

      — ¿Con qué intención se actuó?

      — ¿Qué medios se utilizaron?

      — ¿Qué circunstancias se daban?

      — ¿Qué consecuencias se produjeron?

      Si logramos que esas preguntas formen parte de la rutina reflexiva de los niños, habremos establecido una base sólida para desarrollar su pensamiento cuidadoso y ético.

      POR QUÉ LOS NIÑOS NECESITAN EL PENSAMIENTO CUIDADOSO

      Más que nunca, en este «mundo del espectáculo» nos hemos acostumbrado a juzgar cambiando de canal o haciendo clic con el ratón del ordenador. Es innegable que los valores sociales se encuentran en crisis, que incluso lo que parecía indiscutible —el respeto, la honestidad, etc.— hoy es puesto en tela de juicio. Hoy vemos a políticos que presumen de no respetar el pluralismo y defienden, sin asomo de vergüenza, el racismo, la xenofobia, la homofobia o el machismo... Son personas que prometen soluciones simples a problemas complejos. Sin duda es una democracia decadente la que otorga poder a los intolerantes en nombre de la tolerancia. El miedo es el medio, y el mesianismo más torpe y banal, la solución. El mundo es hoy más peligroso porque las voces de la serenidad y la reflexión parecen haber callado. «Muera la cultura y viva la muerte», exclamaba Millán-Astray no hace tanto tiempo en nuestro país. Los tiempos por venir serán difíciles, porque la verdad ya no cuenta y la mentira ya no siente vergüenza a ser proclamada.

      Sin embargo, la humanidad tiene en sus manos diseñar un futuro mejor, y a ello debemos dedicar nuestros esfuerzos. Contamos para ello con muchos instrumentos, y la educación es uno de los más poderosos. Las familias y la escuela, fuentes de la educación primaria y secundaria, promueven valores como la ternura, la bondad, la solidaridad o la prudencia, valores cuestionados por un modelo de éxito que entroniza el egoísmo, la vanidad o la falta de integridad.

      La inspiradora obra de Matthew Lipman, por ejemplo, nos lleva a concebir la filosofía como un saber indagador que duda de forma sistemática y permite trabajar con los niños la autonomía y la libertad, sin renunciar a la justicia. El proyecto Filosofía para Niños los invita a pensar y a sentir para disfrutar de una auténtica libertad de pensamiento y de acción. Desgranemos las utilidades de este aprendizaje para cimentar algunos valores:

      1. Construir ciudadanía. Es importante que niños y adolescentes posean un concepto de ciudadanía integrador. Ya desde tiempos de la Grecia clásica, que excluía a los esclavos y a las mujeres, las diferentes definiciones de ciudadanía han servido para delimitar líneas que dejaban fuera a ciertos colectivos de personas. Ciro, rey de los persas (el mayor enemigo de los griegos), se refirió despectivamente a los atenienses afirmando que no los temía. Lo comenta, en un bello


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