Franquismo de carne y hueso. Gloria Román Ruiz
Читать онлайн книгу.que puso en marcha para incrementar su popularidad en las zonas rurales. En relación con ello, pretende esclarecer las formas en que fueron recibidas las políticas sociales del régimen entre la población del agro. Por otra parte, esta obra aspira a minar algunos de los numerosos tópicos que durante largo tiempo han recaído sobre el mundo rural, como el que lo presenta mayoritariamente pasivo, apático y desprovisto de lógicas subversivas. Al tiempo, pretende subrayar la capacidad de agencia de las sociedades rurales y su potencial para resistir contra el régimen.
Como aportaciones principales de este libro cabe señalar, en primer lugar, el ambicioso marco temporal que aborda. La amplia cronología adoptada engloba toda la dictadura franquista, lo que permite atender a la evolución histórica de la cotidianeidad a lo largo de las décadas de 1940, 1950, 1960 e incluso comienzos de 1970. De esta forma, presta atención no solo a los años de construcción del régimen, los más estudiados, sino también a los de su sostenimiento y caída final. Y es que la peculiaridad del franquismo como dictadura residual en la Europa de entreguerras con una excepcional duración de casi cuarenta años constituye una excelente oportunidad para analizar las mutaciones experimentadas en las actitudes sociopolíticas de la población. En segundo lugar, y a diferencia de otros trabajos sobre el tema, este libro estudia los dos principales grupos actitudinales hacia el franquismo, tanto el del «consenso» como el de la resistencia. Además, aborda una amplia variedad temática que incluye ámbitos insuficientemente explorados, caso de las resistencias simbólicas contra la dictadura. Y lo hace recurriendo a una importante carga empírica: una gran cantidad y variedad de fuentes documentales y orales. Asimismo, estudia las formas en que la gente «normal y corriente» experimentó el régimen de Franco en su vida diaria. Por tanto, va más allá de las políticas puestas en marcha por el franquismo, interesándose sobre todo por su recepción e incidencia «a ras de suelo», esto es, por la forma en que condicionaron las actitudes sociopolíticas de la población. Por tanto, esta investigación trasciende la legislación y los discursos de la dictadura para atender su funcionamiento en la vida cotidiana.
Este capítulo introductorio comienza con una exposición de los principales trabajos de la historiografía europea que han abordado las dictaduras de entreguerras desde la perspectiva de la historia de la vida cotidiana o Alltagsgeschichte. A continuación, se centra en los estudios que han aplicado este enfoque al caso del régimen franquista, haciendo balance de lo que se ha hecho en este ámbito y de lo que queda aún pendiente. En segundo lugar, se expone el marco teórico-metodológico que asume la investigación que sustenta este libro, explicando por qué resulta el más indicado para analizar las experiencias cotidianas de los hombres y mujeres de a pie y se presentan el ámbito cronológico y geográfico de la investigación, así como las fuentes empleadas. Por último, se realiza una clasificación de las actitudes sociopolíticas de quienes vivieron bajo el franquismo y se aplica el modelo a la historia de vida de una mujer del campo malagueño.
1. EL ESTUDIO DE LA VIDA COTIDIANA BAJO LOS REGÍMENES DICTATORIALES DEL SIGLO XX
Este volumen adopta como marco teórico y metodológico de referencia la historia de la vida cotidiana o Alltagsgeschichte, que nació en Alemania occidental hacia finales de los setenta y principios de los ochenta como reflejo académico de los nuevos movimientos sociales. La historia de la vida cotidiana surgió como una suerte de historia social renovada o historia sociocultural que respondía a las señales de agotamiento que venía mostrando la historia social más clásica, así como a las nuevas inquietudes historiográficas de una nueva generación de jóvenes historiadores alemanes. Uno de los pioneros y principales representantes de esta corriente historiográfica en el caso de la contemporaneidad ha sido Alf Lüdtke. En la introducción a uno de los volúmenes que ha coordinado recientemente este autor ha recordado que el interés de los historiadores de la vida cotidiana está del lado de «las experiencias y prácticas de la gente» en sus dimensiones subjetivas.4 Es por ello que desde sus comienzos esta perspectiva estuvo estrechamente vinculada al estudio de la vida privada-doméstica y familiar.5 El enfoque de la historia de la vida cotidiana ha sido aplicado con gran éxito al estudio de las dictaduras europeas del periodo de entreguerras como la Italia fascista, la Alemania nazi, la Francia de Vichy o la Rusia estalinista.6
Desde sus orígenes esta tendencia historiográfica ha guardado una estrecha relación con el estudio de las actitudes sociopolíticas de la gente que vivió bajo los regímenes autoritarios del siglo XX. La importancia de este tipo de análisis radica en su potencial para explicar el auge, sostenimiento y caída de los sistemas políticos dictatoriales que proliferaron en la Europa de entreguerras. El estudio de las percepciones, la «opinión popular» y los comportamientos expresados por quienes vivieron bajo estructuras de poder autoritario respecto a los discursos y las políticas del Estado contribuye a una mejor comprensión de las condiciones en que las dictaduras emergen, funcionan, triunfan o fracasan. Se trata de desgranar la forma en que los regímenes no democráticos se relacionaron con sus respectivas sociedades: hasta qué punto coartaron sus libertades mediante el uso de la violencia, qué fueron capaces de ofrecerles para captar sus voluntades o qué resquicios dejaron abiertos para la expresión de sentimientos discordantes.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 el mito de la resistencia antifascista dominó las interpretaciones sobre las actitudes sociales de los ciudadanos que vivieron bajo las dictaduras europeas. El nazismo o el fascismo eran presentados como regímenes brutales desprovistos de ideología que se habían impuesto violentamente sobre sus respectivas sociedades y que no habían contado con apoyo popular alguno. La población era vista como víctima del terror de estas dictaduras, a la vez que se sobredimensionaba su potencial para resistir, que cristalizó en el mito los «héroes de la resistencia». Fue a finales de los años sesenta cuando, en parte como reacción a esta ortodoxia parcial y simplista, que no alcanzaba a explicar el éxito cosechado por estos sistemas políticos, arrancó una nueva historiografía sobre los comportamientos de la gente de a pie que apuntaba a que, no solo no todos resistieron, sino que los hubo incluso que colaboraron en la represión estatal.7
Para el caso de la Italia fascista (1926-1939) fue Renzo De Felice quien planteó por primera vez esta discusión en su voluminosa biografía sobre Mussolini de 1974. En uno de sus tomos sorprendía afirmando que el fascismo italiano había gozado de un «consenso masivo» y de una gran solidez, sobre todo durante los cinco años de la gran crisis, los comprendidos entre 1929 y 1934. Aunque De Felice hizo, en general, un uso extensivo e impreciso del término, sí distinguió entre consenso activo y pasivo. Si bien en un primer momento fue acusado de revisionista y de dejar en segundo plano los procesos represivos, sus postulados acabaron siendo generalmente aceptados, inaugurando así una nueva era historiográfica en el estudio de las actitudes sociales bajo regímenes autoritarios.8
En 1984 Luisa Passerini introdujo una importante innovación metodológica al recurrir a fuentes orales para desentrañar las actitudes sociales de los obreros de Turín bajo el fascismo.9 También Philippe Burrin estudió la receptividad de las sociedades regidas por dictaduras, afirmando que uno de los principales objetivos de estos sistemas políticos era precisamente la conquista de las masas que, por su parte, albergan actitudes diversas y complejas hacia el poder.10 Unos años después, Emilio Gentile habló de la «sacralización de la política» a la que habría contribuido la experiencia de la Primera Guerra Mundial. Y, más concretamente, se refirió al fascismo como una religión que se valió de símbolos, mitos y rituales para captar el apoyo activo y duradero de las masas. Muchos jóvenes y algunos intelectuales habrían visto en el fascismo esa nueva religión que anhelaban. Además, siempre según este autor, presentarse como la ideología salvadora frente al bolchevismo le habría reportado al fascismo el apoyo de las clases medias.11
Paul Corner, por su parte, advirtió del riesgo de reaccionar a la ortodoxia antifascista llevando las interpretaciones sobre las actitudes sociales al extremo contrario, exagerando el carácter masivo del consenso y minusvalorando los procesos represivos activados por las dictaduras. Recalcó las condiciones de opresión-coerción en que se forjaron las percepciones, enfatizando el poco o nulo espacio para la expresión de actitudes disconformes y matizando el alcance del repetido consenso. Corner advirtió asimismo del peligro de justificar o exculpar en cierto modo a estos