Jesús Martínez Guerricabeitia: coleccionista y mecenas. AAVV
Читать онлайн книгу.ambición de conocimientos de José Martínez García, a partir de un apasionado sentido autodidacta, habrían de constituir un referente esencial en la vida de sus dos hijos, que heredaron su curiosidad intelectual, su rectitud moral y algo también de su carácter enérgico.14
Un talante, a su vez, heredado quizá por José Martínez García de su padre (Higinio Martínez Martínez, nacido también en Villar del Arzobispo en 1854), un humilde campesino de filiación carlista que chocó más de una vez con el ideario de su hijo, al que tildaba de revolucionario.15 Su madre, Juliana García López, también villarenca y nacida en 1857, tuvo doce hijos y se ganó fama como reconocida ama de cría.
La madre de Jesús Martínez, Josefa Guerricabeitia –dos años más joven que su marido y que participó abiertamente de sus ideales libertarios–, les legó asimismo un temple decidido. Era hija del vasco Tomás Guerricabeitia Clemente, experto en canteras y agrimensor, que fue lo suficientemente cultivado como para llegar a actuar de notario en la localidad.16 Jesús Martínez recuerda una reunión política celebrada en el ahora desaparecido Teatro Romea de Requena en la que, en el fragor del debate y ante las críticas contra los anarquistas, su madre no dudó en amenazar con echar mano de una pistola del calibre 6,35 que su marido le había dejado.17 En el certificado de nacimiento de 1934 antes citado y en el resto de los documentos escolares conservados, el apellido materno se transcribe como Guerricabeytia, y así firma él mismo en ellos hasta 1937.18 A partir de entonces, bien por simplificar o desaristocratizarlo, lo escribirá siempre con i latina.
Amor Martínez y su hermano José. Requena, ca. 1925.
Sin embargo, el largo arraigo en Villar del Arzobispo iba a interrumpirse en 1925, cuando la familia se instala en Requena, ciudad situada a unos 54 kilómetros al suroeste, más extensa y poblada que Villar: en esa fecha vivían en el núcleo urbano más de 8.000 habitantes, casi el doble que en Villar, sin contar los 11.000 de las aldeas y los caseríos del término municipal. Las ra-zones, en principio, fueron estrictamente laborales. José Martínez García, hasta entonces un simple asalariado del empresario José M.ª Carpintero Alpuente (1887-1936), dueño de una fábrica en Manises dedicada a la fabricación de pastas para la industria cerámica con el caolín y la creta extraídos de sus minas de Higueruelas (lindantes con Villar) y Requena, aceptó su propuesta de trasladarse a explotar estas últimas, estableciéndose por cuenta propia como capataz de una cuadrilla, aunque suministrándole en exclusiva la materia prima para su negocio. A la probada capacidad y experiencia de José en las prospecciones de las minas de Villar, se uniría probablemente la afinidad ideológica con su jefe, pues Carpintero era de talante progresista, de hecho, se afilió a Izquierda Republicana y fue alcalde de Manises entre 1931 y 1936. El animoso militante anarcosindicalista, por entonces de unos treinta años, no duda así en instalarse por cuenta propia, explotando las minas de Suárez y la Serratilla de Requena y el lavadero de caolín en Higueruelas que el empresario poseía.19 Dejando atrás la dependencia de un magro sueldo fijo, José Martínez García acabaría convirtiéndose en el encargado, administrador y hombre de confianza del patrón. Con el aumento de los ingresos, la familia iba a gozar de cierta holgura y se pudo permitir alquilar la planta baja y un piso en el número 13 de la calle del Carmen, en el barrio del Arrabal de Requena. Una vez asentados, la incipiente mejoría económica los anima a abrir en el bajo una tienda de cerámica y alfarería (actividad claramente facilitada por la relación del cabeza de familia con las fábricas de Manises). El pequeño negocio (rotulado, según testimonia el sello de caucho conservado: «CRISTAL, LOZA Y PORCELANA / MAYÓLICAS Y ALFARERÍA / JOSÉ MARTÍNEZ / CALLE CARMEN. REQUENA») y el aumento de las ganancias del padre sitúan a la familia en una relativa comodidad. Esto, unido al hecho de que el traslado se produce apenas año y medio después del golpe militar que trajo consigo la dictadura de Primo de Rivera –y su implacable persecuciÓn de la CNT, condenada a la clandestinidad–, puede explicar el momentáneo alejamiento de José Martínez de una militancia sindical activa y el consiguiente repliegue en el ámbito familiar, lo que puede considerarse simbólicamente el precedente de la contradicción que marcaría también la vida de su hijo Jesús, sujeta siempre al vaivén entre sus convicciones ideológicas y el pragmatismo en pro de la prosperidad material, al constante dilema entre el altruismo y el interés.
La proclamación de la República en 1931 supuso la reincorporación del padre de José y Amor a la actividad sindical en Requena, donde se afilia oficialmente a la CNT>, aunque sin el protagonismo de antaño. Así lo reconoce él mismo en unas notas autobiográficas:
Requena empezó a despertar y a sacudirse la inercia en que estaba sumida, debido a que se organizaron algunos mítines, en los que intervendrán algunos oradores de la CNT fundándose a continuación el Sindicato en el cual ingresé en sus primeros momentos, pero sin desempeñar cargos, que no quise aceptarlos, pero sí tuve que intervenir en algunos conflictos planteados formando parte de la comisiones designadas a tal efecto.20
Y se confirma por uno de los testigos del proceso penal que sufrió tras la guerra, en cuyo sumario Félix Saturnino Sánchez Solano declara que, además de extremista de izquierda, era «el fundador del Sindicato Único, ya de mucho antes de iniciado el Movimiento».21 En enero de 1932, José Martínez García será designado delegado por la comarcal de Requena y Utiel en el congreso regional de Murcia, el cual –escribe él mismo– «se tuvo que suspender por no querer aceptar la representación de un delegado gubernativo, trasladándonos seguidamente a Alicante, donde lo celebramos clandestinamente. Al abandonar el local [...] de Murcia, lo hicimos entre dos filas de Guardias Civiles y de Asalto».22
Pese a esta militancia de bajo perfil, los problemas no tardaron en presentarse. El 10 de enero de 1933, la CNT convoca una huelga general –paralela a los graves sucesos de Casas Viejas (Cádiz) con la proclamación por los braceros de la aldea del comunismo libertario–. Mientras en distintos lugares se producen numerosos sabotajes, instalación de bombas y enfrentamiento con las fuerzas del orden, en Fuenterrobles, un pueblo cercano a Requena, el día 11 de enero, cortadas las comunicaciones, un comité comunista revolucionario depone al alcalde, quema el Ayuntamiento, el archivo y la biblioteca, y hace lo propio con la bandera republicana y el retrato del presidente de la República.23 Por la tarde, la Guardia Civil toma el pueblo a golpe de fuego de ametralladora, pone en fuga a los sublevados y realiza cinco detenciones.24 Dos días después, el 13 de enero, a las cinco de la mañana, José Martínez García es arrestado y acusado de ser el cabecilla del amotinamiento. Pasará casi tres meses en la Cárcel Modelo de Valencia, pero la causa es sobreseída y recupera la libertad en abril. La experiencia le encoleriza hasta el punto de denunciar su acre protesta por la injusticia cometida en una suerte de libelo o manifiesto dirigido «A las autoridades de Requena», escrito con la vehemencia que le había conferido su militancia anarquista –radical incluso contra el Gobierno republicano–, pero también con un dejo de sentimentalidad familiar y de cierto distanciamiento:
¡Qué les importaba a los causantes de mi detención dejar a unos pequeños sin padre y a una mujer sin marido! ¿Que no ha delinquido? ¡Nosotros le pondremos el delito y a la cárcel! Esto es la justicia republicana, que si se diferencia de la monárquica es en la forma con que se ensañan sus hombres con los obreros conscientes. [...] A mí se me ha hecho aparecer como un hombre peligroso al que había que eliminar sin dilación. Tenían sí, que justificar ciertas autoridades, que mi detención no era cualquier cosa, y para ello nada mejor que hacerme aparecer por información secreta como a un Bakunin, o Malatesta, que tenía en tensión continua a los trabajadores, no ya de Requena, sino de toda la comarca. [...] Yo no he cometido más delito que el de pensar alto y sentir hondo. [...] Yo sí propugno por una sociedad más justa que la presente, donde no se den los contrastes que se dan en ésta, como exceso de producción y hambre y miseria por doquier; paro forzoso y muchos trabajos de imperiosa necesidad por hacer; una miseria denigrante en medio de un lujo escandaloso [...]. No puede haber concierto y armonía donde hay diferencia de clases.25
El escrito deja patente una fidelidad básica a su ideario, es cierto. Pero también marca una línea de alejamiento