Comunicación no violenta: un lenguaje de vida. Marshall B. Rosenberg
Читать онлайн книгу.sin terminar,
pero llamarme irresponsable
no me va a motivar.
Y dime que te duele
que te insinúes y diga que no,
pero llamándome frígido
no te va a ir mejor.
Sí, puedo aceptar que me digas
lo que hice o lo que no,
Y acepto que lo interpretes,
pero, por favor, no mezcles las dos.
MARSHALL B. ROSENBERG
El primer componente de la CNV implica separar la observación de la evaluación. Necesitamos observar con claridad aquello que estamos viendo y escuchando y que afecta a nuestra sensación de bienestar sin mezclarlo con ninguna evaluación.
La observación es un elemento muy importante de la CNV cuando deseamos expresar cómo estamos a otra persona con claridad y sinceridad. Cuando combinamos la observación y la evaluación, disminuyen las probabilidades de que a los demás les llegue el mensaje que intentamos transmitir. En lugar de ello, recogerán la crítica y se resistirán a cualquier cosa que les estemos diciendo.
Cuando mezclamos la observación y la evaluación, los demás tienden a percibir crítica
La CNV no nos obliga a ser completamente objetivos y abstenernos de evaluar. Solo requiere que mantengamos una separación entre nuestras observaciones y nuestras evaluaciones. La CNV es un lenguaje dinámico (de proceso) que desaconseja las generalizaciones estáticas; en su lugar, las evaluaciones deben estar basadas en observaciones específicas del momento y del contexto. Wendell Johnson, experto en semántica, señala que podemos crearnos muchos problemas usando un lenguaje estático para expresar o captar una realidad que es siempre cambiante: “Nuestro lenguaje es un instrumento imperfecto creado por hombres ignorantes que vivieron hace mucho tiempo. Es un lenguaje animista que nos invita a hablar de cosas estables y constantes, de semejanzas, de normalidades y tipos, de transformaciones mágicas, curas rápidas, problemas simples y soluciones definitivas. Mas el mundo que intentamos simbolizar con ese lenguaje es un mundo de procesos, cambios, diferencias, dimensiones, funciones, relaciones, crecimiento, interacciones, desarrollo, aprendizaje, afrontamiento, complejidad. Y esa falta de correspondencia entre nuestro mundo en constante cambio y nuestras formas de lenguaje relativamente estáticas es parte de nuestro problema”.
Ruth Bebermeyer, una de mis colegas, contrasta el lenguaje estático y el lenguaje de proceso en una canción que ilustra la diferencia entre la evaluación y la observación:
Nunca he visto un hombre vago;
he visto un hombre que nunca corría
mientras yo le miraba,
y he visto uno que a veces dormía
entre la comida y la cena,
y que se quedaba en casa cuando llovía,
pero no era un hombre vago.
Antes de llamarme loca, piensa:
¿era vago o solo hacía cosas
que etiquetamos “de vagos”?
Nunca he visto un niño tonto;
He visto un niño que a veces hacía
cosas que yo no entendía
o de forma diferente
a como yo preveía;
He visto un niño que no había visto
los sitios donde yo había estado,
pero no era un niño tonto.
Antes de llamarle tonto, piensa:
¿era tonto o solo sabía cosas
diferentes de las que tú sabías?
Por más que buscaba y buscaba
nunca encontré un cocinero;
Vi alguien que combinaba
ingredientes en un puchero,
alguien que encendía el fuego
y miraba la sartén
donde se asaba el cordero.
Vi todo eso, pero no un cocinero.
Dime, cuando mires bien:
¿es un cocinero lo que ves
o es alguien haciendo cosas
que llamamos cocinar?
Lo que algunos llamamos vago
otros lo llaman cansado o tranquilo,
lo que algunos llamamos estúpido
otros lo llaman saber divergente,
así que he llegado a la conclusión,
de que evitaremos toda confusión
si no mezclamos lo que vemos
con lo que es nuestra opinión.
Y porque tú tal vez lo hagas,
también quiero decir:
sé que es solo mi opinión.
RUTH BEBERMEYER
Aunque los efectos de las etiquetas negativas, tales como “vago” y “tonto” pueden ser más obvios, incluso una etiqueta positiva o aparentemente neutral, como “cocinero”, limita nuestra percepción de la totalidad de otra persona.
LA FORMA MÁS ELEVADA DE LA INTELIGENCIA HUMANA
El filósofo indio J. Krishnamurti señaló en una ocasión que observar sin evaluar es la forma más elevada de la inteligencia humana. La primera vez que leí esa frase, el pensamiento “¡qué tontería!” atravesó mi mente antes de que pudiera percatarme de que acababa de hacer una evaluación. Para la mayoría de las personas es difícil hacer observaciones —especialmente de otras personas y su comportamiento— que estén libres de juicio, crítica u otras formas de análisis.
Yo me hice bien consciente de esta dificultad cuando trabajaba con una escuela de primaria cuyo director y personal docente habían expresado con frecuencia que tenían dificultades en la comunicación. El supervisor del distrito había pedido que les ayudara a resolver el conflicto. Primero fui a hablar con los profesores, y después con ellos y el director juntos.
Abrí la reunión preguntando a los profesores: “¿Qué es lo que hace el director que entra en conflicto con las necesidades de ustedes?”.
“¡Es un charlatán!”, fue la respuesta inmediata. Mi pregunta pedía una observación, pero aunque la palabra “charlatán” me dio información sobre cómo este profesor evaluaba al director, no describía qué era lo que el director decía o hacía que le hubiera llevado a él a determinar que “era un charlatán”.
Cuando señalé esto, otro profesor intervino: “Yo sé lo que quiere decir: ¡el director habla demasiado!”. En lugar de una observación clara del comportamiento del director, esto también era una evaluación sobre lo mucho que hablaba. Un tercer profesor declaró entonces: “Piensa que él es el único que tiene algo que vale la pena contar”. Yo