Historia de la sociabilidad contemporánea. AAVV
Читать онлайн книгу.rel="nofollow" href="#ulink_9753dd5f-792f-5ab4-aabb-aff27554948b">3 con el agravante de que la sociabilidad subalterna suele dejar poca huella.
Ahora mismo estoy organizando, para el año próximo, con las instituciones y los grupos que se quieran sumar, un simposio internacional sobre aspectos comparativos del desarrollo histórico de las redes de sociabilidad en el Mediterráneo y, en particular, en torno a la contribución a la educación popular de redes sociales concretas, como las redes de mujeres –asociacionismo de género–, las organizaciones benéficas y de derechos humanos –una de cuyas variantes más emblemáticas, precisamente, es la masonería–,4 y las redes culturales.
Los aspectos comparados son asequibles en la medida en que grandes formas comunitarias/asociativas son transnacionales. Las iglesias cristianas en el Mediterráneo son un claro ejemplo de ello. Esta base común permite estudios sobre temáticas sensibles del estilo de: ¿qué posición adoptaron los grupos confesionales ante las dictaduras militares mediterráneas del siglo XX? Más complicada es la comparación con redes asociativas de base religiosa musulmana, como la de los «Hermanos Musulmanes», organización fundada en 1928 por Ḥassan al-Banna e implantada con fuerza en Egipto y los países del Oriente Próximo, empezando por Siria. No hace falta mucha memoria para recordar que en el Egipto excolonial, en la etapa dictatorial de Mubarak, el Gobierno (laico) se enfrentó a grupos islámicos que utilizaban la beneficencia en sociedades sin ánimo de lucro para extender su influencia popular. En dicho estado –primero sometido al Imperio otomano, más tarde bajo control británico, por lo que el autoritarismo estatal no ha estimulado precisamente en él el desarrollo de la sociedad civil–, se calculaban a finales del siglo pasado 17.500 entidades reconocidas, que abarcaban a seis millones de personas de un total de cincuenta y tres millones, sin contar entidades de pobres (redes) ni la red de beneficencia y educación islámica.5 En Egipto, la Ley 32 de 1964 estableció el control de facto de las asociaciones no oficiales por parte del Gobierno. Más modernamente, la oferta de servicios con finalidades religiosas, políticas o económicas (es decir, no necesariamente «altruistas») ha contribuido a la formación de unas potentes redes del Tercer Sector, con una proyección política potencialmente decisoria/decisiva. Antes del último golpe de estado militar de 2013, y presumiblemente después, la Hermandad Musulmana y las mezquitas han creado instalaciones de servicios como clínicas, como vía para consolidar su presencia entre las clases pobres, quitando protagonismo al Estado.6 El caso egipcio resulta interesante en la medida en que el islam admite poca separación entre religión y política, al subrayar la integración de lo individual dentro de un marco social y religioso más amplio, obstaculizando así la existencia de un espacio social separado para el ejercicio de la iniciativa individual, lo que no estimula precisamente el crecimiento de un sector sin ánimo de lucro.
RAZONES DE UNA ELECCIÓN TEMÁTICA
¿Por qué razones dedicar energía investigadora al ámbito de la cristalización, evolución e incidencia de las redes de sociabilidad organizada? En realidad, esta preocupación la comparten muchos científicos sociales de estas últimas décadas. Al respecto, son pertinentes preguntas como: ¿qué factores han incidido en la influencia de las organizaciones de la sociedad civil?, ¿difieren estos según entornos socioculturales diferentes (según países)?, ¿cómo construir un índice de la eficacia (histórica) de las organizaciones voluntarias?, ¿qué cultura cívica ha constituido la base de dichas organizaciones?, ¿contribuyen estas a un cambio democrático, hacen subir el listón de cultura popular y reconfiguran la conciencia colectiva?
PRIMERA RAZÓN: REACCIONAR FRENTE A UNA MANERA PARCIAL DE ENTENDER LA HISTORIA SOCIAL
Naturalmente, no hay redes de sociabilidad organizada e intencional sin movimientos sociales. Unos movimientos sociales que se manifiestan de forma cambiante y que tienen una traducción en todas las esferas de la vida pública y aun privada: educación, trabajo, cultura, ocio, etc. Hay, también, unos condicionantes estructurales, cambios en el modo de producir y distribuir, globalización, sociedad del conocimiento…, preeminencia de valores individualistas, crisis de formas anteriores de mediación social, hegemonía neoliberal, etc.
La evidencia nos pone, pues, ante modalidades de sociabilidad y de asociacionismo totalmente nuevas, desde la crisis del petróleo hasta la gran crisis financiera y el crash económico de 2008: feminismo, fair play de género, ecologismo, defensa de derechos humanos, etc., pero, al mismo tiempo, renacimiento de formas de sociabilidad antiguas de economía social, de defensa del trabajo y del trabajador (Navarro, redes de cultura anarquista valenciana) o de construcción nacional y de identificación comunitaria, en el sentido tönniesiano. Sin que esto quiera decir que las formas tönniesianas tipo «gesellschaft» pierdan sentido. Más bien se disuelven a menudo en redes sociales propias de la presente sociedad de la comunicación.
Por una parte, mi interés inicial por los temas de sociabilidad fue seguramente una reacción ante una manera de hacer historia social. Cada generación reacciona ante ciertas exageraciones o fijaciones de la anterior. La historia social avanzada en el franquismo insistió mucho en temas sociales y en una visión algo mecanicista de la lucha de clases. Por esto, fue importante, estratégicamente, a partir de cierto momento, enfatizar la importancia de la «superestructura» asociativa, utilizando la terminología académica marxista.7
Cada gremio y subgremio tiene unos condicionantes. Lo mismo pasa con la investigación histórica. A menudo, un gran problema es una miopía comparativa y un planteamiento cerrado, si no endogámico, por lo menos autárquico. No únicamente a nivel nacional, sino, en nuestro caso, estatal. Es muy difícil ver la viabilidad de proyectos de investigación que no reflexionan sobre las categorías de análisis que utilizan. Así, si se estudia el binomio mundo del trabajo y asociacionismo, es básico cerner los cambios que afectan a la teoría y práctica del trabajo. Y este análisis difícilmente puede partir de burócratas del sindicalismo.8
Pero así como un proyecto amplio, sólido, de estudio de la sociabilidad moderna tiene que disponer de los conceptos teóricos y conceptuales adecuados, también debe contar con una perspectiva comparativa mínima.
Primera constatación: un déficit de estudios realmente comparativos. La aguda crisis de los estudios humanistas en el sistema universitario europeo acaso tenga que ver con la escasez de proyectos de estudio histórico comparado sobre la incidencia educativa de las redes de sociabilidad organizada.
Otra causa de esta falta de estudios internacionales histórico-comparados es sin duda alguna la orientación, contextualización y concepción en exceso localista de muchos estudios, por otra parte muy completos en cuanto a aportación positivista de datos. Ello es perceptible en los capítulos más estudiados de este gran tema de la sociabilidad cultural popular, como puede ser la historia de los ateneos y de los casinos. Fijémonos en que muchas de las contribuciones, en el caso catalán, son monografías locales.
Sobre el papel no sería tan complicado impulsar estudios comparativos «mediterráneos» (en torno a un hilo conductor de caso, como sería siempre el cometido de grupos organizados ante determinada problemática y el peso de sectores sensibles de «voluntario/as») sobre temas clásicos sensibles.
Realmente, es cuantiosa la nómina de estudios locales sobre las organizaciones voluntarias en las últimas décadas, aunque de valor dispar.9 Un aspecto muy considerado en la literatura historiográfica al respecto no es tanto la trayectoria institucional de estas entidades como su comportamiento en épocas como la II República o el franquismo.10
SEGUNDA RAZÓN: RECURRIR ALL PASADO PARA ENTENDER MEJOR EL PRESENTE
Pero hay otra