Historia de la industria papelera valenciana. Federico Verdet Gómez

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Historia de la industria papelera valenciana - Federico Verdet Gómez


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problemas del sector: “El porvenir de Alcoy es muy triste; si volvemos la vista á las fábricas de papel, vemos que están cien veces peor que las de paños. Infinitos molinos se encuentran cerrados por ser nula completamente la exportación á América, que tanto papel consumía, así como también á diferentes puntos de la península. Otro tanto sucede con las demás industrias de fósforos, lana renaciente, etc., etc., con que cuenta nuestra población”.57

      Las primeras máquinas implantadas en la Comunidad Valenciana fueron importadas del extranjero. Así, la instalada en Alborache había sido fabricada por Camile Mellinet de Nantes, mientras, en Alcoi, se compraron máquinas belgas (Dautrebande y Thiry de Huy) y alemanas (Z.G. Humbold Jr. de Chemultz). Sin embargo, «La Fundición Primitiva Valenciana»58 ya, por estos años, fabricaba máquinas continuas, como la incorporada por la fábrica de Penyarroja (Valencia)59. En Alcoi, también surgieron empresas metalúrgicas capaces de fabricar este tipo de máquinas, como «Jorge Serra» o «Aznar Hermanos» que, al adaptarse a la demanda local, construyeron máquinas de menor anchura.

      Ideada por el inglés Bramah entre 1797 y 1805, fue completada por Dickinson, quien la patentó en 1809. La máquina semicontinua o máquina redonda de tipo picardo permite elaborar un papel parecido al de barba o vitela. Esta máquina se basaba en un cilindro, recubierto de una tela metálica y dotado de un sistema de succión, que al moverse dentro de un depósito de pasta, formaba las hojas de papel que, a continuación, se transferían a un fieltro. En realidad, la máquina redonda sustituía al proceso realizado en la tina, manteniendo una calidad comparable al papel manual pero multiplicando por cuatro o cinco su productividad. La máquina picardo, menos costosa que la continua, se adaptaba bien a las posibilidades de las pequeñas fábricas. Gayoso ha subrayado la trascendencia de esta máquina semicontinua, hasta el punto que “estas máquinas redondas han llegado en España hasta nuestros días, dedicadas a la fabricación de «papel de barba» y también del papel para filtros. Con formas redondas múltiples y secado por vapor, siguen empleándose en la fabricación de cartón”.60

      La primera máquina picardo se instaló en Buñol en el año 1885, y había sido fabricada por la Sucursal barcelonesa de Lerme y Gatell61. La obtención de papel de gran calidad había hecho posible la continuidad de la fabricación con tina, a pesar de la competencia creciente del papel logrado por la máquina continua; sin embargo, la máquina redonda dejará obsoleto el procedimiento manual, provocando su definitivo declive.

      El papel valenciano se exportaba por toda la península Ibérica y América, especialmente Cuba. No obstante, el grado de penetración en el mercado americano era restringido. Un artículo en prensa ponía de manifiesto sus limitaciones: “En toda la República Argentina, sólo hay una fábrica de papel ( . . . ). Basta decir que sólo en Buenos Aires se publican más de veinte diarios de doble tamaño que el ordinario de los españoles. Hay además gran número de revistas semanales, quincenales y mensuales que suponen gran consumo de papel. Las fábricas de Francia y Bélgica suplen esas necesidades y hacen un brillante negocio. España sólo envía clases de escritorio y en pequeñas cantidades”.62

      En los primeros años del siglo XX, el papel alcoyano llegaba a Cuba, Méjico, Brasil, Uruguay, Centroamérica, Egipto, Turquía, etc. y durante la Gran Guerra se hizo un esfuerzo especial, cara a los mercados mejicano, argentino y filipino.

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       III. El siglo XX: concentración y capitalización

      En las últimas décadas del siglo XIX y primeras del nuevo siglo, numerosos molinos se vieron obligados a cerrar, generalmente, los más aislados y alejados de los mercados y aprovisionamiento de materias primas. Aunque los emplazamientos inadecuados no fueron el único inconveniente, también las exigencias de grandes inversiones de capital -el valor de las nuevas fábricas multiplicaba el de los viejos molinos- desbordó las posibilidades de muchos empresarios. Durante el proceso de mecanización, la actividad papelera concluyó en el 60% de las localidades valencianas, de forma que, al alcanzar el punto de inflexión la crisis de la industria papelera, hacia 1918, sólo permanecían en activo el 27% de los molinos que lo estaban en 1883. Por lo tanto, la crisis finisecular implicó alteraciones patentes y significativas en la localización espacial tradicional.

      En la provincia de Castellón, se extinguió la industria papelera histórica, la emplazada en las cuencas de los ríos Mijares y Palancia. En la provincia de Valencia, desaparecieron por completo núcleos con un gran arraigo, éste sería el caso de los establecidos en la cuenca del Sellent (Anna, Chella, Estuveny) y, otros molinos aislados, como los de Yátova, Real de Montroi o Algemesí (los tres en la cuenca del Magro). Sin embargo, en otras localidades sin tradición papelera, se establecieron nuevos molinos, es el caso de Requena, Alberic, Alboraia y Aielo de Malferit. La industria papelera alicantina resistió bien la crisis, aún así, desaparecieron núcleos históricos, como Tibi o Alcocer y otros, como Elda, quedaron muy afectados. No obstante, se consolidaron los principales núcleos existentes y nuevas localidades, como Elche o Sant Vicent del Raspeig se incorporaron al mapa papelero.

      Botella Gómez concluye su análisis sobre la crisis finisecular de esta manera: “Ciertos núcleos papeleros de larga tradición se extinguen rozando el siglo, mientras otros, con una localización a veces comparable, se adaptan al nuevo momento. Desde luego, la opción por el litoral es clara y, en este sentido, cuanto más hacia el interior del país el mantenimiento de esta industria iba a suponer costes más elevados. Pero dentro de este principio general, son las zonas económicamente más desarrolladas las que tendrán mayores posibilidades de reconversión.”63 En última instancia, la consecuencia más visible del proceso de mecanización fue una mayor concentración papelera, tanto espacialmente como por el tamaño de las empresas, con fábricas de mayor envergadura, emplazadas bien en las zonas más industrializadas, bien en el litoral, localización más favorable por la cercanía a los mercados y centros de aprovisionamiento de materias primas y recursos energéticos (la mayor parte del carbón mineral llegaba vía marítima).

      A principios del siglo XX, en el ámbito valenciano, se había instalado una treintena de máquinas continuas (y alguna picardo)64. Antes de comenzar la Gran Guerra, su número se había estabilizado en 25, pero a consecuencia del impacto de la contienda europea, llegó a reducirse a 7 máquinas, en 1916. Las autoridades reconocían que al disminuir la exportación de naranjas, “no trabajan las serrerías mecánicas, las fábricas de papel de seda y los talleres de timbrado, pudiendo calcularse en mucho miles de trabajadores de ambos sexos, los que holgarán forzosamente, caso de no resolverse el problema, y constituyendo un caso de gravedad esta situación65. En 1918, el sector se había recuperado, alcanzando las 25 máquinas. Francisco Moltó, en su ponencia titulada «La industria Valenciana», presentada al III Congreso Nacional de Economía Nacional de 1918, reconocía, como municipios papeleros, además del gran núcleo alicantino, con 8 localidades papeleras, a València (7 fábricas), Ontinyent (3), Buñol (2) y Alberic (1), que en total sumaban 13 fábricas en la provincia de Valencia66. En Castellón, la propia capital con 2, Burriana, 1, Castellnou, 1, Rossell, 1 y Soneja, 1; en total 6 fábricas. En los años 1922-3, el sector papelero, ya en franca expansión, había alcanzado las 36 máquinas planas67 que, sobre todo, se emplazaba en las provincias de Alicante y Valencia.

      La industria papelera castellonense apenas tenía alguna relevancia a principios de siglo, pues sólo continuaban los focos de Rossell y, en el Palancia, Castellnovo y Soneja. Sin embargo, reanudada la exportación de naranjas, nuevas fábricas papeleras iniciaron su actividad en la Plana, concretamente, en Burriana, Vila-real y la propia capital, apuntando la tendencia


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