Johannes Kepler. Max Caspar

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Johannes Kepler - Max Caspar


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tres torres que, visible desde lejos, destaca entre la maraña de tejados como una catedral espléndida. Cual gallina clueca con sus polluelos, reúne las casas a su alrededor y las acoge bajo su protección; una presencia persuasiva para la mentalidad devota de los ciudadanos de antaño, conscientes de lo que debían ubicar en el punto central de su existencia. Con una diligencia suaba, sus habitantes procuraron mantener la ciudad con buen orden y salvaguardar sus fueros con un espíritu democrático. La mayoría de los campesinos y de los artesanos, entre los que destacaban curtidores y tejedores, debían restringir sus preocupaciones y sus esperanzas a lo imprescindible para vivir. Dejaban que el Sol, la Luna y las estrellas siguieran su curso, y la ciencia elevada quedaba lejos de su horizonte intelectual, si bien del municipio salieron algunas mentes brillantes. Teniendo en cuenta que en aquella época la comunidad consistía tan solo en unos doscientos vecinos con sus familias respectivas, se comprende que la ciudad imperial libre de Weil no tuviera ningún peso en los asuntos de Estado del Sacro Imperio Romano. Si una vez al siglo llegaba el emperador de visita, se convertía en todo un acontecimiento que se registraba con celo en los anales locales. Lo que alteraba los ánimos eran las desavenencias en cuanto a aranceles y leyes de caza con el vecino duque de Württemberg, cuyas tierras circundaban el municipio. También los acontecimientos bélicos apartaban sin duda a los ciudadanos de su quietud. Su disposición para alzarse en armas por defender la libertad la demuestra su participación, junto a la liga de ciudades, en la trágica batalla de 1388 contra el duque de Württemberg, que se libró en las inmediaciones de la cercana Döffingen y dejó sesenta ciudadanos tendidos en el campo de batalla.

      Tal como se conserva desde antaño, la vivienda del abuelo Sebald quedaba algo apartada de una esquina de la plaza del mercado, en una calleja corta que conduce a la iglesia, de manera que desde la casa se divisaban la fuente del mercado con la estatua del emperador Carlos V y la imponente torre oriental del templo. El edificio fue víctima del incendio que asoló la ciudad en 1648, pero hay motivos para pensar que fue reconstruido con su aspecto original. Con certeza podemos considerarla la residencia donde nació nuestro Johannes, dado que su padre, Heinrich, siguió viviendo allí después de su boda, celebrada el 15 de mayo de 1571. Aunque desde fuera parece pequeña, la vivienda posee en su interior el espacio suficiente para albergar a una gran familia. Al parecer, el burgomaestre Sebald no incrementó su patrimonio hasta pasados unos años, sobre todo a través de la herencia.

      A la edad aproximada de veinticinco años Johannes Kepler tomó apuntes de las características de sus padres y abuelos, además de algunos lances y contratiempos de la vida, de modo que hoy podemos hacernos una idea sobre sus caracteres y sobre la actividad en la casa donde pasó los primeros años de vida. Lo hizo como anexo a la carta natal de esos antepasados porque en aquel entonces se dedicaba mucho a la astrología y creía que la posición que ocupan los planetas en el momento del nacimiento influye en la actitud general de cada persona. Del abuelo Sebald comenta que se había vuelto arrogante y presuntuoso en sus modos, que era irascible, violento, testarudo, sensible y de rostro sonrosado y bastante carnoso; la barba le confería un aspecto grave; sabía dar órdenes acertadas y sabias e imponer que se cumplieran a pesar de su escasa elocuencia. La abuela era, según la descripción de Kepler, muy inquieta, lista, embustera, diligente en asuntos religiosos, delgada, de naturaleza encendida, impulsiva, eterna maquinadora, envidiosa, hostil, rencorosa. De papá Heinrich dice tan solo que Saturno en trígono con Marte dentro de la séptima casa hizo de él un soldado corrupto, rudo y camorrista. Tampoco su madre sale [7] muy bien parada; era pequeña, escuálida, morena, charlatana, pendenciera y de malos modales. Lo que Kepler pone ante nuestros ojos no es en absoluto una galería genealógica gloriosa, y su descripción de atributos extraña mucho más si se considera que el respeto hacia las personas con las que mantenía algún vínculo era un rasgo propio de su naturaleza. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que elaboró este registro tan solo para sí mismo con el propósito de demostrar la concordancia entre la personalidad y las configuraciones celestes. Por otro lado, es fácil que Kepler buscara las causas de los atributos negativos justamente en el cielo para justificarlos, y por eso dejara de lado los aspectos positivos.


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