Johannes Kepler. Max Caspar
Читать онлайн книгу.tres torres que, visible desde lejos, destaca entre la maraña de tejados como una catedral espléndida. Cual gallina clueca con sus polluelos, reúne las casas a su alrededor y las acoge bajo su protección; una presencia persuasiva para la mentalidad devota de los ciudadanos de antaño, conscientes de lo que debían ubicar en el punto central de su existencia. Con una diligencia suaba, sus habitantes procuraron mantener la ciudad con buen orden y salvaguardar sus fueros con un espíritu democrático. La mayoría de los campesinos y de los artesanos, entre los que destacaban curtidores y tejedores, debían restringir sus preocupaciones y sus esperanzas a lo imprescindible para vivir. Dejaban que el Sol, la Luna y las estrellas siguieran su curso, y la ciencia elevada quedaba lejos de su horizonte intelectual, si bien del municipio salieron algunas mentes brillantes. Teniendo en cuenta que en aquella época la comunidad consistía tan solo en unos doscientos vecinos con sus familias respectivas, se comprende que la ciudad imperial libre de Weil no tuviera ningún peso en los asuntos de Estado del Sacro Imperio Romano. Si una vez al siglo llegaba el emperador de visita, se convertía en todo un acontecimiento que se registraba con celo en los anales locales. Lo que alteraba los ánimos eran las desavenencias en cuanto a aranceles y leyes de caza con el vecino duque de Württemberg, cuyas tierras circundaban el municipio. También los acontecimientos bélicos apartaban sin duda a los ciudadanos de su quietud. Su disposición para alzarse en armas por defender la libertad la demuestra su participación, junto a la liga de ciudades, en la trágica batalla de 1388 contra el duque de Württemberg, que se libró en las inmediaciones de la cercana Döffingen y dejó sesenta ciudadanos tendidos en el campo de batalla.
La Reforma provocó tensiones y conflictos muy duraderos en Weil der Stadt. La doctrina evangélica encontró adeptos entre los lugareños bien poco después de la aparición de Lutero, pero no logró granjearse a la mayoría. La iglesia parroquial siempre estuvo en manos de los católicos, y en la época en que nació Kepler aún no existía ningún predicador evangélico en la ciudad. Años más tarde, los seguidores de la nueva doctrina, apoyados por el duque de Württemberg, se esforzaron en vano por conseguir que el concejo de la ciudad abrazara la creencia evangélica, que cediera una iglesia o capilla concreta y que autorizara el nombramiento de un pastor propio. El concejo estimó que haría una concesión especial a los ciudadanos evangélicos si les daba libertad para recibir aparte las prédicas y los sacramentos o si permitía que un pastor de su culto fuera a darles la comunión en caso de peligro de muerte. El bando evangélico consiguió todo un logro cuando pocos años después se autorizó el bautismo por el rito protestante en la localidad. La familia Kepler pertenecía al grupo de los partidarios más distinguidos y activos de la doctrina luterana, en especial el abuelo de Johannes, Sebald. El hecho de que ostentara el cargo de burgomaestre siendo mentor de sus correligionarios y a pesar de la supremacía católica, atestigua su valía y el gran respeto que supo granjearse entre sus conciudadanos. Casi al mismo tiempo, algunos miembros de la familia Fickler se sumaron a los impulsores de la causa católica; sobre todo Johannes Baptist Fickler, protonotario de príncipes-obispos4 de Salzburgo, quien durante la Contrarreforma actuó como influyente adversario del protestantismo. Sin embargo, a pesar de las diferencias doctrinales, las familias Kepler y Fickler mantenían un vínculo de maridaje y eso favoreció que, años más tarde, el hijo de Kepler, Ludwig, consiguiera la concesión de la beca que un miembro de la familia Fickler había creado en Tubinga [6]. Todas estas circunstancias explican que se desconozca el lugar donde se celebró el bautizo de Kepler, si se efectuó en la iglesia parroquial de un sacerdote católico o, lo que parece más probable, si lo realizó un pastor evangélico en alguna localidad vecina, posiblemente Magstadt.
Tal como se conserva desde antaño, la vivienda del abuelo Sebald quedaba algo apartada de una esquina de la plaza del mercado, en una calleja corta que conduce a la iglesia, de manera que desde la casa se divisaban la fuente del mercado con la estatua del emperador Carlos V y la imponente torre oriental del templo. El edificio fue víctima del incendio que asoló la ciudad en 1648, pero hay motivos para pensar que fue reconstruido con su aspecto original. Con certeza podemos considerarla la residencia donde nació nuestro Johannes, dado que su padre, Heinrich, siguió viviendo allí después de su boda, celebrada el 15 de mayo de 1571. Aunque desde fuera parece pequeña, la vivienda posee en su interior el espacio suficiente para albergar a una gran familia. Al parecer, el burgomaestre Sebald no incrementó su patrimonio hasta pasados unos años, sobre todo a través de la herencia.
SITUACIÓN FAMILIAR
A la edad aproximada de veinticinco años Johannes Kepler tomó apuntes de las características de sus padres y abuelos, además de algunos lances y contratiempos de la vida, de modo que hoy podemos hacernos una idea sobre sus caracteres y sobre la actividad en la casa donde pasó los primeros años de vida. Lo hizo como anexo a la carta natal de esos antepasados porque en aquel entonces se dedicaba mucho a la astrología y creía que la posición que ocupan los planetas en el momento del nacimiento influye en la actitud general de cada persona. Del abuelo Sebald comenta que se había vuelto arrogante y presuntuoso en sus modos, que era irascible, violento, testarudo, sensible y de rostro sonrosado y bastante carnoso; la barba le confería un aspecto grave; sabía dar órdenes acertadas y sabias e imponer que se cumplieran a pesar de su escasa elocuencia. La abuela era, según la descripción de Kepler, muy inquieta, lista, embustera, diligente en asuntos religiosos, delgada, de naturaleza encendida, impulsiva, eterna maquinadora, envidiosa, hostil, rencorosa. De papá Heinrich dice tan solo que Saturno en trígono con Marte dentro de la séptima casa hizo de él un soldado corrupto, rudo y camorrista. Tampoco su madre sale [7] muy bien parada; era pequeña, escuálida, morena, charlatana, pendenciera y de malos modales. Lo que Kepler pone ante nuestros ojos no es en absoluto una galería genealógica gloriosa, y su descripción de atributos extraña mucho más si se considera que el respeto hacia las personas con las que mantenía algún vínculo era un rasgo propio de su naturaleza. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que elaboró este registro tan solo para sí mismo con el propósito de demostrar la concordancia entre la personalidad y las configuraciones celestes. Por otro lado, es fácil que Kepler buscara las causas de los atributos negativos justamente en el cielo para justificarlos, y por eso dejara de lado los aspectos positivos.
Aun así, queda claro que la convivencia en la casa de los Kepler, donde también residían algunos hermanos menores de papá Heinrich, no era precisamente cordial y armónica, y no es necesario que Kepler incluyera más comentarios para comprender que el matrimonio de sus padres era desafortunado. El padre trataba a su madre con severidad y rudeza, y ella oponía un comportamiento insensible con una terquedad insolente. Acibaraban sus vidas entre pendencias y disputas, y ni siquiera el pequeño Johannes, el primogénito, contribuyó a unirlos. Resultó ser un niño de constitución débil porque fue sietemesino [8]. Sus padres no lo trataron con cariño. Con seguridad sus atributos le vienen más del lado materno, como no pocas veces sucede con los hombres de talento. De modo que también él era de constitución pequeña y delicada para ser hombre, de ojos oscuros y cabello moreno. Jamás compartió las inclinaciones marciales del padre. En lo que respecta a su madre, parece haber sido una mujer curiosa. Su condición no queda del todo caracterizada con los escasos adjetivos arriba mencionados. Tendremos ocasión de conocerla mejor en el difícil proceso por brujería en que se vio envuelta en la vejez. Durante el mismo también salió a relucir que la educó una tía suya que más tarde murió en la hoguera acusada de encarnar al diablo. Mamá Kepler era ostensiblemente enérgica e inquieta, interesada por todo, cavilosa, pero también una chismosa y una bocazas. Recolectaba hierbas y preparaba ungüentos alentada por su fe en los poderes y en las relaciones mágicas, como si viera a través de los objetos de la naturaleza. Después de su primer hijo, la vida aún le concedió seis criaturas más, de las que solo tres alcanzaron la madurez, cada cual muy diferente de las demás. Mientras el genio de nuestro Johannes dio fama imperecedera al nombre de la familia, su hermano Heinrich, dos años menor que él, era un perfecto tunante [9]. Padecía epilepsia y era la desgracia de su madre; recibió muchas tundas, le mordieron animales, venía a casa con chichones y heridas, y estuvo a punto de morir ahogado, congelado o por enfermedad. Con catorce años ingresó como aprendiz de un tundidor, luego de un panadero, volvió a ser apaleado y marchó a Austria cuando su padre amenazó con venderlo. En Hungría sirvió a los soldados que luchaban contra los turcos, malvivió