Mercedes Sanz-Bachiller. María Jesús Pérez Espí

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Mercedes Sanz-Bachiller - María Jesús Pérez Espí


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aunque en lo que sí parece haber acuerdo es en un incremento notable de afiliadas desde finales de julio, especialmente en el mes de agosto, cosa explicable por la euforia falangista desatada durante las primeras semanas después de la sublevación militar.

      Visitaba el Cuartel General de Falange Española. Atravesaba patios y estancias. El recinto de la antigua Academia mostraba los tesoros de juventud, alegre y heroica, que encierra. Me honraba la compañía del jefe territorial, camarada Andrés Redondo [...] Llegamos a una habitación del piso bajo. Muchas mujeres trabajan en labores muy distintas [...] Una del grupo se adelanta. Tiene un block de notas en la mano [...] Oigo hablar de prendas de abrigo, de heridos, de medicinas, de hospitales [...] Hay en aquella mujer una irradiación que me conmueve. Y yo ignoro el motivo. Sus palabras fluyen sin acentos trágicos; son de una naturalidad perfecta. Las facciones, nobles y serenas, no denotan el menor rictus nervioso. Sólo los ojos, secos y brillantes, tienen un destello de tristeza infinita...

      Salimos. Formo un concepto rápido. «Firmeza, misticismo, virtud», debe ser la trilogía de este carácter genuinamente español.

      –¿Quien es? –pregunto inmediatamente.

      –Es la esposa de Onésimo –me contestan con sencillez.

      Quedo mudo de asombro. Sigue la visita, pero yo no me entero ya de nada. Mi atención ha quedado presa ante aquel asombro de estoicismo, encerrado en un débil cuerpo de mujer. [...] Mi pluma que quisiera desgranar una sonata heroica y sentimental sobre la frente de la ignorada heroína queda inmóvil, sintiéndose incapaz. Yo no podía imaginar un caso de fortaleza igual. Algo sobrenatural hay en esa mujer. Su dolor está domado dentro del pecho por un imperativo sobrehumano. Sólo el espíritu de su muerto, que vive en ella, es capaz del prodigio. [...] Mercedes, esposa del héroe, él entró ya por las puertas de la Gloria envuelto en púrpura de su sangre. Tú, recatada esposa, española ejemplar, estás unida a él en su inmortalidad...