Muchos son los llamados. Scott Hahn

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Muchos son los llamados - Scott  Hahn


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tierra como en el cielo

       Quien es padre una vez…

      Para Monse or George Yontz, pastor, padre y amigo, en agradecimiento por una vida de servicio sacerdotal y por su dedicaci n a mejorar nuestras vidas.

      PRÓLOGO

      Por el Arzobispo Timothy Dolan

      Ya desde niño reconocí la existencia de algo especial en los sacerdotes. Sabía que sus responsabilidades eran de vital importancia, pues se encontraban siempre en los momentos más importantes de la vida: bautizos, comuniones, funerales o el lecho de muerte de un enfermo. Finalmente resolví que eran especiales porque eran hombres de Jesús, hombres que irradiaban júbilo al servicio de la Iglesia, hombres al cargo de las cosas de Dios. Sabía que sus vidas no eran nada fáciles, como tampoco lo fue la de Jesús. Y aun así, comprendía que sus sacrificios constituían el elemento que da sentido a la vida, como lo fueron los de Jesús. A partir de ese instante, decidí que quería ser sacerdote.

      A diario doy gracias al Señor por la Iglesia, por el Pueblo de Dios, y especialmente por hombres como el Dr. Scott Hahn. En Muchos son los llamados: Sobre la grandeza del sacerdocio, el autor reflexiona en profundidad sobre el sacerdocio. Sus puntos de vista resultan cautivadores. Como antiguo ministro presbiteriano, ahora reconvertido en teólogo católico, y como esposo afectuoso y padre de seis hijos, Scott se fija en los sacerdotes desde una perspectiva incomparable. Afirma que «cuando los hombres comprenden de veras lo que es el sacerdocio, se sienten instintivamente atraídos hacia él. El sacerdocio es instintivamente atrayente». Uno de los puntos fuertes de este libro es su explicación del sacerdocio como una llamada de Cristo hacia los hombres para servir como padres, protectores y abastecedores del Pueblo de Dios.

      A través de estas páginas, Scott Hahn acude a algunos argumentos de la historia de la salvación, se zambulle en las profundidades de la Sagrada Escritura, y esboza el plan de Dios para el sacerdocio. Por ejemplo, habla de Adán y de Abraham como prototipos sacerdotales, el primero por ser el padre de la humanidad y el segundo por interceder en favor de Sodoma; del mismo modo nos recuerda cómo sacerdotes y mediadores como Pedro y Pablo ejercieron el papel de padres al servir como colaboradores de Dios. Al igual que se suele identificar a los hombres por su profesión, por lo que hacen en su vida, Scott muestra cómo los sacerdotes se esfuerzan por imitar la Palabra que predican. Cada sacerdote es otro Cristo.

      «Como Iglesia y como sacerdotes –afirmó el Papa Benedicto XVI– anunciamos a Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, crucificado y resucitado, Soberano del tiempo y de la historia, con la alegre certeza de que esta verdad coincide con las expectativas más profundas del corazón humano». Y así es, pues el corazón humano sólo se satisface con Cristo. Tal como nos recuerda San Agustín en sus Confesiones, nuestros corazones no descansarán jamás hasta que descansen en Dios. Scott Hahn, uno de nuestros más destacados teólogos católicos, nos ayuda a distinguir el papel del sacerdote como mediador de la paz de Dios hacia su pueblo.

      + TIMOTHY M. DOLAN

      Arzobispo de Nueva York

      1. MEDIDAS DE MADUREZ

      A diferencia de tantos otros Joe

      Joe Freedy disfrutó del tipo de vida que mis amigos y yo envidiamos durante nuestra adolescencia. Empezó en la Universidad de Nueva York, en Buffalo, como quarterback. Los Bulls son una división de la NCAA (Asociación Nacional de Deportistas Universitarios), a la que siempre he apoyado, cuyos partidos se emitían a escala internacional en el canal ESPN y en otras cadenas deportivas. Siendo senior acabó en cuarta posición en la liga. Dos de los hombres en los primeros puestos, Ben Roethlisberger y Byron Leftwich, se convertirían en superestrellas de la Liga Nacional de Fútbol americano. Joe era un tipo que siempre aparecía en las listas de invitados imprescindibles en las mejores fiestas del campus, y se paseaba de una a otra junto con su compañero de piso, defensa en el equipo. Tenía el atractivo físico de las estrellas de cine, incluso cuando se quitaba el casco y la máscara protectora. La mayoría de las miles de universitarias sabían perfectamente quién era.

      Mis amigos y yo soñábamos con una vida como la suya, con deportes que gratificaran nuestros impulsos competitivos, con cámaras de televisión que alimentaran nuestro ego, con chicas guapas que confirmaran nuestro atractivo, y con la promesa de unos ingresos prodigiosos gracias a un contrato profesional plagado de promociones. Para nosotros, todo ello se traducía en la culminación de la satisfacción plena. Marcaba una cota de madurez.

      Joe Freedy era católico, como sus otros cuatro hermanos, hijo de padres piadosos, pero Dios, que ocupaba un lugar secundario en su vida, solía quedarse olvidado más allá de la línea de banda. Joe le confesó una vez a un reportero: «Lo único que me importaba era el fútbol y mi propia imagen. Dedicaba a Dios una hora cada domingo, y en cuanto ponía los pies en el aparcamiento, me olvidaba de Él hasta el domingo siguiente».

      El fútbol y su imagen, en efecto, eran sus preocupaciones. ¿Qué más podía existir? El viejo cartel publicitario anunciaba su cerveza con escenas de deporte y fiesta, con el lema de «No existe nada mejor». Tal vez es lo que Joe Freedy creía.

      Pero un día su padre le prestó un libro que hablaba sobre la Misa. Joe empezó a leerlo y descubrió que no podía parar. El libro presentaba la Misa en términos totalmente desconocidos para él. Basándose en la visión de Juan en el Libro del Apocalipsis, el autor hablaba de la Misa calificándola de «cielo en la tierra», y profundizaba en las implicaciones de la doctrina católica acerca de la Presencia Real. Jesús está verdaderamente presente en la Eucaristía (cuerpo, sangre, alma y divinidad), como cumplimiento de las promesas que realizó durante su ministerio terrenal. «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo» (Jn, 6, 51). «Y tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros» (Lc 22, 19). «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).

      Joe continuó leyendo y aprendió que cuando un sacerdote cita las palabras de la consagración, «Esto es mi cuerpo», Cristo se hace presente, asistido por todos los ángeles y santos. Y lo hace con toda la gloria que ha poseído desde el inicio de los tiempos, toda la gloria que tendrá hasta el final de los días. Esta presencia es la pura definición del cielo. Constituye una especie de anticipo, ya que todavía no podemos verle en su gloria. Sin embargo, no por ello es menos real ni menos glorioso.

      Estas verdades transformaron a Joe y estimularon sus deseos de acudir a la Iglesia. Así es como él mismo lo explicó: «Si una persona que jamás ha visto fútbol acude a un partido sin conocimiento alguno de reglas o estrategias, posiblemente no disfrutará del encuentro. Cuando entendí lo que ocurría en misa, disfruté de ella aún más».

      Joe comenzó a acudir a Misa con más frecuencia, hasta que lo hizo a diario. Sus compañeros de equipo percibieron desde el principio un cambio drástico. Joe seguía siendo Joe, pero había madurado, se tomaba la vida más en serio, y había perdido el interés por las fiestas.

      La nueva experiencia le hizo despertar a algo más. Escuchando con más atención en la oración, Joe no tardó en distinguir la voz del Señor. Dios le llamaba al sacerdocio.

      Continuó la temporada y la acabó con excelentes resultados, terminando en tercera posición en Buffalo, cuyo programa de fútbol se enorgullecía de contar con una antigüedad de más de un siglo.

      En la primavera de 2002 Joe se licenció en comunicaciones; tres meses después, comenzó sus estudios en el Seminario de San Pablo en Pittsburgh, donde seguiría un exigente programa de seis años como preparación para su ordenación. Continuó estudiando hasta obtener dos posgrados. El primero lo obtuvo en una universidad romana, y luego añadió a su brillante preparación unos estudios completos de lengua española en México, realizados durante su tiempo libre.

      La mañana del sábado, 21 de junio de 2008, el Obispo David zubik ordenó a Joseph Freedy sacerdote


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