Márcame, amo. Roberta Garza

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Márcame, amo - Roberta Garza


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de excepcionalidad desbordada. Las virtudes atribuidas a Raniere en sus biografías oficiales —que hablaba con frases completas al año y que leía de corrido a los dos; que su energía intelectual interfería con las computadoras y los aparatos electrónicos; que a los 12 dominaba por sí solo y en unas cuantas horas todo el currículo de matemáticas de preparatoria o que a los 13, autodidacta, tocaba piano a nivel concertista— son más falsas que un billete de tres pesos, pero es un hecho que desde muy joven el chico mostró gran facilidad para la manipulación; en entrevista del 28 de mayo de 2018, publicada en el diario The Epoch Times, cinco compañeros de Raniere de la escuela primaria Waldorf describen cómo uno de ellos cuchicheó, en las intimidades infantiles del patio de recreo, sobre una u otra andanza adolescente de su hermana mayor. Raniere le diría enseguida que la confidencia le había dado una botella de veneno que él sostendría por siempre sobre su cabeza; que, de quererlo, podría revelarle a la hermana o a los padres sus indiscreciones. Sobra decir que, de corta estatura, un poco bizco, arrogante y presuntuoso a pesar de su apariencia y sus maneras ordinarias, el joven Keith no era precisamente popular.

      En 1978 Raniere se gradúa de preparatoria, cumple 18 años y queda huérfano de madre pocos días antes de Navidad, cuando el cansado corazón de Vera deja de latir. De la orfandad pasó al Politécnico Rensselaer, donde conocería a Karen Unterreiter, desde entonces una de sus más fieles administradoras. Sus afirmaciones de haber sido un estudiante de excepción, el primero en haberse graduado con tres títulos —biología, física y matemáticas—, y calificaciones de excelencia se estrellaron contra una copia de la cartilla del instituto firmada por su secretario y consejero general, Craig Cook, presentada como evidencia en la corte, mostrándolo frecuentemente suspendido y con un promedio final de 2.26 que, en nuestro sistema decimal, equivale a un limítrofe 7.

      Al terminar la carrera esas notas le alcanzaron para emplearse como técnico de computadoras en una oficina de fianzas de la policía local, profundizando en su tiempo libre en el estudio de sus tres mayores influencias intelectuales, aquellas que conformarían su filosofía espiritual y sus principales decisiones a futuro: Amway —donde trabajaría unos meses—, la Iglesia de la Cienciología y Ayn Rand. Sobre las agresivas técnicas de venta de las primeras dos funda en 1991 Consumers Buyline, donde conoce a Natalie, una de las vendedoras estrella de la organización y quizá el prototipo de todas las mujeres sobre las cuales Raniere parasitaría el resto de su vida.

      Raniere mostró una temprana inclinación hacia la pedofilia: en 1993, una niña de 15 años llamada Rhiannon registró una acusación ante la policía del estado de Nueva York afirmando haber tenido relaciones con él hasta sesenta veces a partir de sus 12 años. Ella tenía problemas en la escuela, fleco rubio y frenos, y él recién había cumplido los 30. La madre de la niña, vendedora de CBI, le comentó de los problemas académicos de la pequeña y él se ofreció a tutorearla por las tardes. Lo primero que le enseñó fue a abrazarse “como hacen los adultos, juntando la pelvis”, quitándole la virginidad y abusando de ella a lo largo de varios años en su casa, en las oficinas de CBI o en el coche. Cuando Rhiannon finalmente fue a la policía, los detectives le pidieron portar un micrófono para obtener pruebas contra el abusador; ella se rehusó, pálida de miedo, y pidió cerrar el caso.

      Toni Natalie es chispeante y guapa —ojos de felino color jade, cabello azabache y nariz de Cleopatra—, pero con fragilidades emocionales quizá originadas en los episodios de abuso sexual que sufrió cuando era niña, y que Raniere le diría luego que podrían aliviarse haciendo tríos. Al conocerla, Keith la habría ayudado a dejar de fumar y la convencería de que su marido la engañaba con la nana de su hijo. “Él se convierte en todo lo que quieres y necesitas, y algo más. Llena todos los vacíos”, diría Natalie, quien pronto se divorciaría para mudarse a Clifton Park, la comunidad suburbana alrededor de Albany que sería el epicentro de esa telaraña.

      No vivirían juntos. Ella tendría una casa con su hijo y él conservaría su cuarto en el número 3 de Flintlock Lane, propiedad comprada por Pamela Cafritz, hija de Bill y Buffy Cafritz, distinguida pareja de la alta sociedad conservadora de Washington. Antes de conocer a Raniere, Pamela estaba por casarse con uno de los que llamamos buen partido. Luego se convirtió en la primera fondeadora y la más fiel de las lugartenientes de Raniere hasta su muerte en noviembre de 2016 por cáncer de hígado. Cafritz se encargaría de higienizar las consecuencias de los peores impulsos de Raniere; además de brindarle cierta estabilidad doméstica, hacía las aperturas y proveía las coartadas para que éste sedujera a jovencitas —invitándolas, digamos, a su casa, a pasear al perro—, y arreglaba los múltiples abortos que éste exigía de sus mujeres, ella incluída: él no aceptaba usar condones ni que sus parejas tomaran anticonceptivos, porque podrían engordar, decía. Raniere, ya con la mexicana Mariana Fernández como pareja principal, continuó usando las cuentas de banco y las tarjetas de crédito de Cafritz después de su muerte, en las compras del supermercado o para gastar miles de dólares en ropa para Fernández. Se estima que, en total, esas cuentas de banco custodiaban cerca de ocho millones de dólares. Raniere, nombrado por Pamela como ejecutor de su testamento, le cedería en México el cargo a Rosa Laura Junco poco antes de ser capturado.

      Los demás habitantes del número 3 de Flintlock eran la antigua compañera del politécnico, Karen Unterreiter y, para entonces, Kristin Keeffe, oficialmente el enlace legal del grupo y extraoficialmente la encargada de neutralizar a los críticos y disidentes por todos los medios posibles, legales y no; sus lugartenientes en México, como veremos más delante, fueron Emiliano Salinas y Alex Betancourt.

      Al fracasar CBI, Raniere y Natalie fundaron, en 1994, el National Health Network, una empresa de suplementos vitamínicos y naturistas que cerraría, en sus estertores, en 1999. Poco después la pareja se separaría. Cuando dijo adiós, Natalie recibió una carta que comienza amorosa y termina amenazante, además de una línea de tiempo, con dibujos, “de su caída final”. Cuando Natalie se rehusó a regresar con él, Keith le dijo que en su otra vida ella había sido Heinrich Himmler, y él y sus acólitos sus víctimas judías. A pesar de que Raniere pasaba los 30 años, la tesitura de sus comunicaciones emocionales es infantil dejando ver las profundas inseguridades que incubaron sus perversiones.

      Ante la ausencia de Natalie, Raniere comenzaría a apoyarse por completo en Nancy Salzman, una enfermera con quien gestó, el 20 de julio de 1998, Executive Success Programs, o ESP, la raíz del pequeño imperio del mal que a la vuelta del milenio sería conocido como NXIVM. Salzman, quien al conocer a Raniere le comentó a Natalie que éste le parecía un poco torcido, luego de convertirse en su socia afirmó que “Probablemente no haya descubrimiento, desde la escritura, tan importante para la humanidad como la tecnología del Señor Raniere”. El nombre de Vanguardia, adoptado por éste en su nuevo papel como gurú, lo había tomado de un videojuego intergaláctico de consola con el cual perdía el tiempo, de joven, al salir de clases.

      Raniere y Nancy elaboraron los 21 módulos que se convertirían en el prototipo de sus cursos intensivos de entre dos y tres semanas, ofreciéndoselos inicialmente a los clientes de Nancy, a quienes daba asesorías de vida. Fue entonces cuando Barbara Bouchey, en proceso de divorcio, toda caireles rubios y ojos de muñeca, se enrolaría. A la fecha ella es ambivalente en su juicio, expresando que en NXIVM y en el mismo Keith hay mucho de bueno, a pesar de haber recibido personalmente una buena dosis de su lado malo. Asistente cotidiana al juicio, cuando salió del elevador para enterarse, a las puertas de la sala de la corte, de la sentencia contraria a Raniere, se deshizo en un llanto agridulce. Barbara confesó que, al inicio, las atenciones de Raniere le causaban cierto rechazo; que, el último día de su primer curso, éste le regaló su propia copia de La Rebelión de Atlas, con pasajes subrayados y hojas manchadas, y le dijo: “Tú eres Dagny”, la heroína del libro que, luego de padecer a manos de múltiples hombres malos, por fin encuentra a su superhombre ejemplar, el genio industrial John Galt. Bouchey cree que, naturalmente, Raniere se veía a sí mismo como Galt.

      Barbara pasó pronto a engrosar el harén de Raniere, pero nunca vivió en la casa de Flintlock, manteniéndose, como antes Natalie, hasta cierto punto al margen de la comunidad, a pesar de llegar a ocupar una silla en el consejo de la empresa. Bouchey dice que tardó tiempo en darse cuenta de que su relación con Raniere no era exclusiva; cuando él se ausentaba y ella lo cuestionaba, Keith le decía que dejara


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