La noche de Iguala. Jorge Fernández Menéndez

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La noche de Iguala - Jorge Fernández Menéndez


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        Prólogo

        La noche de Iguala

        El testimonio de los sicarios

        El narcotráfico en Guerrero

        La Normal Rural Raúl Isidro Burgos, la historia guerrillera de Ayotzinapa

        El debate sobre la pira

        GIEI: No fue el Estado

        Epílogo

        Mapas de algunas organizaciones delictivas que operan en el estado de Guerrero

      Agradecimientos

      Son muchos los que han hecho posible esta publicación. Gracias sobre todo a mis directores en Excélsior, Olegario Vázquez Raña y Olegario Vázquez Aldir, porque buena parte de esta investigación se publicó, sin limitación alguna, en esas páginas, en la columna Razones. Gracias, junto con los Olegarios, a Ernesto Rivera, Ignacio Anaya y Pascal Beltrán del Río. Gracias a Ricardo y Benjamín Salinas, porque en adn40 de televisión Azteca, en el programa Todo Personal, pudimos no sólo relatar estas historias sino también mostrarlas a un público creciente, con absoluta libertad editorial, algo que siempre han garantizado Luis Armando Melgar y Luciano Pascoe, mis directores y queridos amigos. Gracias a Rafael Pérez Gay y Delia Juárez, que dieron cobijo a este trabajo y lograron esta excelente edición en Cal y Arena.

      El trabajo de investigación tuvo dos pilares insustituibles: Adrián Castillo de los Cobos y Cristina Pérez Ocampo, con el apoyo, también, de Mauricio García.

      Un adelanto de este trabajo se plasmó en el docudrama La Noche de Iguala, que realizamos en 2016 con mi gran amigo, el maestro Raúl Quintanilla, un filme boicoteado por ser políticamente incorrecto para aquellos que no se han molestado en diferenciar la propaganda de la investigación periodística.

      Desde tiempo atrás, pero sobre todo desde hace ocho años, mi trabajo profesional va de la mano, aunque sea en forma paralela, con el de Bibiana Belsasso, que me abrió un nuevo mundo. Ella es insustituible.

      Como diría Gustavo Cerati, gracias totales.

      Prólogo

       Cuando miras demasiado tiempo un abismo, el abismo mira también dentro de ti. Quien lucha contra un monstruo puede convertirse a su vez en un monstruo.

      Friedrich Nietzsche

      Cuatro años después de la desaparición y muerte de los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, no es verdad que no se sabe cuál fue su destino. Es inexplicable, por ejemplo, que se pida un nuevo peritaje en el basurero de Cocula cuando ya se realizó uno, avalado por cinco expertos internacionales, que sostuvieron que allí hubo un fuego que calcinó por lo menos diecisiete cuerpos y donde fueron encontrados restos que, siquiera en dos de los casos, fueron identificados como de las víctimas. Ese peritaje se realizó en Estados Unidos a pedido de la Procuraduría General de la República (pgr), los representantes de los familiares y el Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales, giei. El resultado es público.

      ¿Qué sucedió la noche del 26 de septiembre de 2014 en Cocula? Las autoridades y los familiares de las víctimas lo saben desde fines de ese año con toda claridad. Hay testimonios, algunos se han hecho públicos y otros no, de lo sucedido. Aquí les vamos a transcribir los más importantes. Son materiales que están en poder de las autoridades, de los familiares y de sus abogados. El relato es largo pero terriblemente contundente.

      El 16 de enero del 2015, Felipe Rodríguez Salgado, alias El Cepillo o El Terco, uno de los jefes de sicarios de Guerreros Unidos, contó cómo, la noche del 26 de septiembre, le avisaron a las nueve y media de la noche que les llevarían unos “paquetes” (así les dicen a las víctimas). Iban ocho patrullas municipales, con entre 30 y 35 policías y entre 38 y 41 “paquetes detenidos amarrados con mecates, algunos con esposas y otros ensangrentados”. Se fueron con todos ellos en un camión de tres y media toneladas al basurero de Cocula. “Antes de llegar al basurero pateé a uno de los estudiantes que iba debajo de mí y le pregunté quién los había mandado. Me dijo que los mandó El Carrete (jefe del cártel de Los Rojos) de Cuernavaca y en ese momento le marqué un x en la espalda con pintura en aerosol”.

      Dice El Terco que cuando llegaron al basurero los de abajo (iban todos apilados) estaban muertos por asfixia y que quedaban vivos unos 18 jóvenes.

      Agustín García Reyes, El Chereje, detenido desde octubre de 2014, cuenta que “al llegar al basurero El Jimy estacionó la camioneta y ambos empezamos a bajar a los estudiantes que traíamos atrás, los jalamos de los pies y los arrojamos al piso boca abajo y los cuatro (que iban en la camioneta pequeña) estaban vivos”. Enseguida, dice El Chereje, “llegó la camioneta grande y El Cepillo (el Terco), El Jona, El Pato, El Chequel, El Güereque y El Primo, así como El Bimbo y El Pajarraco empiezan a bajar a los estudiantes que iban amontonados y estaban acostados a lo largo unos sobre otros, boca abajo. No iban amarrados y los comienzan a bajar y los dejan a todos acostados boca abajo y los amontonan… les empiezan a preguntar a qué venían a Iguala. Y los estudiantes, dice, al principio no respondían nada, pero los mismos estudiantes nombraron a una persona apodada El CochilocoEl Terco y El Pato le empiezan a preguntar al Cochiloco a qué habían venido. Y él respondió que por la esposa de Abarca… Le disparan en la cabeza a unos veinte o veinticinco. El Terco nos dice a mí y al Bimbo que empecemos a jalar los cuerpos que ya estaban muertos y los ponemos a la orilla del basurero… el primo del Bimbo y La Rana los agarran de pies y manos y los arrojan al basurero… a los que quedaban vivos los bajaron caminando al fondo del basurero, unos veinte aproximadamente”. Distintos testimonios de los sicarios detenidos coinciden en que éstos fueron muertos a palazos.

      “Comenzamos a amontonar muchas piedras y empezamos entre todos a acarrear los cuerpos hacia el círculo y los vamos acomodando. El Terco les echa diésel o gasolina de un galón de veinte litros, les prende fuego con un encendedor y les vamos echando leña y plástico… comienzan a arder y yo, –dice El Chereje– sigo juntando botellas, llantas, cualquier plástico para que no se apagara el fuego”.

      Cuando los están quemando, cuenta otro sicario, Salvador Reza Jacobo, El Lucas, que “le echaron relajo a El Jona y le dijeron ‘a que te rajas, Jona, a comerte un pedazo de carne humana’ y el Jona agarró un pedazo de carne y se lo comió. Dijo El Jona que sabía bueno y El Pato dijo que cuando se están quemando huele mejor que la carne asada”.

      Cuenta El Chereje y coinciden los demás sicarios que “permanecimos cerca de quince horas, hasta que nos dieron las cinco de la tarde… esperamos que se enfriaran las cenizas y los recogimos con la mano y unas botellas. Sólo había una pala. Ocupamos cerca de ocho bolsas de basura… llegamos al río San Juan como a las seis de la tarde y empezamos a arrojar las bolsas completas al río y de ahí nos regresamos”.

      Esa es la terrible historia, relatada por los victimarios, confirmada por pruebas y


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