Tú comunicas. Paco Egea
Читать онлайн книгу.—¡Joder!, ya me gustaría a mí tener ese problema —cambia el tono, reconviniendo a su amigo—, pero no, te las estás dando conmigo, lo que dices me suena a falsa modestia, perdona, ¿eh?, del tipo mi problema es que soy muy perfeccionista y tonterías así. No cuela. Tu problema no es ese, así que suéltalo.
—Pero si no me dejas —se apresura Juan—. Espera, ¿sabes esos libros que te encuentras en la sección de empresa? Apunta a las estrellas y llegarás a la luna, Si funciona, cámbialo, Fidelizar sin límites…
—Mejor no te contesto a eso —le corta sonriendo—. Te creía más selectivo, esa literatura no es propia de ti, ¿por qué no lees cosas que merezcan la pena?
Juan insiste en llevarle a su terreno, porque tiene una idea y la quiere desgranar paso a paso.
—Pero dan el pego, Javier, esas chorradas funcionan. Déjame que vuelva atrás: cuando te he dicho que solo sé hacer las cosas bien, fíjate que he puesto el acento en «solo». Es decir, que ahí me quedo, sé hacer lo que sé hacer. Y punto. ¿A que no suena tan bien?
—¿No las entregas a tiempo?, ¿las cosas?
—Hombre, ¡claro!
—¿No te entiendes con tus clientes?
—Bueno, sí, eso forma parte de hacer las cosas bien: entenderlos, que se sientan seguros… todo eso es más de lo mismo, la misma cuestión.
—… ¿Y?
—Que no cotiza, ¿entiendes?, que eso no vende.
—¡Anda ya! —Javier gesticula, las consumiciones llegan, la charla sigue—, no te enredes, Juan. ¿Y qué vende? ¿Cuatro anécdotas elevadas a nivel de categoría? ¿Toda esa jerga motivacional con ideas para triunfar en diez pasos? ¿Las ocurrencias y obviedades que se exponen como hallazgos? ¿Eso es lo que vende?
—No menosprecies el asunto porque todo esto me temo que apunta a donde hay que ir.
—Pero es que no solo nos están diciendo a dónde ir, sino cómo llegar —Javier se pone serio, con aire de cabreo—. Que seas más competitivo, que nunca te conformes ni relajes, que pises al que se ponga por delante. No te veo, yo ahí no te veo.
—¡Eso es! —Juan asiente con vehemencia—, ni me ves tú ni me veo yo. Es que esto va de reinventarse cada día, mantener la tensión, avanzar, avanzar, avanzar.
—Sí, claro, y crecer, crecer, crecer. A ver si terminamos no cabiendo ni en nuestro pellejo. ¿Porque lo diga quién?
—El mercado, la competencia, el cliente. ¿Sigo? Nada vale para siempre. Eso es de cajón. El ciclo de la vida.
—Claro, y tú estás haciendo ahora lo mismo de siempre. Ni te has adaptado, ni has aprendido ni mejorado. No estudias, no trabajas, no progresas. Pues óyeme, ese no es el Juan que yo conozco, y te conozco. Lo que yo veo es otra cosa.
—¡Por eso estoy aquí! —Juan se anima solo. Se arranca—: Porque necesito que me cuentes lo que ves, es que yo ya me lo sé y a lo mejor no me gusta, ¿no?
—Veo conocimiento, sensibilidad, responsabilidad…
—O sea, que me ves pasado —Juan en plan víctima—. Y mayor. Dímelo a las claras y acabamos antes.
—… creatividad, entusiasmo, disponibilidad…
—¡Para, para! —replica Juan alterado—, que no voy a levantar cabeza. Eso, a lo mejor también lo veo yo y no mola, ¿entiendes? Pero nada de nada.
—Así que o eres disruptivo, emergente, digital, o estás hecho añicos. ¿Quién te lo ha contado?, ¿esa chorrada?
—¡Lo veo, Javier, lo veo! No me lo tienen que contar. Si te quedas en lo que sabes hacer bien, estás yendo para atrás.
—Ya, y mientras tanto adelantan sin parar los que se montan su película, pero no la terminan. Buenos para los discursos, no tanto para el curro de verdad. ¿Sabes esas empresas con treinta jefes por cada cinco trabajadores? Ahí los tienes.
—¡Y son legión! Ahora el antiguo eres tú. Tienes que relacionarte más.
—Escúchame, Juan —Javier con tono transcendente—, ¿qué clase de sociedad es esta que aparca a la gente valiosa? No, hombre, no, deja de agobiarte. Busca a los que funcionan como tú antes que renunciar a ser quien eres. Los habrá, ¿no? Hay gente para todo, valores A, valores B, valores C.
—Llevo toda la vida siendo quien soy.
—Y yo lo aprecio mogollón.
—¿Tú y cuántos más? —Juan, más que preguntar, parece que afirma, resignado.
—No me puedo creer lo que estás diciendo. Mira, lo que está bien está bien. Y punto.
—Sí, y punto final, porque tengo que marcharme, pero ya. Comemos pronto, ¿eh? —se despide Juan.
—Llámame, y un beso a Belén. Chao.
—Adiós, un abrazo, venga.
Paga Javier, que se demora un poco más, pensativo. Aprecia a Juan, pero está seguro de que no ha sabido darle una respuesta. De repente, se ve defensor de valores eternos, pasados de rosca y de moda. Se dice que tendrá que darle vueltas al asunto. Una cosa es que su mundo sea uno y otra no entender lo que está pasando. No entender lo que nos está pasando.
El entorno
Dónde nos movemos y cómo está el patio. Revuelto casi siempre, que es el sino de todos los tiempos. Nos podemos hacer muchas preguntas, pero lo importante es conocer las respuestas. El ámbito puede ser hostil o, aunque menos común, humano y conciliador. No es lo mismo que el lugar esté lleno hasta la bandera, como si del partido de un Clásico se tratara, o que haya más claros que nubes. En el primer caso, las entradas cotizarán hasta en la reventa. Caro. En el segundo, puede incluso que te salga gratis colarte en la fiesta. Y no es lo mismo. No es lo mismo moverte a empujones que pasear a tus anchas. Si haces lo que todos, te sentirás como en el metro en hora punta. Si tienes una especialidad, el viaje será de placer. Analiza el entorno con detenimiento. Costumbres país. Cultura de empresa. Modelo de familia. Comunidad de relaciones.
Las decisiones
Dónde estás y por qué es el inicio. Fase de estudio. Dónde podrías estar y cómo llegar es el reto. Fase de decisiones. Hay que eliminar lastre, centrarse en lo esencial y apostar duro. Tomar un camino, abandonar otro. Utilizar las fortalezas, aprovechar las oportunidades.
Una pista que afecta al enfoque de la cuestión. ¿Eres lógico o eres psicológico? O lo que es lo mismo, ¿convences probando o convences emocionando?
Para decidir sobre los objetivos partamos de las dimensiones cualitativa y cuantitativa. Cualitativos: a quién te quieres dirigir. Cuantitativos: a cuántos y en cuánto tiempo. Y una fórmula para acotarlo es definirlos por tipos y clasificarlos. Los que son y los que no: objetivos de actitud, de imagen, de comportamiento, de apoyo a una idea, de prestigio, de formación, de crear confianza, de aprovechar una ocasión, de fidelizar personas, de ganar amigos, de informar, de preparar un cambio, de solicitar una entrevista. Tus objetivos son solo tuyos y fluyen cuando les dedicas el tiempo de introspección preciso.
También tendrás que tomar decisiones sobre la posición que vas a ocupar. Posicionar es colocar algo en un lugar determinado. Y no es un concepto abstracto, sino hasta físico. El posicionamiento se define estableciendo algún tipo de relación. Una ciudad está cerca del mar, entre montañas, al noroeste, más arriba de esto o más a la derecha de aquello. Esto o aquello son los puntos de referencia que definen la posición. La posición es, en realidad, una oposición: frente a esto o frente a lo otro. Tú estás allí y yo estoy aquí. Me defino por oposición. Y esto es así porque en el proceso de aprendizaje, la mente humana necesita relacionar unos elementos