Más allá de la emoción. Marta Povo Audenis

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Más allá de la emoción - Marta Povo Audenis


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que la refleja’

      Ego y alma

      El ser humano es muy complejo, lo sabemos, porque más allá del Cuerpo visible está compuesto simultáneamente de dos grandes realidades evidentes: nuestra Esencia y nuestra Personalidad. Prefiero llamarle personalidad que ‘ego’, por la carga negativa que tiene esa palabra (que popularmente siempre se asocia a ‘egoísmo’). Y también elijo y prefiero denominar al alma o el espíritu como nuestra Esencia. Pero definamos en muy pocas palabras esos dos conceptos del que tanto se ha escrito: la Esencia es lo innato en el hombre y la personalidad es lo adquirido.

      La Personalidad puede ser modificada, puede ir cambiando con el tiempo, siempre está sujeta al paso del tiempo y a las circunstancias. La Esencia es infinita e intrínseca, no se puede cambiar o moldear tan fácilmente como la Personalidad egoica. Esas dos realidades existenciales, ego y alma, conviven en nosotros durante toda la vida, desde el primero hasta el último día y habitan en el Cuerpo. Ese pack entero es nuestra ‘huella’ y nuestra presencia en el mundo.

      Cuando hablamos de Esencia (algunos prefieren llamarlo ‘conciencia’) también nos referimos a los valores innatos, al potencial, al tono natural, frecuencia o campo energético de cada uno. Por ejemplo, alguien que por naturaleza tiene una facultad artística concreta o un gran oído musical, o una facilidad para hablar muchas lenguas, o una clara capacidad de escuchar, de comunicar y empatizar, o una gran capacidad de cálculo y abstracción, o una gran agilidad en bailes o deportes… Todo eso son cosas que proceden de nuestra Esencia, son cualidades innatas, facultades naturales, fortalezas, potenciales de base, siempre es algo que nos sale solo, que nos sale fácil, algo que es natural en cada uno. En realidad con estos ejemplos rememoro las múltiples inteligencias, un concepto de Neurociencia del que hablaremos ampliamente en un capítulo posterior.

      Por el contrario, nuestra Personalidad en realidad se podría definir como todo lo aprendido, aunque muy a menudo sea aprendido o adquirido inconscientemente, o por pura imitación. Nuestra personalidad es un cúmulo de aprendizajes e influencias recibidas, son nuestros gustos y aversiones, son hábitos y mimesis, son las etiquetas y las creencias, es todo lo que hemos ido adquiriendo desde que nacimos. No es realmente nuestro color o tono innato, es solo una pintura superficial, un barniz teñido de mil influencias (padres, escuelas, país, ideas, contagios culturales y sociales...) adquiridas paulatinamente desde el nacimiento o incluso desde la etapa prenatal.

      Lo más interesante a observar, según mi parecer, es que la personalidad es más educable que el alma. De hecho, son moldeables los dos aspectos de nuestro ser, esencia y personalidad; pero uno depende del otro. La personalidad, ese personaje que procede de todo lo aprendido, es susceptible de seguir aprendiendo cosas, de renovarse y reciclarse, con el fin de corregir malos hábitos, aversiones, patrones enfermizos, etc. Podemos ir moldeando nuestra personalidad, en especial para estar más saludables psico-energéticamente, para sentirnos más en paz con nosotros mismos, para ser más coherentes con nuestra esencia, con nuestra divinidad. Eso desde luego requiere un gran trabajo de autoconocimiento, un discernimiento claro de lo que ‘no queremos ser’ y requiere sobretodo una determinada voluntad de cambio.

      Al ir moldeando nuestra personalidad, al tiempo que vamos modificando nuestro ego o personaje, vamos adquiriendo más cualidades o potencialidades, tal vez más bondad, lucidez, amorosidad; y todo eso es exactamente lo que luego pervive y se instala en nuestra Esencia. Es decir, al educar nuestra personalidad, de forma natural educamos y transformamos a nuestra alma o esencia espiritual, la amplificamos, la expandimos, le damos más valores, más ‘calidad’. Educar, moldear y transformar el ego, es el único medio por el cual amplificamos los valores y la calidad de nuestra alma. El ego y el cuerpo son vehículos, realidades pasajeras, para moldear el alma.

      No obstante, para re-educar nuestra personalidad en aspectos más positivos o menos enfermizos, es muy necesario reconocer y atender a cada una de las emociones que nos provocan ese ‘cambio’. Conocerse a sí mismo fue uno de los principios de base de la antigua Psicología. No podemos ignorar o reprimir nuestras emociones; son completamente necesarias y muy útiles, tan útil como lo es el raciocinio. Recordemos que e-moción significa movimiento, cambios, pasos, no estancarse, avanzar. Cambio es renovación y transformación. Nada cambia sin movimiento o desplazamiento.

      La personalidad, así como el cuerpo, son tan necesarios para el desarrollo del hombre como su esencia o alma. Somos un pack de tres componentes, que siempre van juntos, cuerpo, ego y alma. Pero igual que la materia tiene sus leyes (las del cuerpo y su fisiología) también la personalidad, las relaciones y la psicología también tiene sus propias leyes y mecanismos específicos.

      Podríamos establecer un orden jerárquico de las tres realidades existenciales; a nivel de importancia o sutilidad, en primer lugar estaría la esencia, nuestro espíritu único, alma o divinidad peculiar. En segundo lugar estaría nuestro tipo de personalidad, nuestras cualidades-defectos en tránsito de transformación constante. En tercer lugar estaría el cuerpo y su molde energético (cuerpo etérico o bio-eléctrico) con sus instintos vitales, que es la ‘realidad’ de nuestra materia densa. Es decir, tenemos un organismo visible, en el cual se aloja nuestro ego, y poseemos esa alma que también ‘habita’ en nuestro cuerpo.

      La confusión de esa jerarquía (confundir el lugar director del alma, y dar rienda suelta a los deseos de la personalidad o a los dictados del cuerpo) procede de confundir algo clave: ¿a quién le damos la prioridad (al ego o al alma)? Y la confusión también procede de la falta de autoconocimiento y de observación. Recordemos que esa falta de conocimiento de nosotros mismos ha aumentado mucho hace pocos siglos, exactamente desde que a partir del siglo XIX le dimos más importancia a la razón y a la materia que a los sentimientos y las emociones.

      Cada una de las tres realidades de nuestra persona tiene sus funciones específicas; de la misma manera que necesitamos saber algo de nuestro cuerpo y el funcionamiento de sus órganos para tener una buena salud, también necesitamos conocer la calidad de nuestras emociones, el mecanismo de los sentimientos que se instalan a partir de ellas, y necesitamos así mismo observar nuestros pensamientos, razonamientos, ideas e intenciones. Además, así podremos ver también cómo manejamos todo ello en nuestras relaciones con otros seres sensibles, que a su vez, como individuos también tienen esas tres realidades en constante funcionamiento.

      Experiencia personal, después de la lectura de la 1ª parte:

      1/ Partiendo de la lectura atenta de la Primera Parte, comparte las ideas o frases que hayas subrayado o señalado, y expresa (a poder ser en grupo) porqué aquello es relevante para ti.

      2/ De tus emociones vividas hasta ahora, tanto si son agradables como desagradables, escoge solo dos, e intenta ver que enseñanza has obtenido de ellas, como las has procesado, y qué han comportado en tu vida futura, la que vives Ahora. En los siguientes capítulos podrás recordar más emociones distintas y podrás ampliar este ejercicio, pero de momento enfócate solo en dos que hayan sido relevantes y empieza a elaborar una forma de exteriorizarlo, verbalmente o por escrito, aunque se aconseja de las dos maneras.

      3/ Para los profesionales: adapta el contenido de esta Primera Parte al tipo de alumnos, pacientes o personas con las que te relacionas habitualmente, según sus edades y características.

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