Elementos históricos, políticos y militares para comprender las relaciones Colombo-Venezolana. Martha Ardila

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Elementos históricos, políticos y militares para comprender las relaciones Colombo-Venezolana - Martha Ardila


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Fuerzas Militares colombianas presentan rasgos similares con otras sudamericanas como la brasileña, chilena y venezolana, aunque esta última refleja una serie de variaciones que indican una estrecha interacción político-militar orientada a liderar acciones de expansión y liderazgo del proyecto bolivariano. Históricamente, las Fuerzas Militares de Colombia (FF.MM.) se han constituido en actores relevantes dentro del proceso de construcción del país, pasando de cortos períodos de paz a prolongados estados de guerra y conflictos. Lo anterior se pone de manifiesto en el conflicto interno que superó cinco décadas, así como en la rivalidad con Venezuela, desde la disolución de la Gran Colombia en 1830.

      Al respecto, Colombia ha mantenido, a lo largo de su historia, una relación de proximidad amistosa y conciliadora con Venezuela, pese a que ha sido una vecindad difícil, caracterizada por la desconfianza mutua con “largos períodos de distanciamiento y conflicto, y breves y esporádicas fases de cooperación” (Ramírez, 2002, p. 116). De ahí que en el marco de la hipótesis de guerra que se tiene con el vecino venezolano, las FF.MM. han elaborado planes para prepararse ante una eventual incursión a su territorio, sustentado en el persistente diferendo limítrofe y el marcado interés de Venezuela por las áreas marinas y submarinas en litigio, respecto al golfo de Coquivacoa (o de Venezuela como lo denominan los venezolanos).

      A pesar de incidentes como el de la Corbeta Caldas que llevó a los dos países al borde de una guerra en 1987 y dio lugar a que las FF.MM. elaboraran el Plan de Guerra-93, se mantuvo una cordial relación con sus homólogos de las Fuerzas Armadas Nacionales de Venezuela (FF.AA.NN.). Si bien los distanciaba el diferendo marítimo, se unían alrededor de la lucha contra las guerrillas y en el combate frontal contra el narcotráfico, las autodefensas ilegales, el contrabando, el secuestro, las extorsiones y las bandas criminales, entre otros fenómenos de inseguridad fronteriza. También participaban en ejercicios militares binacionales con Venezuela y en los entrenamientos multinacionales, con la presencia de las fuerzas armadas de la región, lideradas por los Estados Unidos. Un claro ejemplo son las operaciones Unitas cuyo inicio data de 1960, en aguas venezolanas, esencialmente ejercicios navales para promover la defensa hemisférica colectiva, en las que anualmente acompañaba Venezuela.

      Además, en el último decenio del siglo XX, se alcanzó una mayor cercanía y un mejor relacionamiento bilateral, lográndose la desgolfización de las relaciones, tanto en el plano diplomático como en otros sectores estatales, especialmente el militar, con la activación de un mecanismo de cooperación militar y apoyo mutuo que nunca antes se había tenido: la Comisión Binacional Fronteriza, Combifron, y la Comisión Presidencial para Asuntos fronterizos, Copiaf. Sin embargo, con la llegada de Chávez al poder, y la forma en que estructuró su política exterior, distanció política e ideológicamente a ambos países y elevó los índices de inestabilidad, en particular por la visión histórica de Colombia en su cercanía a Estados Unidos (González & Galeano, 2014).

      Es así que en las dos últimas décadas, a raíz de los cambios políticos, económicos, sociales y militares presentados en Venezuela, sus relaciones con Colombia han estado signadas por los encuentros, desencuentros, tensiones y conflictividad. Ante esa compleja situación cambiante y fluctuante, las FF.MM. se han mantenido expectantes y alertas, toda vez que los acontecimientos desarrollados, en contraste con la época anterior a 1999, pudieron transformar al vecino país en una real amenaza, no solo para la seguridad nacional de Colombia sino también para la estabilidad de la región.

      La problemática que contextualiza este libro, surge a partir del ascenso al poder de Hugo Chávez en 1999, con la construcción del liderazgo de Venezuela en la región, vinculado al denominado proyecto revolucionario bolivariano Socialismo del Siglo XXI y su cercanía con Rusia, China, Cuba e Irán, lo que ha generado preocupación y tensión en el desarrollo de sus relaciones con Colombia y Estados Unidos. Esto se explica porque Venezuela “asume tres posturas en materia de política exterior. (…) un discurso antinorteamericano, (…) un espíritu expansivo mediante el cual buscaba irradiar sus ideas socialistas a la región y, por último, la construcción de alianzas con actores extra continentales” (González & Galeano, 2014, p. 87), cuya característica es la de ser contradictores de la política internacional estadounidense. Hasta entonces, los gobiernos venezolano y colombiano mantenían ideales afines frente al problema de las guerrillas y ambos países las veían como un enemigo común de sus naciones, facilitando que en sus relaciones bilaterales se diera la participación activa y de cooperación para combatirlas. Empero, desde la llegada de Chávez, su gobierno comienza a ver al ELN y a las Farc no como un problema común que necesitaba cooperación binacional, sino que no las reconoce como terroristas. De hecho, “se declaró neutral frente al conflicto, con lo que equipara la legitimidad internacional del Estado con la de la guerrilla y estableció comunicación directa con esta última sin el aval del gobierno colombiano” (Ramírez, 2004, p. 152), consintiendo que mantuvieran campamentos en territorio venezolano, lo que agudizó las ya perturbadas relaciones bilaterales entre los dos países. Además, la Combifron, que se había constituido en una conquista de entendimiento militar bilateral, en materia de seguridad, se terminó unilateralmente por el gobierno de Chávez, al extremo de prohibirles a los comandantes militares venezolanos entablar comunicación con sus homólogos colombianos.

      Simultáneamente, la Fuerza Armada Nacional de Venezuela ha estado sometida a profundas transformaciones, iniciadas con la modificación de la Constitución Política de 1961 por la de 1999 y la expedición de leyes habilitantes. La promulgada en 2005 recibió el nombre de Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional (Lofan y las subsiguientes en 2008, 2009, 2011 y 2014, cambiaron su denominación a la de Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, Lofanb). Los cambios fundamentales se han ido introduciendo, principalmente, en lo político e ideológico, reestructurando su doctrina, organización y fortaleciéndose sus capacidades militares, cuya finalidad es la de potencializar el campo de la seguridad y la defensa nacional, adoptando el concepto de defensa integral de la nación. Esto, bajo la estrategia de la “unión cívico-militar”, incorporada en la Ley orgánica de la FANB 2008, con la creación de la Milicia Bolivariana para complementar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en dicha defensa, frente a potenciales enemigos. Para ello, se dividió el territorio en Regiones de Defensa Integral1.

      Por otra parte, las relaciones que se habían logrado manejar de manera independiente en lo político y comercial, hasta el 2008, sin que lo primero afectará lo segundo, comenzaron a tener una interacción entre lo económico y lo político. Esta situación se mantuvo hasta el cambio de gobierno “con la llegada a la presidencia de Juan Manuel Santos (en 2010), quien buscó desde un comienzo el restablecimiento y normalización de las relaciones binacionales” (González & Galeano, 2014, p. 94). Poco después de posesionado Santos, se renormalizan las relaciones y se da inicio al proceso del acuerdo general para la terminación del conflicto entre las Farc y el gobierno colombiano (4 de septiembre de 2012), con Venezuela y Chile como países acompañantes.

      Con la muerte de Chávez el 5 de marzo de 2013 y la llegada de Nicolás Maduro a la Presidencia, no obstante el declive en el liderazgo regional venezolano, se le da continuidad al proyecto de la revolución bolivariana Socialismo del Siglo XXI. En este año, se agudizan las tensiones entre Colombia y Venezuela, por lo que sumado a su situación interna, las FF.MM. que se han dedicado primordialmente a la atención del conflicto armado interno con las guerrillas colombianas, realizan una revisión, actualización y replanteamiento al plan de guerra 1993. Surge así, veinte años después, el “Plan de guerra 2013”. La problemática con Venezuela, cobra mayor relevancia con los cierres de la frontera ordenados por Maduro desde 2014, bajo el argumento que el tráfico ilegal proveniente de Colombia entra a territorio venezolano y, también, como parte de una ofensiva emprendida contra el contrabando y el paramilitarismo. En consecuencia, genera una crisis humanitaria que se agrava por los actos violentos de las autoridades venezolanas en las operaciones de desalojo, afectando no solo la integridad de las personas, sino también la separación de las familias. Según cifras de la ONU “Venezuela deportó a por lo menos 1.532 colombianos, y otros 18.377 regresaron por miedo a ser expulsados” (EFE & AFP, 2015). A todo esto, se agrega la crisis económica que originan las medidas del cierre unilateral, por cuanto han producido perjuicios millonarios


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