La democracia de las emociones. Alfredo Sanfeliz Mezquita

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La democracia de las emociones - Alfredo Sanfeliz Mezquita


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generaban un freno al desarrollo de otras actividades creadoras de riqueza y de bienes y servicios verdaderamente disfrutables. Los AER€OS en su momento habían sido verdaderamente valiosos por permitir respirar, y propiciar el desarrollo de un sistema motivador para encontrar soluciones que permitieran a más y más personas sobrevivir tras la caída del gran meteorito. Pero recuperada la respirabilidad del aire, su permanencia como moneda de cambio con todo el sistema regulatorio financiero e intereses creados en torno a ellos se convirtió en una verdadera lacra. La regulación modulaba todo el sistema de las relaciones sociales y económicas dentro de la comunidad, pero se había convertido en un freno para la mejora del bienestar social, que ya no dependía del AR.

      A pesar de que el AR era accesible a todos y excedentario, el mundo de los airis ya no era capaz de darse cuenta de ello y no podía concebir su funcionamiento sin AER€OS. Los ciudadanos no eran capaces de observar la estúpida espiral a la que la sociedad se encontraba sometida y tanto los más establecidos en el poder como los empresarios se resistían a verlo y al cambio por su natural lógica de protección de sus privilegiados intereses construidos sobre el sistema de AER€OS. No eran capaces de hacerse conscientes de ello al estar anclados en arraigadas visiones que preservaban sus privilegios.

      Las diferencias, insatisfacciones y fricciones en la sociedad fueron agravándose, provocando más y más malestar, y frenando una feliz evolución y desarrollo de la sociedad para encajarse felizmente en el nivel de desarrollo alcanzado. La sociedad estaba distraída en luchas internas derivadas del reparto de AER€OS excedentarios, lo que provocaba grandes limitaciones para enfrentarse a los nuevos retos, dificultades y amenazas que la evolución y el desarrollo social alcanzado habían traído a la sociedad. Los AER€OS y su sistema de administración, que a lo largo de siglos había sido fundamental para desarrollar tecnología y mecanismos que permitieran respirar a más y más personas, comenzaron a ser el gran lastre para una satisfactoria evolución de la sociedad adaptada a los tiempos y al excedentario nivel de aire respirable alcanzado.

      Tras mucho muchos años de dudas y fricciones internas se iba haciendo claro el cambio de era. Con el paso del tiempo esa falta de consciencia para abandonar una vida secuestrada por la búsqueda y acumulación de AER€OS provocó una progresiva degradación de la convivencia y la satisfacción social que afectó a su población, dividida y confrontada. A pesar de lo destructivo de la situación, el anclaje de unos y otros en marcos mentales ya obsoletos dificultaba una nueva mirada a la realidad. Además, aun cuando más y más airis iban observando lo absurdo del sistema, la falta de concepción de otras alternativas de ordenación de la convivencia hacía difícil vislumbrar el abandono de la predominancia de un sistema social guiado, movido y ordenado en clave de AER€OS. ¿Cómo poner valor y precio a las cosas si no era en AER€OS? ¿O cómo remunerar a los trabajadores?

      No fue capaz la sociedad en su conjunto de cambiar sus paradigmas sin pasar por su casi total destrucción. Solo unos pocos airis que habían despertado y tomado conciencia de ello consiguieron sobrevivir iniciando con valentía su marcha de la comunidad para empezar una nueva era. Y solo estos, con mayor consciencia y coraje, caminaron y caminaron en la difícil búsqueda de la Tierra del Sentido, donde esperaban encontrar y crear el equilibrio entre el espíritu y la riqueza en un nuevo y pleno entorno de bienestar.

Illustration

      En unas páginas retomaremos la historia de los airis supervivientes tras conocer la fábula de «Los habitantes de la Gran Laguna».

      Lo que escasea en nuestra sociedad hoy no es riqueza sino otras cosas, pero nos cuesta verlo

      Cada época de la historia se encuentra anclada en determinadas visiones y paradigmas que de alguna forma condicionan o limitan la visión de la realidad y llevan a quienes en ella viven a tener miradas e interpretaciones muy restringidas del funcionamiento del mundo. La acumulación de años mirando y pensando de una determinada forma nos hace creer que las cosas no pueden funcionar de otra manera y las inercias, la excesiva implicación, el miedo al cambio y la falta de pausa y perspectiva para la reflexión nos impiden observar fenómenos que son claramente visibles desde perspectivas no implicadas y cegadas con el paradigma, tal y como les ocurría a los airis en la época de nuestra fábula.

      Nuestra privilegiada sociedad occidental se encuentra actualmente sometida a la limitadísima visión que se deriva de su alto nivel de riqueza, de la gran financiarización de nuestra economía y de lo que me gusta llamar analfabetismo emocional de Occidente. El dinero, las finanzas y nuestros sistemas de medir la rentabilidad y el reconocimiento social comparten en gran medida las reflexiones y fenómenos que se dieron con los AER€OS en la tierra de los airis. Desde fuera hoy no nos cuesta observar el secuestro en el que se encontraba la sociedad de los airis sometida por un sistema que, si bien fue una gran fuente de valor y riqueza durante muchos siglos, llevó finalmente a su total degradación y desaparición.

      Hoy Occidente no tiene problemas de riqueza, como tampoco tenían problema de aire respirable los airis en los últimos tiempos. Pero, sin embargo, las instituciones y fuerzas que mueven el mundo declaran casi por encima de cualquier otra prioridad la necesidad de promover el crecimiento del PIB y la rentabilidad y productividad de las empresas. Aunque sorprenda escucharlo, nuestra riqueza es excedentaria y nuestros problemas no provienen de la insuficiencia de la misma. Es difícil ya disfrutar de más riqueza, si bien confundimos el disfrute de riqueza con el disfrute de los privilegios, diferencias y estatus que nos procura la acumulación de dinero, como antaño se les procuraba a los airis la acumulación de AER€OS.

      Como pensaban los airis en relación con el aire respirable, hoy en Occidente creemos que crear y acumular más riqueza nos procurará mayor bienestar. Asociamos bienestar a cantidad de riqueza material e incluso financiera. Pensamos que es la riqueza lo que es escaso, cuando lo que es escaso es la capacidad para administrarla disfrutando verdaderamente de ella. Y muy relacionado con ello resalta la escasez de trabajo digno y acoplado a las circunstancias y perfiles de cada uno y en la medida de lo posible con un acoplamiento amable a la trayectoria vital de las personas. Pero, por más claro que ello sea, el mundo no es capaz de verlo, como tampoco vieron los airis que el sostenimiento de su sociedad apoyado en su sistema de AER€OS era inviable.

      También hoy los poderes establecidos y quienes disfrutan de los privilegios de su posición se resisten a tomar conciencia de ello ante el miedo al cambio, a lo nuevo y a perder posiciones. Es normal y comprensible, e incluso diría que no reprochable. Pero el tiempo, como ya ocurrió con la desaparición de los airis, castigará a los individuos o sociedades que no despierten para ver nuevas realidades y dar un salto evolutivo para asumir e integrar nuevos paradigmas acordes con nuestro nivel de desarrollo y evolución. Un salto que nos lleve a tomar consciencia de que vivimos en una sociedad de la abundancia y a adentrarnos en una nueva era de la amabilidad construida mucho más sobre la rentabilidad espiritual y la sostenibilidad emocional del mundo que sobre la rentabilidad financiera, como desarrollaré a lo largo de este libro.

      Las personas, además de comida necesitan una causa, su sentido, sentirse útiles, pertenencia. Y en Occidente, con los estómagos bien llenos y sabiendo en el fondo de nuestro ser que comida no nos faltará, se hacen más y más presentes las inquietudes, sociales, existenciales y de sentido.

      La ausencia de trabajo para todos es un fenómeno creciente. En un mundo guiado por la competencia y la productividad, pocas dudas hay de que, para la inmensa mayoría de los trabajos, las máquinas, los robots o los ordenadores son y serán cada vez más eficaces y rentables que las personas, además de ser mucho menos problemáticos. Y en este estado de cosas y mientras los valores supremos sean la productividad y la competitividad, las personas tienen que encontrar su hueco (incluyendo su salario) luchando por una causa que les haga sentirse con un propósito, luchar por algo, encontrar una dirección, y asociado a ello su sustento económico. Y es esto lo que en gran medida propicia el nacimiento de miles de luchas y movimientos en defensa de unas y otras causas que nos dan sentido. Pues unos buscan su hueco y su poder a través del juego del Monopoly de las finanzas y otros lo buscan con el arte de la comunicación, la reivindicación, las llamadas de atención, la creación de relatos etc.

      Somos


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