El estallido social en clave latinoamericana. Danilo Martuccelli

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El estallido social en clave latinoamericana - Danilo Martuccelli


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      © LOM ediciones

       Primera edición, julio de 2021

       Impreso en 1.000 ejemplares

       ISBN Impreso: 9789560014313

       ISBN Digital: 9789560014870

       RPI: 2021-a-6564

       imagen de portada: Paulo Slachevsky

       <https://www.flickr.com/photos/pauloslachevsky/>

       Edición, diseño y diagramación

       LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

       Teléfono: (56–2) 2860 68 00

       [email protected] | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile

       Introducción

      EL 18 DE OCTUBRE del 2019 se inició en Chile un movimiento plural que terminó denominándose, a falta de una mejor designación, el estallido social1. Los hechos empezaron desde los primeros días del mes de octubre y se volvieron un tornado social el 18. Desde esa fecha hasta fines del 2019 se sucedieron con gran velocidad e intensidad enormes movilizaciones en las calles, encuentros ciudadanos en cabildos abiertos, proyectos de reforma social, casos de pillaje y violencia, violación de los derechos humanos, un acuerdo parlamentario para redactar una nueva Constitución2.

      Durante el 2020, aunque la movilización social menguó a causa de la crisis sanitaria del Covid-19, la vida política siguió marcada por el soplo del estallido social –algo que se materializó en la votación (más del 78%) por el Apruebo en el plebiscito del 25 de octubre del 2020 en favor de una Convención Constitucional–. Cada una de estas etapas dio lugar a fragmentos de una épica coral a través de manifestaciones plurales fotografiadas por Paulo Slachevsky3, o reflejadas en los más de quinientos grafitis y frases en los muros recopilados por Raúl Molina4, y cuya heterogeneidad intentará ser interpretada en este ensayo.

      A pesar de la diversidad de interpretaciones que ha suscitado el estallido, el neoliberalismo es siempre de una u otra manera el gran marco de análisis. Es desde él que se construyen las preguntas: ¿cuáles dinámicas? ¿Por qué el malestar? ¿Cómo el derrumbe? ¿Qué nuevo pueblo?5

      En el presente ensayo no buscaremos dar una respuesta directa a estas preguntas. Nuestro esfuerzo, complementario a estas lecturas, buscará más bien problematizar los horizontes ordinarios de vida de los individuos. Nos centraremos así en el mal-estar posicional (y no en el malestar) de un sector de la ciudadanía que denominaremos las clases popular-intermediarias.

      PARA CONSTRUIR ESTA INTERPRETRACIÓN no recurriremos a un trabajo comparativo propiamente dicho, sino a un rodeo analítico. Intentaremos leer el estallido social en clave latinoamericana. Esta puesta en perspectiva interpretativa no es ni una provocación hacia la tesis de la excepcionalidad chilena, ni un cuestionamiento de los anhelos de ciertos actores sociales, sobre todo en las últimas décadas, por lograr que Chile le diga por fin adiós a Latinoamérica. Esta elección de lectura coincide simplemente con lo que afirmó Manuel Antonio Garretón hace ya pronto veinte años: el interés de preservar, en las ciencias sociales en Chile, el horizonte heurístico de América Latina6.

      La geografía es el destino de los países. Los desequilibrios regionales existen y pueden incluso persistir durante mucho tiempo (entre Europa Occidental y Europa del Este estos se remontan a varios siglos). Pero nada de esto contraviene la similitud de los procesos culturales, sociales o políticos dentro de una región. América Latina, y Chile dentro de ella, no escapa a esta realidad. Tras dos siglos de historia posindependencia, cada país ha ganado en consistencia. Cada uno es cada vez más consciente y celoso de su particularidad, y como en tantas otras partes del mundo, todos ellos, de una u otra manera, reivindican su excepcionalidad nacional (en realidad, su especificidad). La particularidad colombiana, la excepcionalidad chilena, la civilización brasileña, todo se presta a discursos y exclusiones identitarias. No todo es falaz en estas representaciones, pero en su anhelo agónico de singularidad estos análisis no son necesariamente la mejor vía para la comprensión.

      La tesis de la excepcionalidad esconde un juicio de valor que mutila la imaginación sociológica. A fin de cuentas, todo bien medido, las innegables diferencias y especificidades nacionales se inscriben siempre en el concierto de una región, a través de profundas continuidades y semejanzas estructurales7. Si algunos países latinoamericanos han tenido (y en el caso chileno muy tempranamente) ejecutivos fuertes, todos siguen teniendo Estados con poderes infraestructurales limitados8. Todos siguen siendo economías primario-exportadoras. Todos se instituyeron desde la posindependencia en torno a una matriz jurídica igualitaria individualista que rompió con la herencia corporativa ibérica. En Sudamérica, el derecho de voto de la mujer se extendió en varios países en el lapso de una sola década. Los grandes modelos sociopolíticos (el orden oligárquico, el régimen nacional-popular, el Estado burocrático-autoritario o el modelo neoliberal) son por lo general comunes, con especificidades, a todos ellos. La lista podría alargarse a voluntad.

      Es dentro de estas similitudes estructurales que se inscribe este ensayo con la clara conciencia de que los decursos nacionales no cejan, desde la independencia, de alejar entre sí a los distintos países en medio de una no menos constante y paradójica realidad común. De ahí el recurso al rodeo o el desvío latinoamericano como una manera de propiciar una comprensión descentrada capaz, ojalá, de permitir otra mirada sobre el estallido. Es apoyándonos en este rodeo como buscaremos asentar la hipótesis de la consolidación progresiva de las clases popular-intermediarias. Por supuesto, es posible proponer, siempre en clave latinoamericana, análisis distintos del que desarrollaremos en este trabajo. Se trata por eso solamente de una mirada dentro de una perspectiva singular.

      Lo anterior plantea el problema preciso del horizonte heurístico desde el cual interpretaremos el estallido. Aunque por razones habituales a este género analítico evocaremos varias veces el horizonte de Latinoamérica (o «en la región»), las interpretaciones se harán sobre todo al alero de la situación de Sudamérica, y dentro de ella recalcando algunos casos nacionales por sobre otros. Una labilidad que tiene que juzgarse en acuerdo con lo que el ensayo de interpretación, como género de análisis, permite, y sobre todo lo que este trabajo busca como fuente de imaginación para la formulación de un conjunto de hipótesis.

      HAREMOS LA HIPÓTESIS DE QUE para aprehender el significado del estallido social, hay que desplazar el cursor de siete días del 18 hasta el 25 de octubre del 2019. Ese día confluyó en las calles de Santiago un gentío compuesto de individuos pertenecientes a muy distintos estratos sociales (incluidos varias decenas de miles de manifestantes venidos del sector oriente de la ciudad), reunidos ocasionalmente en torno a un conjunto heterogéneo de demandas sociales9. Ese día hubo 1.200.000 personas en las calles, pero no hubo un sujeto.

      Consecuencia de este desplazamiento: el eje de la interpretación del estallido social no lo pondremos ni en los jóvenes que evadieron el pago del metro, ni en aquellos que participaron en la destrucción de varias de sus estaciones, ni en los que participaron en los pillajes, ni en los miembros de la primera línea, ni en los encapuchados, ni en las militantes feministas o de la disidencia de género, ni en aquellos que asistieron a los cabildos o realizaron cacerolazos. Colocaremos el eje del análisis en el gentío altamente heterogéneo del 25-O.

      Lo que se hizo visible ese día fue la eclosión (más que la emergencia) de un gentío, una constelación de individualidades atravesadas por ciertas experiencias comunes (por sobre todo la experiencia de la vida dura y sus sofocaciones), pero sin identidad colectiva. Haremos la hipótesis de que la eclosión del gentío hizo visible la forja de un nuevo grupo social, las clases popular-intermediarias


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