Ontología analéptica. Fabián Ludueña Romandini
Читать онлайн книгу.(Creo solamente porque ve
que clamo merced a la Muerte,
que en mí a todo tormento da cabida).
che va parlando di crudele amanza
(…) m’affanna là ond’i’ prendo ogni valore.
(que va hablando de esa Dama cruel,
(…) me procura debilidad allí donde extraigo todo coraje).
(Cavalcanti, 2011: xxxii).
La crueldad de la Dama conduce indefectiblemente a la naturaleza profunda del Amor que está llamado a disolverse en la Muerte como realización última de la desubjetivación del amante y la evanescencia de la imagen amada en el intelecto agente, según la tradición averroísta a la que pertenece Cavalcanti y que contiene la erotología más elaborada de todo el Renacimiento italiano.
En continuidad con esta genealogía se inscribe la fría crueldad de la vampiro que acosa al poeta baudeleriano:
Toi qui, comme un coup de couteau,
Dans mon coeur plaintif es entrée;
Toi qui, forte comme un troupeau
De démons, vins, folle et parée.
(Tú que, como una cuchillada,
En mi corazón quejumbroso te has metido;
Tú, que fuerte como un tropel
De demonios, llegas, loca y adornada).
(Baudelaire, 1991: 82)
La demonología medieval y renacentista retorna en Baudelaire como una vampiresa que invade al amante melancólico bajo las formas sobrenaturales de los seres suprahumanos. El motivo, no obstante, no debe conducir a engaño y hacer pensar únicamente en un joven que resulta víctima del spleen y es atacado por una vampiresa. Debe detectarse aquí el influjo tardío del Marqués de Sade, pues la vampiresa no es sino un Ama y, en este contexto, como ha sido demostrado “una criatura infame es un rasgo de sadismo” (Praz, 1998: 150).
Adentrándose en los caminos abiertos por Nodier, Gautier o Mérimée, en la poesía de Baudelaire la voluptuosidad se realiza en el mal, el crimen y, finalmente, la sangre. Por esta razón, al final del poema, son precisamente los besos los que resucitan al cadáver vampírico. De esta manera, la figura de la vampiresa es la condensación más elaborada de todas esas formas precedentes que permiten la transición a la Modernidad en la materia del Amor. La nueva sensibilidad se enuncia así: solamente en el sacrificio de la sangre ante el Amor devenido Amo de extrema crueldad se puede expiar el peso de una vida que se ha tornado insoportable en las urbes pestilentes.
El Vampiro es el heraldo de los nuevos tiempos que aún habitamos: no es ya el cuerpo ni la imagen de la Dama los que están llamados a perecer; ahora es el Amor mismo, como configuración metafísica, el que ha tocado a su fin y se ha adherido a los destinos inciertos del nihilismo planetario. Por ello, en el tiempo de la biotécnica expandida por la hiper-ciencia, el vampirismo es la forma suprema del Eros inalcanzable salvo al precio del propio sacrificio en los altares de la sangre y en la sumisión a los Amos acérrimos que determinan el futuro de los seres vivientes en Gaia. El retorno de lo arcaico, en este caso, no hace más que poner al descubierto, sin ornamentos, lo que siempre ha estado en el fundamento de la vida y que ahora con el agotamiento de la metafísica simplemente queda al desnudo, no ciertamente para detenerse, sino al contrario, para abrir su camino hacia un futuro sin impedimentos.
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