Los mayas. Raúl Pérez López-Portillo
Читать онлайн книгу.de ladrillo, piedras y cemento sostenido mediante vigas. Las bóvedas más antiguas, de pequeñas dimensiones, se utilizan para cubrir sepulturas, “pero los edificios de Uaxactún y de Tikal las tienen desde el principio”. Soustelle ofrece otro de los elementos característicos de las construcciones mayas: la crestería que corona el techo de los templos y que, esculpida y calada, “se lanza hacia el cielo acentuando la orientación vertical de las pirámides”.
De gran importancia es el juego de pelota entre los mayas, muy difundido en Mesoamérica. No faltan nunca en los centros ceremoniales. Y entre los distintos pueblos o grupos humanos se intercambian diversos conocimientos, lo que evidencia, según Piña Chan, la estrecha relación entre los hombres de la superárea: así se ligan sitios y regiones tan lejanas entre sí, como la huasteca y el territorio maya. Eso explica por qué aparecen los yugos, las palmas y las hachas, relacionados con el juego de pelota y desarrollados en el centro de Veracruz, con otros lugares del Altiplano de México, Palenque o la costa de Guatemala. Muestra que la costumbre de la decapitación y sacrificio de los jugadores de pelota “pasaba a otras partes”, y se observa en los relieves del Juego de Pelota de El Tajín o en las estelas de Kaminaljuyú.
La importancia de Tikal no se debe sólo a la monumentalidad de sus edificios, sino a que las investigaciones tienen mayor cobertura espacial y temporal. La excavación de la acrópolis aorte de Tikal permite conocer la secuencia de construcción arquitectónica más larga y completa del área maya. Las relaciones de Tikal con otros lugares del altiplano de Guatemala (en particular con Kaminaljuyú) o México (donde prosperan Teotihuacán y Cholula) es evidente. Sus relaciones comerciales con implicaciones políticas, económicas e incluso estéticas, también. Este fenómeno parece haberse iniciado alrededor del 378, año en que se erige la Estela 4 de Tikal para celebrar el ascenso al trono por parte de Nariz Ganchuda. El estilo escultórico y la indumentaria del personaje recuerdan la tradición teotihuacana. “La tumba de ese gobernante tenía ofrendas muy similares a las del periodo teotihuacano de Kaminaljuyú. Su sucesor, Cielo Tormentoso, es representado en la Estela 31 a la usanza tradicional maya, pero va acompañado de guerreros con vestimenta teotihuacana, con yelmos, lanza dardos y escudos que llevan la imagen de Tláloc. Cielo Tormentoso amplió la red de relaciones políticas y económicas a su alrededor, especialmente con la cuenca del Usumacinta, donde después surgiría con fuerza propia Yaxchilán, y con el sureste, aparentemente llegando hasta Quiriguá”, escribe Benavides Castillo.
Las especiales relaciones que parecen tener Tikal y Teotihuacán se deterioran cuando la Ciudad de los Dioses empieza su decadencia. La zona de Tikal padece una “crisis económica” por la interrupción del comercio que beneficia a otras ciudades rivales, como Caracol, Ixtonton, Ixkún, Itsimté y Holmul.
Los extremos se tocan
El extremo suroriental
Desde el centro del Petén se irradia luz clásica y se recoge en la región sur oriental centroamericano. Ahí destacan Copán, Quiriguá –que progresan a partir del Preclásico– y algunos puntos de Belice. Copán es, con Tikal y Palenque, en el otro extremo, tres de las más grandes ciudades-estado del mundo maya Clásico. Copán entra en contacto con habitantes “no mayas” del istmo centroamericano y los mexica de la altiplanicie central de México. Copán tiene en su “colonia” de Quiriguá, esculturas del estilo de Cozumalhuapa, considerado un enclave mexicano en la vertiente meridional de Guatemala.
Copán tiene un monumental grupo central y dieciséis grupos satélites, en el valle del río Copán, afluente del Motagua. El grupo central tiene alrededor de 40 hectáreas, 6 de las cuales se dedican a la Acrópolis: es un enorme complejo de pirámides, terrazas y edificios. Ahí se encuentra el templo 26, construido en el año 756, el templo 11, de la misma fecha y el templo 22, dedicado en 771 al planeta Venus. Al norte de la Acrópolis (enorme basamento de planta casi cuadrangular, de unos 200 metros por lado) se abre un amplio patio rectangular de unos 100 metros de largo por 40 de ancho que conduce a la sorprendente Escalinata de los Jeroglíficos: sesenta y dos peldaños tiene y están grabados más de 2.000 signos, hasta llegar al templo 26, cuyas ruinas esconden la espléndida estatua del joven dios del maíz. Al centro de esa monumental escalinata, cada doce peldaños se eleva una gran estatua.
Esta descripción del centro de Copán de Jacques Soustelle, que no ahorra adjetivos ante el hermoso panorama que induce a recrear mentalmente la zona, es parte del desarrollo de uno de los centros más interesantes del mundo Clásico. Los antiguos mayas del Periodo Clásico se revelan no sólo como arquitectos sino como magníficos escultores pero, a diferencia de la región central del Petén, éstos trabajan una piedra más dura que la calcárea de aquella zona. Usan una piedra volcánica llamada traquita, de un matiz verde claro. Maestros escultores levantan estelas más altas y angostas que las de Tikal. Generalmente representan por su cara anterior un personaje, soberano o sacerdote, que sostiene en sus brazos la “barra ceremonial” en forma de serpiente de dos cabezas, adornado con joyas, tocado con plumas y vestido con telas muy bordadas. Según Soustelle, la mayoría de las veces ese personaje se destaca en altorrelieve, acentuando al punto de aparecer como una verdadera estatua monumental adosada a la estela.
“La cara posterior –escribe– está cubierta de inscripciones jeroglíficas, con fechas de Cuenta Larga, siendo Copán, junto con Palenque, una de las ramas ciudades donde existen inscripciones de “cuerpo entero” en que las cifras y los signos del calendario no se representan ni mediante glifos abstractos ni mediante rostros estilizados sino con personajes en actitudes graciosas”.
Las fechas inscritas en Copán sobre estelas y altares se escalonan entre los años 455 y 805. La hegemonía de esta ciudad-Estado en astronomía y matemáticas se afirma a partir de finales del siglo VII y principios del VIII. Desde el punto de vista estratégico, Copán se convierte en una fortaleza para contener las irrupciones de cualquier enemigo; la plaza se apoya en el río, del mismo nombre, en dos kilómetros y medio, aproximadamente. Por la ribera opuesta y a poco más de un kilómetro, “se eleva una fortaleza sobre una montaña que tiene dos mil pies de altura y que era, a no dudar –explica Alfredo Chavero– el punto avanzado de la ciudad fortificada”. En torno suyo se construye una gruesa muralla; la fortificación es un recinto cerrado de forma oblonga y confirma que se trata, al final, de una “ciudad-fortaleza”.
Quiriguá, a cuarenta kilómetros al norte de Copán, en territorio guatemalteco, levanta sus estelas a partir del año 751. Miden más de cinco metros de altura –algunas alcanzan los diez metros– pero no son tan elaboradas como las de Copán, su metrópoli, esculpen a un personaje de alta jerarquía pero en la cara posterior lleva glifos de Cuenta Larga, en ocasiones “de cuerpo entero”. Más notables aún son los altares monolíticos zoomorfos, entre ellos la famosa “Tortuga de Quiriguá”, que “dan prueba de una imaginación fantástica y de un sentido plástico consumado”.
Hacia el año 711 parece haber dominado a Pusilhá, el sur de Belice, pues se ve por primera vez el glifo emblema de Quiriguá. En el año 737, Cauac Cielo derrota y captura a 18 Conejo, décimo tercer gobernante de Copán, suceso que beneficia en gran medida a Quiriguá, porque se expande y toma el control absoluto del comercio fluvial a lo largo del río Motagua y según Benavides Castillo, “debió dominar, como antes lo hiciera Copán”, la ruta de la obsidiana hacia el altiplano guatemalteco, los yacimientos de jadita de Guaytán, a las poblaciones y recursos del Lago Izabal, así como el puerto de Nito, sobre la desembocadura del río Dulce y puerta de las rutas costeras del Caribe.
Hacia la parte inferior oriental de Yucatán, en Belice, los mayas clásicos construyen una serie de pequeños conjuntos urbanos, a partir de puntos de pescadores. Los centros ratifican las tesis de las rutas comerciales de los mayas, y sus frecuentes contactos con Centroamérica. Río Azul, a unos 75 kilómetros al noreste de Tikal, es un asiento importante que parece haber fungido como una “ciudad fronteriza” de los habitantes de Tikal, según Benavides Castillo, para proteger y conservar la ruta comercial que aprovecha los ríos Azul y Hondo hasta salir a la Bahía de Chetumal. El encuentro de Cristóbal Colón con una embarcación de mayas, en su cuarto viaje por América, también lo ratifica.
Por otro lado, a unos cien kilómetros al norte de El Petén, en Calakmul, territorio de Campeche, sus construcciones monumentales se localizan en torno