Al-Andalus. Ángel Luis Vera Aranda

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Al-Andalus - Ángel Luis Vera Aranda


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del norte como Guadalajara, Soria, León o Astorga.

      Por otra parte, Musa seguía atentamente la evolución de los acontecimientos. Se sorprendió por el rápido triunfo de su general, y cuando le llegaron noticias sobre la facilidad con la que se estaba derrumbando el reino visigodo, consideró que había llegado su momento y tomó también cartas en el asunto. A mediados de ese año 712 desembarcó a 18.000 hombres al otro lado del Estrecho y se dispuso a completar la conquista que Tariq había iniciado un año antes. En este caso, sus tropas ya no solo eran de la etnia bereber, sino que en ellas tomaban parte también árabes y gentes procedentes de otros territorios de Oriente, en particular sirios, así como algunos bereberes más del norte de África.

      Entre el 712 y el 713, las tropas de Musa se dieron casi otro paseo militar por la Península sin apenas resistencia. Las ciudades y los notables que dominaban el territorio se iban rindiendo prácticamente sin oponerse a los invasores. Sus tropas llegaron a Sevilla, de allí a Mérida, donde tuvo lugar el único caso en el que se planteara una verdadera resistencia por parte de los antiguos visigodos, pero después de varios meses de asedio, la ciudad acabó también capitulando. Luego continuaron hacia Palencia, Oviedo, Logroño y Zaragoza.

      La facilidad de esta victoria solo puede ser comprendida desde la óptica de la disgregación del mundo visigodo y de sus constantes luchas internas que lo habían llevado a un estado de casi anarquía. Los nobles godos que habían sido partidarios de Witiza preferían estar dominados por los musulmanes que por el usurpador Rodrigo. Daba igual que estos hubieran llegado para prestar ayuda a su bando, los preferían incluso después de esta traición a caer bajo la férula del monarca que ostentaba la corona. También los judíos se pusieron rápidamente de parte de los musulmanes. Durante las últimas décadas habían sido duramente perseguidos por los reyes visigodos, y su situación era bastante lamentable. Eran gentes con riqueza y con instrucción, y fueron una apreciable ayuda que les brindó un gran apoyo a los invasores en su avance.

      Estaba también la población hispanogoda que, mayoritariamente, residía en las zonas rurales. Pero a estos les daba realmente igual quien mandara. Los visigodos no eran precisamente unos terratenientes amables y condescendientes, más bien todo lo contrario. Los esquilmaban a base de elevados impuestos y siempre estaban enzarzados en querellas internas en las que los grandes perdedores eran siempre los más pobres y los que nada tenían que ver con las guerras de sus señores. En consecuencia, optaron por mantenerse al margen de los acontecimientos y esperar que el gobierno de los recién llegados fuese más eficaz que el de los antiguos nobles, y en efecto, así fue con el paso del tiempo.

      Y por si esto fuera poco, los musulmanes optaron también por la táctica más sensata. Procuraron no tener que enfrentarse directamente con toda la nobleza visigoda y con todo el campesinado cristiano. A este le respetaron íntegramente su religión, al igual que hicieron con los judíos. Con los nobles visigodos hicieron todo lo posible por llegar a acuerdos. Quizás el más conocido de todos estos acuerdos o capitulaciones es el que se llevó a cabo con Teodomiro, o Tudmir según las fuentes árabes, que era el señor de la región de Murcia.

      Teodomiro llegó a un pacto con los invasores en el año 713, del cual todavía se conservan las capitulaciones del mismo. En este acuerdo aceptaba el dominio de los recién llegados y, a cambio, estos le concedían autoridad sobre el territorio siempre y cuando les pagase unos impuestos que se fijaron de manera justa y equitativa entre el propio Teodomiro y los representantes de Musa. Esos mismos acuerdos se llevaron a cabo en otros lugares de la Península, y es con ellos como se explica en gran medida por qué la conquista fue tan fácil y por qué visigodos e hispanos apenas si se opusieron a los conquistadores.

      Musa completó la ocupación del territorio que Tariq no había puesto todavía bajo su control. Otras tropas se dirigieron hacia Galicia y fue su hijo Abd al-Aziz el que ocupó la región murciana después del pacto con el ya mencionado Teodomiro.

      Abd al-Aziz se separó del grueso del ejército de su padre, y entre el 713 y el 715 ocupó Andalucía oriental y la mayor parte del Portugal actual, además de la ya citada región de Murcia. En un intento por legitimar su situación como gobernante en la Península, decidió casarse con la viuda del rey visigodo Rodrigo, y de esta forma contrajo matrimonio con Egilona. La vida de esta mujer fue curiosa, pues no solo estuvo unida a dos de los principales caudillos de su época, sino también con otro que poco después daría mucho que hablar, Pelayo, con quien al parecer mantuvo una excelente relación en la corte toledana antes de contraer matrimonio con el rey Rodrigo.

      A finales del año 714, la mayor parte del territorio peninsular estaba en manos de los musulmanes. En solo tres años se había completado de manera sorprendente la ocupación de un considerable espacio, y ello se había hecho con escaso derramamiento de sangre y con una casi inexistente oposición por parte de los nativos. Solo algunas zonas al norte de las montañas cantábricas y al sur de los Pirineos permanecían prácticamente sin ocupar, pero esto era más por el desinterés que mostraban los invasores con respecto a esos territorios fríos y húmedos, que porque realmente hubiera existido entre sus habitantes una oposición organizada contra los mismos.

      No obstante, en algunos lugares sí que se gestó una desesperada oposición. Por ejemplo, los partidarios de Agila se refugiaron en el norte de la actual Cataluña, y allí, durante algunos años mantuvieron un pequeño e intrascendente reino que incluso llegó a emitir algunas monedas propias. Pero pronto fueron también absorbidos en cuanto el impulso musulmán se puso de nuevo en marcha.

      De la rapidez de la conquista podría deducirse que esta fue una especie de paseo militar exento de problemas para los invasores. Pero eso no fue del todo así. Los dos caudillos implicados en la misma tuvieron fuertes desavenencias, y estas llegaron a oídos del califa de Damasco Suleimán I.

      Así, en el 714, el califa ordenó que tanto Musa como Tariq se presentaran ante él para rendir cuentas de su actuación. Tariq aprovechó la ocasión para denunciar a su superior por haber malversado los fondos destinados a la conquista y por haberse apropiado de ellos. Suleimán I condenó a Musa a muerte, pero finalmente lo indultó a cambio de que el antiguo emir pagara una multa considerable como compensación a todo lo que había robado. No obstante, pocos años después, Musa resultó asesinado como consecuencia de una conspiración contra él.

      Pero Musa había dejado en la Península a su hijo Abd al-Aziz como encargado del gobierno y de la expansión por nuevos territorios. El nuevo califa decidió también destituirlo y en el 716 nombró como walí a al-Hurr. El título de walí tenía un significado parecido al de emir, pero este último se aplicaba a gobernadores de territorios más extensos, mientras que el walí gobernaba sobre territorios más reducidos.

      El waliato de al-Hurr fue importante por tres motivos. En primer lugar porque su reconocimiento supone la primera división administrativa del nuevo territorio conquistado. En segundo lugar porque por primera vez aparece el nombre de al-Andalus, escrito en una moneda de un dinar que se acuñó en el año 716.

      En tercer lugar porque al-Hurr decidió cambiar la capital que hasta entonces se había fijado en Sevilla y trasladarla a Córdoba. No están muy claros los motivos de esta decisión de gran trascendencia, pero quizás en ello influyó el hecho de que la ciudad cordobesa había sido la base del gobierno de Rodrigo en la Bética, mientras que Sevilla, que había permanecido más favorable a la invasión árabe, mantuvo en cierta medida en el poder a las familias nobiliarias visigodas que apoyaron a los invasores. Tampoco hay que olvidar que Córdoba poseía el puente sobre el Guadalquivir más cercano a su desembocadura (puente de piedra construido en época del emperador romano Augusto y que todavía hoy se conserva en perfecto estado), además de tener una posición más central en el valle del gran río.

      Durante el gobierno de al-Hurr se incorporaron a al-Andalus los territorios de lo que hoy día es el País Vasco, Navarra y el alto Aragón, aunque como veremos su permanencia en manos musulmanas fue efímera.

      En 719 fue nombrado walí al-Sahm, quien en los escasos dos años que se mantuvo en el poder tomó la decisión de continuar la expansión hacia el norte. Por primera vez los musulmanes se atrevieron a pasar los Pirineos y penetraron en lo


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