Informe de las Visitaciones Episcopal y Apostólica 1949-1953. P. Eduardo Aguirre C.
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Relató además sobre sus reiteradas visitas a Therese Neumann, en ocasión de sus viajes a Waldsassen, donde tenía compromisos de apostolado. En cuanto la vio, Therese le pidió enseguida que conversaran privadamente, para preguntarle sobre cartas que había recibido de ex Hermanas de María. En lo esencial, la Hna. Pallotta le pudo confirmar todo. También a través del P. Naber le hizo preguntar a Theresa, en éxtasis, si ella por todo este problema debía viajar a Tréveris e informar. La respuesta habría sido: “Aún no”. Pero que más tarde Therese le habría dicho que aprovechase la próxima oportunidad para dar parte del asunto. Algo similar le habría aconsejado un jesuita a quien ella consultó sobre estas cosas, y que éste ya había escuchado de parte de otros. Le aconsejó que aprovechara la próxima oportunidad para informar a las autoridades eclesiásticas sobre el asunto. El PK debía alejarse de las Hermanas.
Una vez le habría preguntado al PK si ella podía conversar sobre sus problemas con un sacerdote de afuera. Él la habría mirado sorprendido, ciertamente no se lo prohibió, pero dejó entrever claramente que estaba muy decepcionado. Relató también lo siguiente: Habiendo regresado una vez de Münster a Schoenstatt, contó que ella había dado conferencias sobre Fátima por pedido del Obispo Galen. Su maestra de terciado le habría dicho entonces en tono de severo reproche: “Tú introduces espíritu mundano. Tenemos a Schoenstatt. No necesitamos Fátima.” Se le habría informado al PK sobre el episodio, y poco tiempo después apareció un escrito de él sobre la comparación entre Fátima y Schoenstatt. No hace mucho tiempo, en una reunión de trabajo de las Hermanas del apostolado, luego de que se hablara entusiastamente durante dos horas sólo sobre el PK, ella preguntó: “¿Vamos finalmente a abordar el asunto que nos ocupa?” Eso le fue tomado muy a mal. Se levantó la sesión. Después la Hna. Edelgart, superiora de las Hermanas del apostolado (la “pupila de los ojos” del PK), le hizo duros reproches: Que por culpa de ella habría disminuido el entusiasmo de las Hermanas por el PK. Algunas semanas más tarde, la Hna. Edelgart, en su presencia, delante de todas las Hermanas del apostolado, leyó una respuesta del PK a una carta de las Hermanas del apostolado, de la cual se desprendía que las demás Hermanas del apostolado habían transmitido hacia “allá” todo lo sucedido; lo habían hecho a sus espaldas y de manera inmediata. En esa respuesta se la habría denigrado mucho. En ella se hablaba de Hermanas a las cuales presuntamente no les interesaba una vinculación filial con él, pero que tenían una predisposición a la sensualidad y se relacionaban muy íntimamente con ciertos “señores”. En relación con todo esto, la Hna. Pallotta está convencida de que el PK no pensaba nada malo, pero que era capaz de caminar sobre las almas de sus “hijas” con zapatos de suelas de clavos. A menudo no utilizaba el confesionario para escuchar las confesiones de las Hermanas, y a modo de justificación decía que con ello aspiraba a algo superior. Al preguntarle si yo podía hacer uso de lo escuchado, en un primer momento la Hna. Pallotta no se mostró muy contenta, pero después estuvo de acuerdo, en el caso de que yo lo considerara necesario.
La Hna. Beatrix, la artista, que había solicitado espontáneamente hablar conmigo, me informó muy tranquila y sencillamente sobre todas sus vivencias, las que hasta ahora no ha relatado a nadie. Partiendo de una carta dirigida al PK en ocasión de varios actos (esta carta y la respuesta del PK se halla en las actas), relató que en los primeros años no había logrado establecer una relación con el P profunda, afectiva, signada por la confianza, ya que ella por naturaleza es una persona austera. Él le decía siempre: “Su afectividad tiene una falla. Hay que hacer algo; de lo contrario quedará como una persona interiormente desdichada, pobre y estéril”. Entonces tomó su mano y la sostuvo largamente en la suya, sin decir nada; luego ambas manos. En otra oportunidad tuvo que tenderse sobre el piso. Al cabo de largo rato la invitó a incorporarse, tomó su mano y dijo: “Así pues yo soy su querido padre y usted es mi querida hija”. Ella tuvo que decirle: “Mi querido padre”; a lo cual él respondió: “Mi querida hija”. Una vez, luego de sostener largo tiempo su mano, le dijo: “¿No siente cómo ahora mi vida fluye hacia la suya? Usted no da ninguna señal de ello”. En otra oportunidad le regaló un rosario diciéndole: “Bueno, éste es mi rosario. Se lo regalo”. Ella estuvo cuatro años bajo su influencia. Pero luego todo se derrumbó. Entre otras cosas, notó que también otra Hermana tenía su rosario, mientras que ella había pensado ser depositaria de su especial favor. Retomando la temática de esa conversación, me comunicó por carta otras razones de ese derrumbe (la carta se halla en las Actas).
La Hna. Beatrix está convencida de que el PK hace todo eso sin pensar nada innoble, que reúne en su persona una desbordante bondad y a la vez una total inaccesibilidad y terrible severidad, y que además posee una buena dosis de magnetismo, del cual hace uso muy raras veces, al menos conscientemente.
Se refirió a los muchos actos de una manera muy amarga y crítica, tachándolos de niñerías, acciones delirantes, fantasías. Similarmente a como lo hiciera la Hna. Pallotta, relató sobre los diferentes “actos del corazón”, especialmente sobre uno en el cual cada Hermana debía echar un pequeño corazón de cera en un cuenco donde había un corazón de cera mayor. Luego todos debían fundirse encendiendo un quemador eléctrico sobre el cual descansaba el cuenco. De ese modo se simbolizaba la fusión de los corazones de las hijas con el corazón de su padre (PK). Se llevó a cabo el ofrecimiento de los pequeños corazones pero no la fusión (al menos no públicamente), porque esa vez habían surgido dudas en las filas de las Hermanas. Pero antes se había reflexionado durante horas sobre cómo hacer para que la fusión se realizara efectivamente.
Al igual que la Hna. Pallotta, también la Hna. Beatrix informó sobre un cuadro pintado últimamente por una Hermana que se halla en América, en el que se representa a la Sma. Trinidad. En ella, el rostro de Dios Padre tiene los rasgos del PK. Y eso con el expreso permiso del PK. Lo cual se correspondería con una frase favorita del PK : “Quisiera ser el buen Dios para usted” (Nota: Luego de la visitación, el PK me escribió pronto, desde ultramar, consignando que el cuadro había sido pintado por una miembro de la Liga, sin que él tuviera nada que ver con el asunto). La Hna. Beatrix, que da una impresión tranquila y objetiva, me permitió con gusto que yo haga uso de lo que ella había relatado. Puso a mi disposición una copia de la carta al PK mencionada más arriba y la respuesta correspondiente (véase Actas).
Frente a esto resulta interesante el juicio que el PK formula en una carta a la Hna. Anna con fecha 8.2.49, y que él mismo me transmitiera el 5.3.49: “Por lo demás, permítame solicitarle prestar particular atención a Beatrix. Se encuentra en vías de caer en anomalías. Tiene por naturaleza una predisposición muy enfermiza, y actualmente se sumerge en un estado de negación de todo lo humano, dando así pie a los peores temores en un tiempo previsible.” Sobre la Hna. Pallotta el PK me escribió el 7.3.49 lo siguiente: “A ello se agrega que en un caso dudo de la autenticidad y honestidad de esa rudimentaria interpretación. Más bien cuento con un fuerte espíritu de intriga, dado que se trata de una Hermana que tuvo que ser reprendida por mí a causa de una relación inmoral con una persona del mismo sexo, y corre continuo riesgo de ser depuesta de su cargo. La Hna. Annette conoce bien ese caso (tengo entendido que es el único en la Familia).”
Efectivamente, ya durante la visitación y sin que yo hubiera hablado con ella sobre la Hna. Pallotta, la Hna. Annette Nailis (maestra de novicias) me escribió lo siguiente: “… Su Excelencia dejó entrever que se le habría relatado también cosas negativas sobre la relación de las Hermanas con el Padre. Desde entonces pienso sobre el tema, y curiosamente me viene a la mente, una y otra vez, una de nuestras Hermanas del apostolado, que seguramente se entrevistó con Su Excelencia, como también todo ese grupo. Sobre esa Hermana sé algo muy agravante que, además de una joven Hermana que me informó de ello en el noviciado, sólo conoce el Padre. Sé también que el Padre amonestó seriamente y reprendió severamente a esa Hermana. ¿No sería posible que esa Hermana no sólo esté avergonzada sino que también, quizás inconscientemente, arrastre consigo un rechazo hacia el Padre, y por eso podría hablar negativamente sobre él, especialmente sobre su relación con nosotras, las Hermanas?... Si Su Excelencia considera bueno o necesario que yo exponga el caso con mayor detalle, estoy dispuesta a ello.”
Las formadoras (vale decir, ambas maestras de novicias, las HH. Annette y Mirjam, y la maestra de terciado, la Hna. Bonifatia, a quienes recibí el 22.2