Cuando el pipí se resiste. Stephane Dr. Clerget

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Cuando el pipí se resiste - Stephane Dr. Clerget


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un reborde delante para un niño con tendencia a proyectar la orina fuera del orinal) y explicarle que tiene que hacer pipí y caca dentro. Para que el niño tome conciencia de lo que se espera de él, primero se le puede pedir que se entrene a sentarse en el orinal completamente vestido. Después se le puede pedir que vaya al orinal cuando el pañal esté sucio, para que asocie la presencia del orinal con la emisión de orina y excrementos, y por último se puede verter el contenido del pañal en el orinal o en el baño para que vea qué pasará. Otra propuesta: imitar la escena con una muñeca, un juego que gusta mucho a los pequeños, ya que pueden repetirla. La muñeca representa el doble del niño. Con ella puede rechazar las escenas que ha vivido y expresar sus aprehensiones, sus tensiones. ¡Una buena manera para dominarlas y superarlas!

      ¡Adelante!

      Para que el niño aprenda a pasar definitivamente del pañal, lo mejor es dejarle ir y venir libremente en calzoncillos o braguitas, para que sólo tenga que bajárselos cuando sienta una necesidad apremiante. Al principio será inevitable que se le escape algunas veces y tengamos que limpiar el suelo o la moqueta. Por ello es preferible empezar en verano, cuando los niños pasan gran parte del tiempo fuera, en bañador. También puede optarse por las braguitas-pañal que se pueden subir y bajar como unas de verdad y absorben los escapes. Eso evita tener que limpiar a menudo las braguitas o calzoncillos y el suelo.

      Al principio se le puede enseñar el orinal a menudo cuando veamos que se balancea y que tiene ganas de hacer pipí. Para la caca, hay que intentar saber cuándo tiene la costumbre de hacerla e incitarlo a ir al orinal en ese momento, en general después de una de las comidas principales. ¡Obviamente, al principio no es cuestión de dejarlo ir solo! Tenemos que quedarnos con él y animarlo con la voz. Si no tiene ganas en seguida, se le puede dar un juguete, un libro, pero debe evitarse ponerlo frente a los dibujos animados. Si se siente cautivado por la televisión, no podrá concentrarse en sus sensaciones y eso no lo ayudará a controlar sus esfínteres. Y además no sirve de nada dejarlo sentado en esta posición durante horas. Si viene, mejor, y si no, mala suerte. Lo principal es que sea capaz de reclamar el orinal solo. Pronto empezará a decir «caca» o «pipí» cuando sienta unas ganas apremiantes, aunque puede equivocarse entre los dos términos, porque no identifica bien sus sensaciones. Se trata de llevarlo al orinal lo antes posible, allí donde esté. Por razones prácticas, es mejor durante estos períodos no ponerle tirantes o un mono difíciles de quitar. Porque poco a poco es preciso incitarlo a ser autónomo e ir solo al orinal, preferentemente al baño, para respetar su intimidad y no indisponer al resto de la familia o a los invitados. Cada vez que logre orinar o defecar, no dude en felicitarlo y mostrarle que está contento de ver que se está haciendo mayor. En efecto, es importante que entienda que si se le impone todo eso no es para molestarlo, ni siquiera para que los adultos estén contentos, sino más bien porque es interesante saber dominar el cuerpo.

      Los pequeños accidentes, inevitables

      Al principio, los escapes serán frecuentes. El niño no siente ganas de ir la baño, y su vejiga llena se desborda de repente. En esos casos, es preciso aprovechar para indicarle: «¿Ves? no es agradable», o bien: «Podrías haberlo hecho en el orinal.» Eso puede ayudar a identificar la sensación de vejiga llena y asociarlo a lo que se espera de él. A veces el niño dice con orgullo «pipí» para pedir el orinal y… al mismo tiempo se da cuenta de que se lo ha hecho encima. Más que reñirlo por no haber sabido esperar, es preferible felicitarlo por haber intentado avisar de que necesitaba el orinal. Para que no se sienta mal al principio se le puede proponer que se ponga un pañal por seguridad, cuando se va de compras, o cuando se va de paseo. Mientras está aprendiendo a contenerse e incluso después, cuando sepa controlarse, tampoco estará a salvo de pequeños accidentes. No es extraño que un niño, enredado por su juego, se retenga, hasta que ya no pueda más y se lo haga encima. Hasta los 4 o 5 años, estos escapes no tienen nada preocupante ni patológico. Además, no se habla de enuresis hasta los 5 años. Así pues, hay que tomárselo con filosofía.

      Animales que se les parecen

      A los pequeños les encanta ver cómo los animales hacen pipí y caca. Sobre todo los grandes: vacas, caballos, elefantes o jirafas… Sin duda se sienten fascinados por su fuerza, sus enormes deyecciones, pero también porque se dan cuenta de que esos mamíferos son como ellos. Su observación les permite entender mejor lo que pasa en ellos, distanciarse respecto al funcionamiento de su cuerpo y la naturaleza. Nada más edificante para los más pequeños que un paseo por el zoológico o, mejor aún, por el campo. Mostrándoles las cacas de las vacas en los caminos y en los prados, se les puede explicar que regresa a la tierra y se transforma en abono, que ayudará a las plantas a crecer. A menudo los niños se preguntan en qué se convierten sus excrementos y a veces sufren por verlos desaparecer en el váter; en ese caso esa es la mejor respuesta. Basta con explicarles que lo que se va por la cañería acaba llegando a la naturaleza, y entienden que lo que sale de su cuerpo no se pierde para siempre, sino que se recicla. Por otra parte, algunos adoran imitar a los animales haciendo pipí en la hierba. A esa edad, los niños aprenden mucho por imitación. Y es más fácil para ellos dominar sus emisiones de orina o de materias fecales cuando tienen la costumbre de ver a los animales hacer pipí o caca, o bien a sus hermanos y hermanas ir al baño o al orinal. Asimismo, los que están con niños de la misma edad, con un cuidador o en el parvulario, aprenden con mayor facilidad a ser continentes, ya que les apetece hacer como sus compañeros.

      Niñas y niños, una madurez diferente

      No crea que es cierto el viejo refrán machista que dice que todas las niñas son «meonas». La enuresis no es en absoluto un tema que afecte sólo a las niñas, al contrario. Dos de cada tres niños con enuresis son niños. Y las niñas logran controlar los esfínteres un poco antes que sus compañeros. ¿Quizá porque, en general, las madres son muy exigentes con sus hijas en cuestión de control de esfínteres y tienen tendencia a sobreproteger a sus niños, lo que les vuelve menos autónomos? ¿Quizá parece que a los niños les cueste más controlarse debido a la hormona masculina, la testosterona, que les lleva antes a la acción, a la exteriorización? Pero también puede pensarse que los niños tienen mayor necesidad de oponerse a su madre para construir su identidad de niño, y como la limpieza es a menudo una cuestión más propia de la madre, eso podría explicar que tarden más en controlarse. Sin embargo, sólo son hipótesis sobre una cuestión que está lejos de estar zanjada… Sin duda, las niñas a menudo tienen un deseo apremiante y no se esconden por ello. Para ellas, hacer pipí no es sólo la satisfacción de una necesidad natural, sino casi un acto social. Van gustosamente al baño en grupo, piden a sus compañeras que les «sujeten la puerta» y aprovechan su paso por el baño para conversar. Los niños son mucho más discretos, salvo cuando se divierten con sus compañeros haciendo pipí lo más lejos o lo más alto posible. Una demostración de virilidad que descubre que la forma de hacer pipí está ligada a la afirmación de la identidad sexual. Así, los niños empiezan a hacer pipí sentados como las niñas, pero al crecer se ponen de pie, como los hombres. Por el contrario, a veces se ven algunas niñas intentando imitar a los niños orinando también de pie, sobre todo en verano, cuando están en el campo. La proximidad del aparato unitario y de los órganos genitales hace que la función urinaria y la sexualidad estén muy asociadas una con otra en la imaginación, y todavía más en los niños debido a que su pene vehicula a la vez orina y esperma. Además, a veces se emplea el término «pito» para designar los órganos genitales. ¿Acaso no se dice por ejemplo «jugar a tocar pito»? ¿Y si la enuresis fuera sólo para el niño una forma de expresar sus angustias, sus preguntas respecto a la sexualidad?

      Los padres, abuelos y cuidadores deben utilizar el mismo discurso

      Es importante que todos los adultos que se ocupan del niño (padres, cuidadores, abuelos…) se pongan de acuerdo sobre el momento y la forma de abordar el aprendizaje de la continencia. Por ejemplo, si la abuela le obliga a estar mucho rato en el orinal y le riñe cuando no consigue hacerlo dentro, mientras que sus padres siguen utilizando el pañal (o por el contrario, si los padres son más rígidos que los cuidadores, en este caso la abuela), el niño puede no entender nada en absoluto. ¿Por qué lo que le agrada a uno no le gusta al otro y por qué uno se enfada y el otro no? ¿Qué tiene que deducir? ¿Qué está bien y qué está mal? ¿Cómo


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