Buda y el budismo. Andre Senier

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Buda y el budismo - Andre Senier


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poco, el panteón budista de los Bodhisattva iba tomando cuerpo. Algunos de sus miembros más destacados fueron Maitreya, el buda del periodo cósmico futuro, y también Manjusri. Sin embargo, el más importante de todos ellos fue, sin duda, Avalokitesvara, que en China se convirtió en Guan Yin y se feminizó.

      El budismo mahayana insistía también en el simbolismo del espacio y en los gestos de conexión con una categoría de Buda calificada como Buda de Oriente (Vairocana, Aksobhya, Ratnasambhava, Amitabha, Amogasiddhi). Hoy puede encontrarse en Japón y, bajo alguna forma atrofiada, en China y Vietnam.

      El budismo tántrico

      Esta última forma de budismo apareció a principios del siglo III d. de C. Retomando los elementos presentados por el budismo mahayana, insiste especialmente en los rituales y la práctica del yoga como un medio para llegar a la salvación. La función del gurú («maestro») se ve revalorizada. Las divinidades masculinas se multiplican y toman a veces formas feroces. También pueden aparecer junto a deidades femeninas (prajna).

      Esta extrema complejidad estaría, según algunos, en el origen del irremediable declive del budismo en la India. No obstante, el tantrismo ha subsistido en el Nepal y en el Tíbet. Vamos a intentar comprender quién fue Buda y qué es el budismo, o más bien los budismos.

      Las fuentes históricas de la fe budista

      El proselitismo del rey açoka

      La historia del budismo comenzó con la de una comunidad de monjes mendicantes que se agruparon en la llanura del río Ganges, unos quinientos cincuenta años antes del comienzo de la era cristiana, alrededor de la persona de Gautama, Buda. Nada sabemos con precisión de todo lo que concierne a este último, por ello debemos buscar datos en textos legendarios para conocer la realidad de este personaje. De hecho, los documentos históricos suponen un bagaje bastante escaso.

      Las tradiciones más antiguas del budismo se han conservado en Ceilán – actualmente Sri Lanka—, donde ciertas producciones relativamente modernas han venido a ampliar este viejo patrimonio por simple yuxtaposición, si bien manteniendo intacta la parte más antigua.

      El conjunto de estos textos forma la literatura sagrada, redactada en lengua pali, única versión en la que se conserva el original completo. En este dialecto, que llegó a la isla desde el sur de la India y está estrechamente emparentado con el sánscrito, se considera que se expresó originalmente la doctrina.

      Los documentos más antiguos datan de los siglos V y VI a. de C., si bien también estos proceden de alguna fuente muy anterior. Mahinda, hijo del rey indio Açoka que vivió hacia el año 260 antes de nuestra era, habría sido el propagador del budismo en Ceilán. Açoka, que había abrazado la fe budista y unificado bajo su autoridad la casi totalidad de la India, extendió la nueva doctrina por todos sus territorios. En torno al año 252 convocó un importante concilio a fin de fijar esta creencia y creó un consejo de las misiones extranjeras para divulgarla por todo el mundo.

      Existen varias escuelas budistas. En la Edad Media sus representantes las reunieron en tres grandes categorías: la del budismo hinayana, o «pequeño vehículo»; la del budismo mahayana, o «gran vehículo», y la del budismo tántrico. El «pequeño vehículo», el más antiguo, pretende remontarse al mismo Buda y se dirige a los que son llamados para la última renuncia. El «gran vehículo», posterior a la era cristiana, declara querer llegar más lejos y dirigirse a un mayor número de criaturas. Se apoya en una interpretación más profunda de los textos antiguos y en las revelaciones escalonadas a lo largo de los siglos. En cuanto a la vía tántrica, esta consiste en la superposición de relatos mitológicos budistas y prácticas sivaítas y paganas: se alcanza la salvación a través de la magia y los ritos.

El jainismo

      Religión india cuyo origen se atribuye a un personaje mítico tenido por una encarnación del dios Vishnú y cuya obra fue continuada por otros veintitrés sabios de los que el último, Vardhamana, fue contemporáneo de Buda. Los seguidores de esta doctrina admiten la existencia de dos sustancias: una tosca e inerte que forma la parte inanimada del universo, y otra, sutil y móvil, que constituye el alma. Esta, indefinidamente fragmentada, habita en todas las criaturas, desde los minerales hasta los dioses, pasando por los vegetales, los animales y los hombres. Cada una de sus manifestaciones es indestructible y se eleva o vuelve a caer en función de sus méritos o sus faltas.

      En consecuencia, los jainistas practican el respeto absoluto a toda criatura viviente y predican una pureza no menos fanática de las costumbres. Para ellos, sólo el conocimiento de los textos sagrados puede liberar a los seres del ciclo infernal de las reencarnaciones, sin hablar de fe ni de una conducta religiosa ejemplar. Estas creencias, extendidas por la antigua India, sólo son practicadas hoy día por unos diez millones de fieles, que viven en el estado de Bihar (en el este de la India) y en la parte occidental del subcontinente. Dos sectas practican el jainismo, separadas únicamente por la observación más o menos draconiana de las reglas.

      Una tradición transcrita por los monjes

      Diferentes concilios, además del de Açoka, se celebraron después de la muerte de Buda. Se acepta, en lo que respecta al canon pali, que las palabras de los bienaventurados sólo se habrían puesto por escrito unos cien años antes de nuestra era. Algunos descubrimientos arqueológicos demuestran que en la época del rey Açoka era bien conocida la existencia de una ciudad llamada Kapilavastu, situada al norte de Benarés, así como un lugar llamado Lumbini, en el que la leyenda sitúa el nacimiento de Buda y al que este rey iba en peregrinación.

      Açoka hizo referencia en sus edictos, por otra parte, a siete obras que figuran en los textos canónicos. Finalmente, el descubrimiento, en Nepal, de algunas inscripciones halladas en un relicario demuestra que el culto de las reliquias del gran fundador ya existía en el siglo III a. de C.

      Los datos biográficos y geográficos relativos al Maestro o a sus discípulos no han sido inventados por completo; además, la tradición jainista, cuyo fundador fue un contemporáneo de Buda, nos da determinadas garantías, como, por ejemplo, de la existencia de Devadatta, un pariente rival de Sakyamuni que encontramos en la leyenda.

      Se puede adelantar que algunos elementos de la tradición fueron fijados con bastante rapidez por los monjes deseosos de recoger las lecciones y los códigos de la disciplina de su guía. Este acervo, en primer lugar oral, se enriqueció con las diferentes fraternidades, cuyas relaciones eran muy frecuentes, y con desarrollos escolásticos, líricos, míticos y legendarios. Así fueron fijados los cánones del budismo hinayana a partir de materiales muy antiguos pero bien pronto articulados de una forma definitiva. Es lo que se llama las cestas, de las que las dos primeras (la del Discurso y la de la Disciplina) son probablemente coetáneas del siglo posterior a la muerte del Perfecto. Existe también una recopilación claramente más tardía compuesta por antiguos materiales mitológicos refundidos bajo una forma popular: estos son los Jataka, conjunto que recupera de nuevo los relatos de los nacimientos anteriores de Buda.

      La vida del príncipe Siddharta, presentada a continuación, es una amalgama de la triple corriente de la que acabamos de decir algunas palabras, con una fuerte influencia mahayanista, como es evidente: en efecto, el énfasis devoto, o bhakti, ocupa un amplio espacio, rasgo muy específico del mahayana («gran vehículo»).

      La leyenda del Buda Gautama

      Las mil vidas del perfecto

      Antes de convertirse en el Perfecto que vino a este mundo para enseñar a los hombres el camino de la salvación, Buda Gautama conoció un incalculable número de existencias. Y durante cada una de ellas, tanto si no era más que un humilde animal que habitaba en los grados inferiores de la escala de los méritos como si era un hombre, numerosos signos indicaban su gloria futura.

      Se cuenta que vivía, más de cien mil años antes de su última existencia, encarnado en un hombre rico y poderoso llamado Thumeda. Sin embargo, dado que no dejaba de reflexionar sobre la muerte y la vanidad de todas las cosas, decidió entregar todo cuanto poseía y retirarse a vivir en soledad. En aquella lejana época enseñaba Deipinkara, uno de los sabios que figura en la larga lista


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