Antes De Que Sienta . Блейк Пирс

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Antes De Que Sienta  - Блейк Пирс


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      “Ojalá fuera tan sencillo”, dijo él. “Aunque resolvamos este maldito caso hoy mismo, voy a tener a la mitad del comité de supervisores del condado dándome problemas”.

      “¿Y eso por qué?”., preguntó Ellington.

      “En fin, porque los periódicos locales se acaban de enterar de quién era la víctima. Ellis Ridgeway. La madre de un politiquillo despreciable de mierda que está en ascenso. Algunos hasta dicen que puede que llegue al Senado en otros cinco años más”.

      “¿Y de quién se trata?”., preguntó Mackenzie.

      “Se llama Langston Ridgeway. Tiene veintiocho años y se cree que es el maldito John F. Kennedy”.

      “Ah, ¿sí?”., dijo Mackenzie, un tanto sorprendida de que no se hubiera incluido eso en los informes.

      “Sí. Y no tengo ni idea de cómo se enteró de eso el periódico local. Esos imbéciles no pueden ni deletrear correctamente la mitad del tiempo, pero se han enterado de esto”.

      “Vi las señales de la Residencia Wakeman para Invidentes mientras veníamos de camino,” dijo Mackenzie. “Solo está a seis millas de aquí, ¿no es cierto?”. .

      “Exactamente”, dijo Clarke. “Ahora estaba hablando con Randall Jones, el director de la residencia. Estaba hablando por teléfono con él cuando llegasteis hace un minuto. Y está allí ahora mismo para responder cualquier pregunta que tengáis. Cuanto antes, mejor. Tiene a los de la prensa y a los peces gordos del condado llamándole y volviéndole loco”.

      “Muy bien, pues vayamos allí”, dijo Mackenzie. “¿Vas a venir con nosotros?”..

      “De ninguna manera, cielo. Estoy hasta las orejas con lo que tengo aquí. Pero os ruego que regreséis cuando acabéis con Randall. Os ayudaré de cualquier manera que pueda, pero sinceramente… me encantaría que agarrarais esta pelota y os pusierais a jugar vosotros con ella”.

      “No hay problema”, dijo Mackenzie. No sabía muy bien cómo manejar a Clarke. Era directo y brutalmente honesto, lo cual estaba muy bien. También parecía encantarle lo de soltar profanidades. También pensó que, cuando le llamaba cielito, no le estaba insultando realmente. Era solo esa clase de encanto sureño tan peculiar.

      Además, el hombre estaba increíblemente estresado.

      “Regresaremos de inmediato cuando terminemos en la residencia,” dijo Mackenzie. “Por favor, llámanos si oyes cualquier cosa entre ahora y entonces”.

      “Por supuesto”, dijo Clarke.

      En el rincón, todavía tecleando en su teléfono, el agente Lambert gruñó para mostrar que estaba de acuerdo.

      Tras pasar menos de tres minutos en el despacho del alguacil Clarke, Mackenzie y Ellington descendieron por el pasillo de nuevo y salieron por la puerta principal tras atravesar la recepción. La señora mayor, que Mackenzie asumió era la Frances que había mencionado Clarke, les saludó precipitadamente mientras salían de la comisaría.

      “En fin, eso fue… interesante”, dijo Ellington.

      “El hombre está hasta arriba de trabajo”, dijo Mackenzie. “Ten compasión”.

      “A ti solo te cae bien porque te llama cielito”, dijo Ellington.

      “¿Y?”., dijo ella con una sonrisa.

      “Eh, yo también puedo empezar a llamarte cielito”.

      “No, te lo ruego”, le dijo ella mientras se montaban en el coche.

      Ellington condujo durante un kilómetro por la autopista 47 y después giró a la izquierda para meterse en una carretera secundaria. De inmediato, vieron el letrero de la Residencia Wakeman para Invidentes. A medida que se aproximaban a la propiedad, Mackenzie empezó a preguntarse por qué habría elegido alguien una ubicación tan arbitraria y aislada para una residencia para ciegos. Seguramente había algún tipo de significado psicológico en todo ello. Quizá lo de estar ubicados en medio de ninguna parte les ayudara a relajarse, al estar alejados de los constantes ruidos y zumbidos de una ciudad más grande.

      Lo único que sabía con certeza era que, a medida que se espesaba el bosque a su alrededor, se empezaba a sentir más separada del resto del mundo. Y por primera vez en largo tiempo, casi anheló las visiones familiares de esos maizales de su juventud.

      CAPÍTULO TRES

      La Residencia Wakeman para Invidentes no tenía el aspecto que Mackenzie había esperado. En contraste con el Departamento de Policía y la Penitenciaría de Stateton, la Residencia Wakeman para Invidentes parecía una maravilla del diseño y la edificación contemporáneos—y esa era una opinión a la que Mackenzie había llegado sin siquiera haber puesto el pie en su interior.

      La parte frontal del edificio consistía en ventanales enormes de cristal que parecían cubrir la mayoría de las paredes. A mitad de camino por la acera que llevaba hasta la puerta principal, Mackenzie ya podía ver el interior. Vio un amplio recibidor que parecía haber salido de alguna clase de balneario. Tenía un aspecto hospitalario y amigable.

      Era una sensación que no hizo sino intensificarse cuando pasaron al interior. Todo estaba pulcramente limpio y parecía nuevo. En la investigación que había llevado a cabo de camino a Stateton, había descubierto que la Residencia Wakeman para Invidentes había sido construida en el 2007. Cuando la construyeron, hubo un leve regocijo en el condado de Stateton, ya que vino a crear puestos de trabajo y más comercio. Ahora, sin embargo, a pesar de que todavía era uno de los edificios más prominentes del condado, la emoción se había extinguido y la residencia parecía haber sido devorada por su entorno rural.

      Había una joven sentada detrás de un mostrador curvado junto a la pared trasera. Les saludó con una sonrisa, aunque era evidente que estaba preocupada. Mackenzie y Ellington se acercaron a ella, se presentaron, y ella les pidió rápidamente que tomaran asiento en la sala de espera mientras Randall Jones salía a reunirse con ellos.

      Y, por lo visto, Randall Jones estaba realmente ansioso de conocerles. Mackenzie no lleva sentada ni diez segundos antes de que se abriera un par de puertas dobles que llevaban a la parte de atrás del edificio al otro lado de la sala de espera. Entró un hombre alto que llevaba una camisa abotonada y unos caquis. Trató de sonreír mientras se presentaba, pero, al igual que la recepcionista, no podía ocultar el hecho de que estaba exhausto y muy preocupado.

      “Me alegro de que hayan llegado tan rápido”, dijo Jones. “Cuanto antes podamos solucionar esto, mejor. El nivel de rumores en el pueblo está al rojo vivo”.

      “A nosotros también nos gustaría solventarlo cuando antes sea posible”, dijo Mackenzie. “¿Sabe con exactitud dónde hallaron el cadáver?”..

      “Sí. Es un jardín de rosas que hay como a un kilómetro de distancia. En principio, iba a ser el terreno para Wakeman, pero unas cuantas normativas del condado sobre sectorización le dieron la vuelta a todo”.

      “¿Podría llevarnos allí?”., preguntó Mackenzie.

      “Por supuesto, cualquier cosa que necesitéis. Venid conmigo”.

      Jones les llevó a través de las puertas dobles por las que había salido. Al otro lado, había una pequeña alcoba que daba directamente a la residencia. Las primeras puertas que pasaron de largo eran despachos y almacenes. Estaban separados de las habitaciones de los residentes por una zona de oficina abierta donde estaban sentados un hombre y una mujer detrás de un mostrador que se parecía mucho al de un pabellón de hospital.

      A medida que pasaban las habitaciones de largo, Mackenzie echó un vistazo a una que estaba abierta. Las habitaciones eran bastante amplias y estaban amuebladas con buen gusto. También vio unos ordenadores portátiles y unas tablets en unas cuantas habitaciones.

      A pesar de encontrarse en medio de ninguna parte, por lo visto no hay falta de fondos para mantener el lugar en funcionamiento,


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