Una Vez Añorado . Блейк Пирс

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Una Vez Añorado  - Блейк Пирс


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final de la pista de seis millas, Riley y Lucy caminaban tomadas del brazo, jadeando y riendo y felicitándose mutuamente por su triunfo. A Riley le sorprendió ver a su compañero esperándola al final del sendero. Bill Jeffreys era un hombre fuerte y robusto de la edad de Riley.

      “¡Bill!”, exclamó Riley, aún respirando con dificultad. “¿Qué estás haciendo aquí?”.

      “Vine a buscarte”, dijo. “Me dijeron que podría encontrarte aquí. Apenas creí que querías hacer esto y ¡menos en invierno! ¿Eres masoquista o qué?”.

      Riley y Lucy se echaron a reír.

      Lucy dijo: “Tal vez yo soy la masoquista. Espero poder seguir la pista de ladrillos amarillos como Riley cuando tenga su edad”.

      Riley le dijo a Bill burlonamente: “Oye, estoy lista para hacerlo de nuevo. ¿Quieres acompañarme?”.

      Bill negó con la cabeza y soltó una risita.

      “No”, dijo. “Todavía tengo mi viejo ladrillo amarillo en casa, y lo uso como un tope. Uno es suficiente para mí. Sin embargo, estoy pensando en intentar ganarme el ladrillo verde. ¿Quieres acompañarme en eso?”.

      Riley se echó a reír de nuevo. El llamado “ladrillo verde” era un chiste en el FBI, un premio otorgado a cualquier persona que pudiera fumarse treinta y cinco cigarros en treinta y cinco noches sucesivas.

      “No gracias”, dijo.

      La expresión del Bill se volvió seria de repente.

      “Estoy trabajando en un nuevo caso, Riley”, dijo. “Y te necesito. Espero que no tengas problema con esto. Sé que no ha pasado tanto tiempo desde nuestro último caso”.

      Bill tenía razón. Para Riley, parecía que habían arrestado a Orin Rhodes apenas ayer.

      “Sabes que apenas traje a Jilly a casa. Estoy tratando de que se instale en su nueva vida. Nueva escuela... Nuevo todo”.

      “¿Cómo está?”, preguntó Bill.

      “Es errática, pero realmente está intentándolo. Está muy feliz de formar parte de una familia. Creo que ella va a necesitar mucha ayuda”.

      “¿Y April?”.

      “Se ha portado a la altura. Todavía me sorprende como haber peleado con Rhodes la hizo más fuerte. Y ya está muy encariñada con Jilly”.

      Después de una pausa, preguntó: “¿Qué tipo de caso tienes, Bill?”.

      Bill se quedó callado por un momento.

      “Estoy en camino para reunirme con el jefe sobre el caso”, dijo. “Realmente necesito tu ayuda, Riley”.

      Riley miró directamente a su amigo y socio. Su expresión era una de profunda angustia. Cuando había dicho que necesitaba su ayuda, realmente lo había dicho en serio. Riley se preguntaba por qué.

      “Déjame ducharme y ponerme ropa seca”, dijo. “Te veo en la oficina central en un rato”.

      CAPÍTULO CINCO

      El jefe de equipo Brent Meredith no era un hombre que perdía tiempo con sutilezas. Riley lo sabía por experiencia. Así que cuando entró en su oficina después de su carrera, no esperaba charlar ni tampoco que le hiciera preguntas corteses sobre su salud, hogar y familia. Podía ser amable y cálido, pero esos momentos eran raros. Hoy iría directo al grano, y sus asuntos siempre eran urgentes.

      Bill ya había llegado. Todavía se veía muy ansioso. Esperaba entender la razón pronto.

      Tan pronto como Riley se sentó, Meredith se inclinó sobre su escritorio hacia ella, su gran rostro angular afroamericano tan abrumador como siempre.

      “Lo primero es lo primero, agente Paige”, dijo.

      Riley esperó que dijera otra cosa, que hiciera una pregunta o le diera una orden. En cambio, simplemente la miró fijamente.

      Solo le tomó a Riley un momento comprender lo que Meredith quería decirle.

      Meredith no quería hacer esa pregunta en voz alta. Riley apreciaba su discreción. Un asesino todavía andaba suelto, y su nombre era Shane Hatcher. Él había escapado de Sing Sing, y la asignación más reciente de Riley había sido atraparlo.

      Ella había fallado. En realidad, realmente no lo había intentado, y ahora otros agentes del FBI habían sido asignados para detener a Hatcher. Hasta ahora no habían tenido éxito.

      Shane Hatcher era un genio criminal que se había convertido en un experto en Criminología respetado durante sus largos años en prisión. Por esta razón es la que Riley lo había visitado en prisión a veces para que la asesorara en sus casos. Lo conocía lo suficientemente bien como para sentirse segura de que no era un peligro para la sociedad ahora mismo. Hatcher tenía un estricto código moral bastante extraño. Había matado a un solo hombre desde su fuga, un viejo enemigo que también había sido un criminal peligroso. Riley se sentía segura de que no mataría a nadie más.

      Ahora Riley entendió que Meredith necesitaba saber si se había comunicado con Hatcher. Era un caso de alto perfil, y parecía que Hatcher se estaba convirtiendo rápidamente en una especie de leyenda urbana: un famoso genio criminal capaz de cualquier cosa.

      Apreciaba la discreción de Meredith en no plantear su pregunta en voz alta. Pero la verdad era que Riley no sabía nada sobre las actividades actuales de Hatcher o su paradero.

      “No hay nada nuevo, señor”, dijo en respuesta a la pregunta tácita de Meredith.

      Meredith asintió y pareció relajarse un poco.

      “Está bien”, dijo Meredith. “Iré directo al grano. Enviaré al agente Jeffreys a Seattle a trabajar en un caso. Él te quiere como compañera. Necesito saber si estás disponible para ir con él”.

      Riley necesitaba decir que no. Tenía tanto con que lidiar en su vida ahora mismo que tomar un caso en una ciudad distante parecía imposible. Ocasionalmente recaía en el TEPT que había sufrido desde su cautiverio. Su hija, April, había sufrido en manos del mismo hombre, y tenía sus propios demonios con los que lidiar. Y ahora Riley tenía una nueva hija que había atravesado sus propios traumas terribles.

      Si tan solo pudiera quedarse por un tiempo y dar unas clases en la Academia, quizás pudiera estabilizar su vida un poco.

      “No puedo hacerlo”, dijo Riley. “No en este momento”.

      Se volvió hacia Bill.

      “Tú sabes con lo que estoy lidiando”, dijo.

      “Yo sé, solo esperaba...”, dijo con una expresión suplicante en los ojos.

      Llegó el momento de averiguar cuál era el asunto.

      “¿Pueden explicarme de qué trata el caso?”, preguntó Riley.

      “Ha habido al menos dos envenenamientos en Seattle”, dijo Meredith. “Parece ser un caso de asesinato en serie”.

      En ese momento, Riley entendió por qué Bill estaba conmovido. Su madre había sido envenenada hace muchos años, cuando él había sido solo un niño. Riley no sabía los detalles, pero sabía que su asesinato había sido una de las razones por las cuales se había convertido en un agente del FBI. Lo había atormentado durante años. Este caso abría viejas heridas para él.

      Por eso es que, cuando le había dicho que la necesitaba en el caso, realmente lo había dicho en serio.

      Meredith continuó: “Hasta los momentos, sabemos de dos víctimas, un hombre y una mujer. Pueden haber habido otras, y quizás hayan más”.

      “¿Por qué fuimos llamados?”, preguntó Riley. “Hay una oficina de campo del FBI en Seattle. ¿No pueden encargarse ellos?”.

      Meredith negó con la cabeza.

      “La


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