Los dioses de cada hombre. Jean Shinoda Bolen

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Los dioses de cada hombre - Jean Shinoda  Bolen


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dioses de cada hombre es pues una psicología de los hombres tal como los ve una mujer que está haciendo lo que las mujeres han hecho por los hombres durante siglos, preocuparse por ellos: reflexiona sobre lo que ha visto, es consciente de su necesidad de sensibilidad cuando describe las debilidades y problemas masculinos y de la importancia de apreciar sus cualidades positivas. Este libro tiene la perspectiva del observador compasivo, adquirida a través de la experiencia profesional y personal.

      Soy psiquiatra, analista junguiana y profesora de psiquiatría clínica de la universidad de California, San Francisco. Tengo hombres y mujeres entre los pacientes de mi consulta privada y soy una mujer en una profesión de hombres con mentores, amigos y colegas hombres. A mi vez, he sido tutora y he enseñado tanto a hombres como mujeres.

      Además, fui una “hija de papá”, la “niña preferida de papá”, cuyo padre se enorgullecía de los logros de su hija. A raíz de ello me resultó más fácil que a muchas mujeres hallar aprobación en esta cultura patriarcal. También fui esposa durante diecinueve años, en un matrimonio que tenía raíces tradicionales e igualitarias a un mismo tiempo, separada durante tres años y luego divorciada. Soy madre de un niño y una niña, nacidos ambos a principios de los setenta, la década del movimiento de las mujeres, cuando los temas de los estereotipos –la crianza se anteponía a la naturaleza– se dejaban oír con más fuerza.

       La visión binocular de la psicología

      Los dioses de cada hombre ofrece una “visión binocular” de la psicología, una perspectiva profunda que tiene en cuenta tanto los poderosos arquetipos internos como los estereotipos de la conformidad-exigencia, en un intento de comprender dónde residen nuestros conflictos y de qué modo podemos alcanzar mejor la plenitud.

      Esta perspectiva ha surgido de mi formación profesional y mi experiencia personal. Mi práctica ha desarrollado mi conciencia de lo que sucede en el interior de los corazones y las cabezas de los hombres y de las mujeres, de la dicha que nos proporciona la sensación de plenitud e integración que se produce cuando obramos como pensamos. Por el contrario, nuestros cuerpos, sueños y síntomas expresan conflicto y dolor cuando lo que es arquetípi-camente cierto es negado y reprimido de forma consciente. Conocer qué son estos arquetipos y el modo como se expresan en las vidas de los individuos sólo se esclarece tras años de trabajo de psicología profunda.

      También es esencial el entendimiento de lo que el movimiento de las mujeres denominó “despertar de la conciencia”. En las dos últimas décadas hemos aprendido cómo los estereotipos pueden distorsionar y limitar el potencial humano, sobre todo el de las mujeres. En este período muchas mujeres se han vuelto conscientes de cómo les afecta personalmente vivir en una cultura patriarcal. Los valores y creencias de las personas están modelados por la cultura, que se refleja en nuestras leyes y costumbres, lo cual afecta a la distribución del poder y a cómo se determinan la valía y la posición social. En una sociedad patriarcal las mujeres no están muy favorecidas. Pero los estereotipos masculinos también tienen poder sobre los propios hombres, puesto que limitan su forma de ser natural, recompensando algunas cualidades y rechazando otras.

       Los dioses y las diosas en cada persona

      Cuando hablo de los dioses en cada hombre me doy cuenta de que las mujeres a menudo descubren que en ellas también reside un dios en particular, al igual que, cuando hablo de diosas, los hombres también pueden identificar una parte de ellos mismos con una diosa específica. Los dioses y las diosas representan diferentes cualidades de la psique humana. El panteón de las deidades griegas, masculinas y femeninas, existe íntegramente en nuestro interior en forma de arquetipos, aunque en general los dioses sean los determinantes más fuertes y con más influencia en la personalidad del hombre, como las diosas lo son en la de la mujer.

      Todo arquetipo se asocia a un don “otorgado por un dios o diosa” y a conflictos potenciales. Al darnos cuenta de esto la arrogancia y el sentimiento de culpabilidad son menos probables. Y debido a que todo lo que hacemos que surge de nuestras profundidades arquetípicas tiene sentido para nosotros, un hombre que sepa “qué dios” o “dioses” actúan en él puede ser capaz de conocer qué opciones o caminos es probable que le resulten más satisfactorios.

      Leer sobre los dioses a veces resulta un medio de “remembrar” nuestras partes amputadas (desmembradas). Este proceso también puede recibir la ayuda de los sueños, los recuerdos y los mitos que nos conectan con nuestro inconsciente.

      Conocer los diferentes dioses en cada hombre también es importante para las mujeres, muchas de las cuales ponen mucho esfuerzo en intentar comprender a los hombres (en general, un sólo hombre cada vez). Las mujeres con mentalidad psicológica a veces se dan cuenta de que suelen mantener relaciones con el mismo tipo de hombre y sienten que realmente necesitan saber “quién” las atrae. Los dioses de cada hombre puede decirles que han sido atraídas por un dios o arquetipo en una serie de hombres; y este “dios” no es compatible con lo que ellas esperan, lo cual explica por qué sus relaciones siempre acaban mal.

      Conocer a los “dioses” ofrece a los padres o madres de hijos varones (especialmente madres solteras) un medio para ver y apreciar “quiénes” son sus hijos. El resultado neto es que un padre o una madre se sienten más competentes cuando entienden cómo puede que sea su hijo, cómo es probable que el mundo le trate, cuáles serán sus puntos fuertes y cuáles los débiles y dónde puede encontrar ayuda.

      Es necesario que tanto hombres como mujeres vean a sus progenitores con claridad, con frecuencia para poder perdonarlos y comprenderles. Entender a los dioses y sus mitos puede proporcionar una imagen objetiva del padre.

      Puesto que en las mujeres también hay “dioses”, ellas pueden adquirir conocimiento de sí mismas a través de éstos. El “¡ajá!” de reconocimiento puede ser especialmente apreciado por una mujer que ya esté familiarizada con las “diosas” y que ahora descubre que hay un dios en concreto que explica parte de su conducta. Puede captar la satisfacción que todos sentimos cuando encaja la pieza que faltaba en el rompecabezas, especialmente cuando es la que faltaba para completar el cuadro y dar sentido a la vida.

      Hay dioses y diosas en todas las personas. A través de ellos podemos descifrar ese momento de inspiración cuando algo que sabemos intuitivamente respecto a nosotros mismos produce una imagen clara y se manifiesta en palabras. Del mismo modo que cuando nos miramos en un espejo y vemos nuestros rasgos por primera vez, la impresión que recibimos puede revelarnos eso a lo que los demás reaccionan cuando nos ven y mostrarnos a nosotros mismos con mayor claridad.

      Escribí este libro para toda persona que quiera comprender a los niños y a los hombres, conocer sobre los arquetipos masculinos en hombres y mujeres o descubrir algo sobre ella misma y sus relaciones. Lo he escrito especialmente para los hombres que deseen descubrir a los dioses que hay en su interior, para aquellos hombres que me han preguntado: “¿Qué pasa con los dioses de cada hombre? ¿Qué pasa con nosotros?”.

      AGRADECIMIENTOS

      Cada capítulo de este libro tiene muchos contribuidores anónimos –pacientes, amigos, colegas, parientes, todos los niños u hombres importantes de mi vida–, que han ejemplificado aspectos de un dios arquetipo o me han ayudado a comprender lo que es ser hombre o niño en esta cultura patriarcal. Con los años, las mujeres me han hablado de los hombres próximos a ellas, a veces dando muestras de conocerlos –especialmente a los hombres irreflexivos–mejor que ellos mismos. Las mayores contribuciones han sido las de los hombres que han indagado a fondo conmigo en el análisis junguiano para descubrir sentimientos, historias y partes de ellos mismos que ni siquiera conocían al principio y a las que habían tenido relegadas.

      La mayoría de las descripciones son, pues, compuestos de muchos hombres, a quienes conocí bajo un montón de diversas circunstancias: principalmente durante mis veinticinco años de práctica psiquiátrica. He realizado mi trabajo en un temenos (santuario


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