Historia sencilla de la filosofía. Rafael Gambra Ciudad

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Historia sencilla de la filosofía - Rafael Gambra Ciudad


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      HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA

      Rafael Gambra

      HISTORIA SENCILLA DE LA FILOSOFÍA

      EDICIONES RIALP, S.A.

      MADRID

      © 2014 by Rafael Gambra Ciudad

      © 2014 by EDICIONES RIALP, S. A.,

      Alcalá, 290.

      28027 Madrid

      (www.rialp.com)

      No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopias, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

      31ª Edición

       ISBN: 978-84-321-4432-5

      ePub producido por Anzos, S. L.

      PREÁMBULO

       Quizá ningún sector de la cultura resulte tan refractario a ser resumido de una forma breve y clara como el de la filosofía en su evolución histórica. Por esto mismo, pocos dominios del saber tan desalentadores como el filosófico para el estudiante que empieza o para el profano deseoso de «hacerse una idea» de la materia. La extrema y profunda complejidad de su objeto y el rigor con que debe tratarse, el entrecruzamiento y diversidad de sistemas, la oscuridad y lo arcano de su lenguaje, son causas permanentes de la prevención con que generalmente se aborda el conocimiento filosófico y del desánimo que acompaña tantas veces a los primeros esfuerzos del principiante.

       Hasta tiempos cercanos la especialización más rigurosa reinaba en el campo de la filosofía. Podía suponerse que la filosofía era «lo que hacen los filósofos», esos sabios de un saber inútil que mantienen a lo largo de los siglos sus querellas inacabables, siempre en la sutileza de una terminología para uso privado.

       Hoy esta actitud hacia la filosofía es ya imposible para el hombre culto de cualquier especialidad, y va siendo cada vez menos posible para el hombre en general. Las nuevas concepciones físicas y sus consecuencias técnicas o destructivas requieren un inmediato apoyo filosófico si no tocan ya por sí mismas el dominio resolutivo o último de la filosofía. Asimismo, las grandes experiencias políticas, sociales y económicas de nuestra época representan versiones prácticas de sistemas filosóficos diversos, como si estos hubieran dado un salto desde la quietud de su milenario apartamiento a la arena de unas realidades fabulosas y amenazadoras. De modo tal que ningún estudiante de Derecho, de Economía o de Política, incluso de ciencias físico-naturales, puede iniciar ya su especialidad sin un cierto conocimiento de la filosofía y de la evolución de sus grandes sistemas.

      Sin embargo, subsiste la dificultad de abordar la filosofía como conocimiento auxiliar y no especializado. Y en grado superior a esa dificultad, la dificultad previa de resumir en ideas claras y trabadas entre sí el pensar filosófico en su génesis histórica. Todo resumen o esquema cultural tiene algo de falaz y de deformante, porque su misma sencillez y trabazón lógica se obtienen casi siempre a costa de la matización y aun del sentido de una realidad complejísima, extensamente ramificada en su crecimiento. Los esquemas, además, copiándose y simplificándose unos a otros, repitiendo siempre determinados temas y fórmulas, avanzan generalmente en el sentido contrario a la vida, que es diversificación y enriquecimiento.

       Compendiar es difícil y arriesgado; pero no por esto es menos necesario. Aldous Huxley ha expresado con concisión y profundidad esta necesidad del compendio y las exigencias que debe imponerse el que afronte la tarea de hacerlo si quiere evitar, en lo posible, sus peligros. «La vida es corta —dice— y el conocimiento, sin límites: nadie tiene tiempo para saberlo todo, y en la práctica nos vemos obligados a escoger entre una exposición demasiado corta o renunciar a ese saber. El resumen es un mal necesario, y el que lo afronta debe hacer lo mejor posible una labor que, aunque intrínsecamente mala, vale más que renunciar a ella. Es preciso que sepa simplificar sin llegar a deformar. Es necesario que aprenda a dirigir su atención hacia los elementos esenciales de una situación, pero sin abandonar demasiado los flancos que matizan la realidad. De este modo llegará quizá a conservar, no toda la verdad (porque esto es incompatible con la brevedad en casi todas las cuestiones importantes), pero considerablemente más que las peligrosas aproximaciones, que han sido siempre moneda corriente en el pensamiento».

      En esta Historia sencilla de la filosofía he procurado atenerme a esas exigencias: simplificar sin deformar; perseguir la trama del pensamiento histórico sin ocultar su complejidad ni sus tensiones creadoras. No abrigo ninguna pretensión de haberlo conseguido, ante todo porque lo que tiene de necesario el intento lo tiene de inasequible su logro adecuado. De aquí que para que un resumen de ese género cumpla su misión se haga necesaria la colaboración del lector, al menos en la actitud y el espíritu con que emprenda su lectura. Esta colaboración supondrá en él la consciencia de lo que puede obtener y de lo que no puede esperar de un resumen como el que tiene ante sí. Podrá alcanzar quizá una noción adecuada, no forzada ni deformante, de lo que es la filosofía y del impulso espiritual que históricamente la ha engendrado. Pero —entiéndase bien— solo «una noción», es decir, algo que nunca deberá tomarse por un verdadero conocimiento teórico o histórico de la filosofía: Porque en tal caso se convertiría automáticamente en la caricatura de lo que es un esfuerzo de profundización cuyo pasado envuelve tres milenios de cultura humana.

      Puede también obtener el lector de esta HISTORIA SENCILLA otro fruto de su lectura sosegada: adquirir la afición al pensar filosófico, esto es, un impulso de interés hacia la «ciencia de las causas últimas». Pero tampoco más que esa afición o ese impulso. Lo cual no le eximirá, para una adecuada y más profunda comprensión de los temas filosóficos, de un adentramiento sistemático de las disciplinas que componen la filosofía.

       He pensado muy especialmente al escribir este libro en los alumnos que se disponen a iniciar sus estudios universitarios y que han de improvisar al término de su bachillerato esa comprensión de las grandes corrientes del pensar filosófico, imprescindible en el manejo de los textos corrientes en la Universidad.

       Con posterioridad a la primera edición he comprendido la necesidad de ampliar los capítulos finales referentes a la filosofía actual debido a la natural curiosidad del lector hacia los temas y pensadores del presente. He dado así cabida a escuelas y sistemas actuales cuya existencia al menos es del dominio general y cuyo conocimiento me parece hoy necesario para una adecuada comprensión de nuestro presente cultural, y ello aun a riesgo de que su exposición, algo más minuciosa y menos esencial, rompa la línea y aun el tono de la exposición general.

       Cumplirá su objetivo este trabajo —que no puede tener otra pretensión que la síntesis ni otro valor que la claridad— si sirve a alguno de sus lectores para relacionar ideas antes dispersas o para alumbrar en su espíritu el incentivo del pensar filosófico.

      ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?

      EL PENSAR FILOSÓFICO

      El concepto de filosofía permanece aún hoy bastante oscuro para la generalidad de los hombres, para todos aquellos cuyos estudios no se aproximan al campo mismo de la filosofía. Por lo general evoca en ellos ideas muy dispares y confusas. La palabra filosofía sugiere, en primer lugar, la idea de algo arcano y misterioso, un saber mítico, un tanto impregnado de poesía, que hunde sus raíces en lo profundo de los tiempos, y es solo propio de iniciados. Evoca, en segundo lugar, la idea de un arte de vivir reflexiva y pausadamente. Una serena valoración de las cosas y sucesos exteriores a nosotros mismos, que produce una especie de imperturbabilidad interior. Así, cuando se dice en el lenguaje vulgar: «Fulano es un filósofo», o bien «te tomas las cosas con filosofía».

      Sin duda, algo de verdad habrá en estos conceptos, como lo hay en todo y como se encuentra siempre en las ideas de dominio vulgar. Ya decía Aristóteles en el libro I de su Metafísica que «el amigo de la filosofía lo es en cierta manera de los mitos,


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