La ciencia y los monstruos. Luis Javier Plata Rosas
Читать онлайн книгу.que hay evidencia de que las mujeres son más susceptibles a manifestar los síntomas del ergotismo que los hombres, lo que en alguna medida podría explicar la discriminación a favor de los supuestos brujos.
Los niños y los adolescentes son los más vulnerables al ergotismo, un factor que debe tomarse en cuenta en el caso de los juicios de Salem, en los que la mayoría de las víctimas fueron, precisamente, adolescentes. El micólogo Gordon Rutter7 propone una hipótesis que nos permite entender la razón de que la epidemia de hechicería en Salem se extendiera sólo desde diciembre de 1691 hasta finales de 1692.
Rutter señala que, en la época de los juicios de Salem, cuando la comida abundaba, una nueva cosecha por lo general no se consumía sino hacia finales del año, cuando ya había sido agotada la anterior. Los registros de cosechas en Salem indican que en 1691 el centeno se mantuvo en los graneros hasta noviembre y diciembre, mes en que se registró la primera víctima de brujería. En la primavera de 1692, una inundación destruyó las cosechas, a lo que siguió una temporada de sequía, por lo que la escasez de comida llevó a los salemitas a hacer pan con el centeno contaminado que tenían guardado –los esclerocios permanecen químicamente activos hasta por dieciocho meses–, cuya ingestión dio lugar a los restantes casos de brujería de 1692. Una vez que las cosechas se recuperaron al año siguiente y que el nuevo centeno sin contaminar permitió la elaboración de pan sin propiedades alucinógenas ni los restantes síntomas de ergotismo, la práctica de la brujería en Salem se dio por terminada.
2. Astronomía tenebrosa
El silencio eterno de estos espacios infinitos me aterra.
Locutor en la radio: Desde Tacoma a Vladivostok, los astrónomos informan sobre una alteración iónica en la cercanía del cinturón de Van Allen. Los científicos recomiendan tomar las precauciones necesarias.
Homero: ¿Qué saben esos zoquetes?
Frankenstein, hijo de la luna: astronomía forense, estudios sobre el sueño y el origen de un monstruo
Lo bueno de ser el doctor Frankenstein es que siempre puedes hacer nuevos amigos.
No existe en toda la historia de la literatura ninguna obra que se aproxime en popularidad a Frankenstein, considerada por muchos como la primera novela de ciencia ficción,8 cuando se trata de aleccionar a los científicos sobre los límites y los peligros de la ciencia. Pero la posible moraleja ha sido interpretada de muy diversas –casi incontables– maneras, dependiendo de quien la enuncie.
Desde su publicación en 1818, la obra de Mary Shelley ha inspirado cientos de novelas y más de ochenta obras de teatro que han abarcado hasta el género de los musicales gracias a Mel Brooks, responsable también de la pavorosamente cómica película Young Frankenstein (1974). También medio centenar de películas en las que el monstruo a veces es la víctima, otras tantas el héroe y, en ocasiones, el villano. En estas siempre se ha destacado la versión “clásica” protagonizada por Boris Karloff en 1931 que nos legaría la imagen del monstruo que sería desde entonces adoptada por la cultura popular en cine, televisión, cómics y videojuegos: la cabeza aplanada, la costura a un lado de la frente y un tornillo a cada lado del cuello. No olvidamos las decenas de cómics en los que Frankenstein se codea incluso con otros superhéroes de la compañía DC y forma parte de la Liga de la Justicia Oscura (advertencia para quienes no son fanáticos de los cómics: el supervillano Solomon Grundy NO es Frankenstein, aunque ambos bien podrían ser hermanos). La probabilidad de que una persona ignore quién es este monstruo es extremadamente baja; si bien la probabilidad de que haya leído la novela es otra cosa. Quien se cuenta entre los lectores de Frankenstein y tuvo la fortuna y la paciencia de no saltarse la introducción que para la segunda edición, la de 1831, escribió su autora (la primera edición se publicó de manera anónima) estará enterado de primera mano sobre las circunstancias que rodearon la gestación del libro.
Sobre Mary Shelley recayeron desde hace varias décadas sospechas que más de un académico manifestó sin pudor alguno. No sólo se han mostrado escépticos acerca de su autoría, sino que, además, la han tachado de plano de mentirosa a la hora de hablar sobre la noche en que, se supone, tuvo la idea de dar vida a cadáver tan exquisitamente horripilante.
No fue sino hasta el año 2012 que la ciencia puso punto final a esta discusión, con ayuda de la luna y el mal tiempo. Pero antes de ver qué tienen que decir la astronomía y la meteorología forense sobre el misterio de la creación de Frankenstein, necesitamos dar algunos detalles sobre los que participaron en él.
En junio de 1816, en dos mansiones conocidas como Villa Diodati y Maison Chapuis, próximas una a otra y ambas localizadas en una colina a orillas del lago Lemán o lago de Ginebra, en Suiza, durante varios días y noches caracterizadas por la presencia de tormentas eléctricas, un grupo de escritores se reunió a contar historias de aparecidos. No se trataba de escritores provincianos cualesquiera, sino de los ya desde entonces famosos poetas lord Byron, Percy Shelley, Mary Godwin –quien después sería esposa de Shelley, pero en esa reunión aún conservaba su apellido de soltera– y el médico y escritor John Polidori. También los acompañaba la hermanastra de Mary Godwin, Claire Clairmont. Godwin y Shelley se alojaron en Maison Chapuis, que ahora ya no existe y que en 1816 era la más próxima al lago.
En su introducción de 1831, Mary Shelley señala que “aquel verano se reveló como húmedo y poco propicio para el genio, y la lluvia incesante nos confinaba frecuentemente durante días enteros en la casa”, por lo que, durante varios días y como ya hemos mencionado, este grupo de amigos decidió entretenerse mediante la lectura en voz alta de historias de fantasmas. Inspirado por estas narraciones, lord Byron propuso que cada uno de los cuatro ahí reunidos escribiera su propia historia de fantasmas. Cada uno se puso a trabajar en eso,9 y todas las mañanas Mary Shelley se mortificaba al oír la pregunta obligada: “¿Has pensado en una historia?”, porque tenía el síndrome de la página en blanco: no se le ocurría absolutamente nada. Pero una conversación entre lord Byron y Percy Shelley le daría la feliz idea a partir de la cual inventar su narración; en palabras de Mary Shelley, según la traducción de Mercedes Rosúa (2008):
Hablaron de los experimentos del doctor Darwin […], el cual metió en un recipiente de cristal un puñado de fideos hasta que, por algún medio extraordinario, comenzaron a moverse voluntariamente. Sin embargo, no se habría infundido vida de este modo.
El doctor Darwin a quien se refiere no es el archirreconocido Charles Darwin, sino su abuelo Erasmus Darwin. Y si nos parece muy extraño que un naturalista tan respetado como él experimentara con la reanimación, no de cadáveres sino de pasta –¿tal vez con la intención de reemplazar al Monstruo Volador de Espagueti?–,10 la culpa no es únicamente de la traductora. Ella complicó aún más el enredo al sustituir la palabra vermicelli, usada por Shelley en el original en inglés, por “fideos”, pensando tal vez que no todos los lectores de habla hispana somos expertos en comida italiana. En realidad, la responsabilidad del enredo, como han señalado otros investigadores, es de la propia Shelley, pues quizá Byron y Percy –a estas alturas del libro ya podemos tutearlos– hablaran sobre lo que, respecto de la idea de la generación espontánea, era el género de protozoo Vorticella (no vermicelli).
En su obra The Temple of Nature (1802), Erasmus Darwin había escrito:
Así, el vorticella o animal rueda [es un rotífero, parece una campanita], que se encuentra en agua de lluvia que ha
7
Gordon Rutter, “Witches, madness and a little black fungus”,
8
Entre ellos, el escritor Brian Aldiss, autor del cuento “Los superjuguetes duran todo el verano”, historia en la que se basa la película
9
La historia que Polidori escribió fue “El vampiro”, precursora directa de las posteriores novelas y los cuentos de chupasangres, entre los que se incluye el clásico de Bram Stoker.
10
Esta divinidad posmoderna fue creada –en una inversión de los papeles de Dios y humanos– en 2005 por el físico estadounidense Bobby Henderson, quien la hizo responsable de cambiar en favor de los científicos los resultados de sus dataciones de fósiles con carbono 14 y otros isótopos radiactivos. Con esta sátira, Henderson se mofaba de la decisión de la Junta Estatal de Educación de Kansas de impartir otras teorías, como el diseño inteligente, como supuestas e igualmente válidas alternativas a la evolución por selección natural, lo que no sería menos absurdo, según el físico, que profesar su recién propuesta religión adoradora del Monstruo Volador de Espagueti, conocida como “pastafarismo” o “pastafarianismo” por la unión de las palabras “pasta” y “rastafari”.