Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego

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Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego


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me has demostrado estos días. Ninguno de ellos progresó con tanta rapidez en el manejo de la espada.

      Los ojos de Jack se llenaron de lágrimas, pero parpadeó para contenerlas.

      —¿Por qué no me lo has dicho antes? –le reprochó.

      —Porque hay algo que no me gusta de ti, y es esa rabia y ese odio que te ciegan, ese orgullo que te lleva a cometer imprudencias que te pueden costar la vida. He tenido que humillarte, he tenido que quemarte física y psicológicamente para que por una vez en tu vida te pares a pensar y aprendas a tener paciencia. Pero reconozco que no esperaba que reaccionaras como lo has hecho... espiando a Kirtash a través del Alma.

      —Quería ser útil de alguna forma –murmuró Jack.

      —Y lo eres, Jack. Si te mantengo alejado de todo esto es por dos motivos: en primer lugar, porque estás obsesionado con Kirtash, y cuando se trata de él no puedes pensar con objetividad. Mientras sigas siendo así de temerario, él tendrá todas las de ganar, y no le costará mucho matarte en vuestro próximo enfrentamiento porque, por mucho que te entrenes, tu enemigo seguirá siendo más frío y templado que tú. Y, en segundo lugar... porque no quiero perder antes de tiempo al gran guerrero que sé que vas a ser... y al amigo que ya eres para mí. Así que supuse que tenía que apartarte de Kirtash hasta que asimilaras un poco la muerte de tus padres y fueras capaz de enfrentarte a él con más calma y frialdad.

      Jack no supo qué decir. Pero tampoco Alsan añadió nada más, por lo que finalmente el muchacho tragó saliva y murmuró, abatido:

      —Comprendo. He metido la pata, ¿verdad?

      —Todos nos equivocamos, chico –replicó Alsan, moviendo la cabeza–. Eso es lo de menos. Lo que realmente importa es que saques algo en claro de todo esto. ¿Entiendes?

      Jack asintió y lo miró, agradecido. Toda la rabia y el rencor parecían haberse esfumado.

      —Entiendo. No volveré a defraudarte, Alsan. Te lo prometo.

      Alsan sonrió.

      —Lo sé, chico –respondió, revolviéndole el pelo con cariño–. Cuento contigo y sé que no me fallarás.

      Jack le devolvió la sonrisa. Alsan salió de la habitación sin decir nada más, pero el muchacho se sentía mucho mejor, como si se hubiera quitado un enorme peso de encima. Pensó en todo lo que había pasado aquellos días, y se acordó de Victoria. Se levantó de un salto. Tenía un asunto pendiente con ella.

      Salió de su cuarto y la buscó por la casa. La encontró en su habitación, leyendo, y llamó suavemente a la puerta para anunciar su presencia.

      —Hola –dijo, cuando ella levantó la cabeza–. ¿Puedo hablar contigo un momento?

      —Claro –respondió Victoria, cerrando el libro–. Pasa.

      Jack se sentó sobre una de las sillas, junto a ella, la miró a los ojos y le dijo:

      —Llevo varios días sin hablar contigo, prácticamente ignorándote, porque he estado demasiado obsesionado con mi entrenamiento. Quiero que sepas... que no tengo nada contra ti, al contrario. Es solo que a veces me olvido de lo que realmente importa. Me he comportado como un estúpido, y quería pedirte perdón.

      Victoria se quedó sin habla.

      —¿Me perdonas? –repitió Jack, con suavidad.

      —Claro –pudo decir ella–. Yo... te veía todo el día entrenando y estaba preocupada por ti, pero no quería entrometerme porque...

      —Te doy permiso para que te entrometas todo lo que quieras –cortó Jack, muy serio–. Alsan dice que soy orgulloso, impulsivo y temerario, y que así solo conseguiré que me maten. Y creo que tiene razón. Por eso, como tú eres mucho más sensata que yo, seguro que me vendrá bien que me ates corto.

      Victoria lo miró un momento, preguntándose si le estaba tomando el pelo. Pero no, el chico hablaba en serio; la muchacha no pudo reprimir una carcajada.

      —Está bien, me entrometeré si eso es lo que quieres. Pero luego no te quejes, ¿eh?

      Jack sonrió a su vez.

      —Gracias por no guardarme rencor –dijo con sencillez.

      —No hay de qué, Jack. Somos amigos, ¿no?

      —Claro que sí –le cogió la mano y se la estrechó con fuerza, aún sonriendo–. Y no sé si es porque pasamos mucho tiempo juntos, porque tenemos muchas cosas en común, o por qué, pero eres la mejor amiga que he tenido nunca.

      Victoria enrojeció, halagada, y aceptó el cumplido con una inclinación de cabeza.

      Hubo un breve silencio. Victoria vaciló. Jack la miró y supo que quería decirle algo.

      —¿Qué?

      —Lo has visto, ¿verdad? –dijo ella en voz baja–. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía?

      Jack sabía que Victoria se refería a Kirtash. Detectaba aquel extraño tono que adquiría la voz de su amiga cuando hablaba de él, incluso aunque no pronunciara su nombre. Frunció el ceño. Después de todo lo que le habían dicho Alsan y Shail, casi se le había olvidado por completo.

      —No estoy seguro –respondió–. Tal vez no fuera nada importante, pero, por otra parte... no me imagino a Kirtash haciendo nada por casualidad.

      Le contó todo lo que había visto a través del Alma; cuando terminó, Victoria hizo un gesto de extrañeza.

      —¿Un libro de magia idhunita? Qué raro, ¿no? ¿De dónde sacarían algo así en la Tierra?

      —Esos dos tramaban algo, me apostaría lo que fuera –murmuró Jack, pensativo–. Quizá si... ¡un momento!

      Se levantó de la cama de un salto y alcanzó el bloc de dibujo que estaba sobre la mesa. Cogió un lápiz y se sentó de nuevo, mordiéndose el labio inferior.

      —Era un edificio muy poco común –dijo–. Creo que podría dibujarlo.

      Victoria lo contempló en silencio mientras el chico deslizaba el lápiz sobre el papel, con trazos suaves pero firmes y seguros, con el ceño fruncido en señal de concentración. Esperó pacientemente hasta que Jack alzó la mirada y le tendió el bloc.

      —¡Oye, dibujas muy bien! –se admiró ella.

      Él se encogió de hombros.

      —Lo hago desde que era muy pequeño. Dime, ¿te suena de algo ese sitio?

      Victoria lo observó con atención. Un edificio con forma trapezoidal, de ladrillo rojo y tejados grises en distintas alturas. Un patio con enormes baldosas blancas y rojas. Una estatua que representaba a un hombre sentado.

      —No –dijo finalmente–, pero sí es cierto que es un edificio muy peculiar. Además, parece importante. ¿Puedo llevármelo? Lo escanearé y lo pondré en algunos foros de internet, a ver si alguien sabe decirme qué es.

      —Buena idea. Cuando tengamos más pistas, se lo diremos a Alsan y Shail. A lo mejor podemos averiguar algo importante...

      Muy lejos de allí, en la azotea del edificio de ladrillo rojo, sacudido por una helada brisa, Kirtash contemplaba la ciudad que se extendía ante él. Sus ojos no mostraban la menor emoción.

      Sin embargo, por dentro estaba hirviendo de ira.

      Era aquel muchacho que había osado espiarle. Kirtash había captado su intrusión al instante, y había logrado contactar con él lo bastante como para descubrir una serie de datos vitales.

      El chico se llamaba Jack, y estaba con la Resistencia. Eso lo sabía. Era la segunda vez que Jack escapaba de él en sus mismas narices, aunque siempre por intervención de un tercero.

      No habría más ocasiones.

      La operación de Silkeborg había sido una auténtica chapuza. Jack era el único que debía haber


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