Segundas oportunidades (Una semana contigo 2). Monica Murphy

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Segundas oportunidades (Una semana contigo 2) - Monica  Murphy


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para preocuparse por los míos.

      Lo echo de menos. Odio echarlo de menos, pero lo hago. Es gracioso que alguien pueda entrar en tu vida tan poco tiempo y, sin embargo, te deje una marca tan profunda. Dejó una huella permanente en mi corazón y yo grabé para siempre su nombre en mi piel.

      Es una idiotez anhelar a un hombre que no me quiere.

      —El rubio de tu pelo ahora es un poco más oscuro. —Jennifer sonríe, asintiendo con aprobación—. Me gusta. Te queda mejor.

      Colin es un gran jefe, pero emplea a un montón de zorras en su restaurante. Y empiezo a comprender por qué son tan maliciosas, estamos en una competición entre nosotras, no solo por ser la camarera más buscada en The District, ni por conseguir la mayor cantidad de propinas al final de la noche, sino también por ser la camarera más querida a ojos de Colin. Lo cual es muy jodido si pienso en ello demasiado tiempo.

      Así que destierro ese pensamiento de mi mente, algo en lo que soy muy buena.

      Jennifer ha sido de lejos la más agradable conmigo, pero era la chica nueva del sitio hasta que aparecí, así que probablemente esté agradecida de que haya un nuevo objetivo al que odiar. Es guapa de una forma exótica y casi misteriosa, algo que encuentro divertido considerando que su nombre es tan común. Tiene el cabello negro, largo y liso como el papel, los ojos grandes marrón oscuro y la piel aceitunada. Además, es tan increíblemente alta que me dan tirones en el cuello si me quedo mirándola durante demasiado tiempo.

      Es todo lo que yo no soy. Somos diferentes en todos los sentidos.

      —¿Te ha llevado Colin a hacerte eso en el pelo? —pregunta mientras preparamos las mesas para la noche.

      Yo estoy poniendo la cubertería y ella, los vasos relucientes. Estoy tan sorprendida por su pregunta, que me quedo ahí con la boca abierta durante un momento. El suficiente como para que vuelva a hablar.

      —No pasa nada por admitirlo. A mí me llevó a cortarme el pelo y a hacerme un pequeño cambio de imagen cuando empecé. —Sonríe y sus mejillas se tiñen de rojo—. A Colin le gusta recoger chicas abandonadas para arreglarlas. Lo llamó «Sacar todo nuestro potencial».

      Sus palabras me hacen sentir un poquito menos especial y me dan ganas de abofetearme.

      —¿No crees que eso es un poco…?

      —¿Raro? —termina por mí con una sonrisa triste.

      —Sí.

      Acabo de colocar la cubertería en la mesa y la miro mientras sitúa con cuidado el último vaso de agua, poniéndolo bocabajo. La mantelería es de un blanco inmaculado y ponemos un cuenco plateado igual de perfecto en el centro, lleno de flores recién cortadas de colores primaverales: rosas, lavandas y blancos vibrantes, que añaden un toque de glamour sofisticado a una paleta que, de otra forma, sería sencilla.

      Todo el restaurante es así, sexy pero elegante. No es de extrañar que a toda la gente guapa le encante venir aquí.

      —A Colin le gusta pensar en él como en el caballero de brillante armadura de todas nosotras. Como si se hubiera precipitado a rescatarnos de nuestras horribles vidas y nos hubiera dado una nueva —explica Jennifer.

      Frunzo el ceño. No necesito a nadie en mi vida con complejo de héroe. Con Drew era yo quien tenía complejo de héroe y no me llevó a ninguna parte.

      Y ¿por qué demonios todo tiene que volver a él? Tengo que dejarle marchar de una vez por todas.

      —Eso es ridículo —digo.

      Jennifer se encoge de hombros.

      —Es la verdad, ¿no? ¿Dónde trabajabas antes? Yo estaba en un bar de mierda a las afueras de la ciudad, donde los clientes no podían apartar sus manos de mí. Lo odiaba. Colin llegó una noche hace como un mes, todo limpio, brillante y dorado. Prácticamente me rogó que viniera a trabajar aquí, pero no confiaba en él. —Sus ojos se oscurecen todavía más, ocultándome secretos, estoy segura—. Fue justo antes de Navidad, estaba muy sola y triste. Me llevó con él y no he vuelto a mirar atrás desde entonces.

      —Te llevó con él… ¿Qué quieres decir?

      —Estoy durmiendo en su casa. —Aparta la mirada—. No soy la primera ni seré la última.

      ¡Vaya! Es como el Flautista de Hamelín y nosotras le seguimos como un montón de ratones hipnotizados. Me siento una imbécil por pensar que la atención que me prestaba era especial, inusual. Pero no soy más que otro nombre en una larga lista de chicas que trabajan aquí y que ha acogido bajo su ala protectora.

      Soy escéptica, por lo que no puedo evitar preguntarme si tiene algún motivo oculto.

      —Hay una fiesta privada a las nueve. —Tenerria entra en la zona de comedor. Es la encargada del turno, ha trabajado con Colin en sus restaurantes anteriores. La trajo con él para que lo ayudase a abrir The District y no estoy segura de si es fija o se irá en algún momento. Respeto totalmente a T, como todos la llaman, pero también me asusta muchísimo—. Quince futbolistas universitarios que celebran un veintiún cumpleaños, así que estad preparadas. Ese número de confirmados probablemente aumentará con creces.

      Se me cae el alma a los pies. Futbolistas. ¿Podría ser Drew uno de los chicos que vendrán esta noche? No es nada sociable y lo último que escuché, porque los rumores corren como la pólvora en esta pequeña ciudad, fue que Drew se había marchado. No es que le preste mucha atención a los rumores porque normalmente son mentiras.

      —Te voy a echar a los lobos esta noche, Fable —continúa T dibujando una brillante sonrisa en sus labios rojos. Llevaremos el nuevo «uniforme» que Colin nos dio antes: pantalones cortos negros y camisetas de encaje blanco con un sostén negro debajo. He añadido los tacones negros que llevo puestos de forma precaria. También nos ha dado el mismo pintalabios a todas, así que iremos conjuntadas—. Jen y tú trabajaréis en la fiesta privada. También tenemos un camarero extra en el personal, así que ya estáis todos.

      Los nervios se anidan en mi estómago.

      —Vale —digo débilmente. Estar rodeada de futbolistas me hará pensar en Drew. Además, probablemente me molestarán porque sí, me avergüenza decir que he estado con unos cuantos. Nada importante, la mayoría un rato de toqueteo y rollo. Fue cuando tenía la autoestima por los suelos y pensaba que su atención era lo único que merecía. ¡Qué vergüenza! Espero que no digan nada grosero.

      Pero sobre todo, espero que Drew no esté ahí.

      Vale, miento. Una diminuta parte de mí espera que Drew aparezca. Aunque no sé qué le diría.

       ¡Que te jodan por pisotearme el corazón!

      Ehmm, sí. Eso estaría muy bien.

      —¿Qué opinas de los nuevos uniformes? —pregunta T.

      Me miro. Los pantalones cortos son demasiado cortos, pero al menos no llevo un vestido, con el que siempre temo que se me vea el culo. Y las camisetas de encaje son demasiado transparentes, pero no creo que esté enseñando descaradamente mis partes. Siempre temo pasar frío, pero estaré toda la noche yendo de un lado para otro como para que eso suceda.

      —Me gustan.

      —A mí también —afirma Jen moviéndose tanto que se coloca a mi lado—. Prefiero los pantalones cortos que los vestidos. Siento que puedo moverme mejor con ellos.

      —Lo mismo digo. —Asiento con la cabeza—. ¿Por qué ha elegido ropa nueva para nosotras? ¿E incluso nos ha dado un pintalabios a juego? —Hacer la pregunta en voz alta me hace ver lo rara que es la situación.

      Es decir, ¿quién hace ese tipo de cosas?

      —Le gusta que parezcamos iguales pero diferentes. Llevar algo de nuestra propia personalidad a nuestro conjunto, ¿sabes? —T nos observa a Jen y a mí—. Sé que os acaban de dar los conjuntos, pero la próxima vez que trabajéis,


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