Viajes por España. Pedro Antonio de Alarcón
Читать онлайн книгу.MONASTERIO DE YUSTE
I
i sois algo jinete (condición sine qua non); si contáis además con cuatro días y treinta duros de sobra, y tenéis, por último, en Navalmoral de la Mata algún conocido que os proporcione caballo y guía podéis hacer facilísimamente un viaje de primer orden—que os ofrecerá reunidos los múltiples goces de una exploración geográfico-pintoresca, el grave interés de una excursión historial y artística, y la religiosa complacencia de aquellas romerías verdaderamente patrióticas que, como todo deber cumplido, ufanan y alegran el alma de los que todavía respetan algo sobre la tierra.....—Podéis, en suma, visitar el Monasterio de Yuste.
Para ello..... (suponemos que estáis en Madrid) empezaréis por tomar un billete, de berlina ó de interior, hasta Navalmoral de la Mata, en la «Diligencia de Cáceres»[1],—que sale diariamente de la calle del Correo de ésta que fué corte, á las siete y media de la tarde.
La carretera es buena por lo general, y en ningún paraje peligrosa. Pasaréis sucesivamente por la Dehesa de los Carabancheles, donde los Artilleros tenían establecida su muy notable Escuela práctica;—por las Ventas de Alcorcón y por Alcorcón mismo, que es como si dijéramos por el Sèvres de los actuales madrileños;—por Móstoles, donde os acordaréis de su órgano y de su célebre Alcalde del año de 1808;—por Navalcarnero, uno de los principales lagares que surten de peleón á Madrid;—por Valmojado, que nada tiene de mojado ni de valle, pues ocupa un terreno muy alto y arcilloso;—por Santa Cruz del Retamar, abundante en fiebres intermitentes y en carbones;—por Maqueda, todavía monumental hoy, cuanto poderosa en la antigüedad romana y en tiempos de nuestra doña Berenguela,—y, en fin, por Santa Olalla, patria del historiador Alvar Gómez de Castro y del predicador Cristóbal Fonseca, ambos insignes varones y literatos;—con lo cual, al amanecer (dado que viajéis, como os lo aconsejamos, en primavera ó en otoño), os encontraréis en Talavera de la Reina, confirmada (supongo) recientemente con el nombre de Talavera de la República federal.
Dicho se está que en todo este trayecto no habéis visto casi nada, á causa de la obscuridad de la noche y de haber ido proveyéndoos de sueño, ó bien de dormición ó dormimiento (como se decía antaño, para evitar confusiones entre la gana y el acto de dormir), y en ello habréis hecho perfectamente, pues no os esperan grandes hôteles, que digamos, en toda vuestra romería;—pero al llegar á Talavera, donde se detiene el coche una hora y se toma chocolate, despertaréis sin duda alguna, y podréis ver al paso muchas y muy buenas cosas.....
Por ahorraros gastos, no presuponemos que caéis en la tentación de pasar todo un día en aquella ilustre villa, cuna del ínclito Padre Mariana; rica de monumentos arquitectónicos; emporio de los opimos frutos y frutas de todo el país que vais á recorrer; renombrada por sus barros cocidos, que os indemnizan del bochorno cerámico que pasasteis en Alcorcón, y vecina del memorable campo de batalla en que españoles é ingleses dimos tan buena cuenta de José Napoleón, de Sebastiani, de Víctor y de otros generales del Imperio, con más de 50.000 soldados vencedores de Europa.....—En otro caso vierais allí, además de las murallas, y la catedral, y los conventos, y los palacios, los celebérrimos jardines y alamedas que forman un paseo público á la orilla del noble Tajo.....—Pero ¡nada! vosotros vais á Yuste exclusivamente, y no podéis deteneros en parte alguna.....
Montaréis, pues, de nuevo en la Diligencia, y, dejando á la izquierda el gran río y viendo siempre á la derecha la cadena del Guadarrama (que, con el nombre de Sierra de Gredos y otros, se extiende hasta Portugal), continuaréis vuestro camino y cruzaréis por delante de la imponente villa de Oropesa, de aspecto feudal, coronada por su viejo castillo y presidida por el magnífico palacio de los antiguos Condes de Oropesa, hoy Duques de Frías.....—Como sabéis á dónde vais, no dejaréis seguramente de saludar agradecidos aquella villa, ni de pensar con reverencia en los mencionados Condes, cuyos recuerdos habéis de encontrar íntimamente ligados con los del Monasterio de Yuste; y, cumplida esta obligación, pasaréis por la Calzada de Oropesa, último pueblo de la provincia de Toledo; entraréis poco después en Extremadura, y, en fin, á eso de las doce del día os hallaréis en Navalmoral de la Mata.
En aquella importante villa, perteneciente ya á la provincia de Cáceres, cabeza de partido judicial y distante de Madrid 172 kilómetros, es donde os esperan el caballo y el guía. Dejaréis, por tanto, seguir á la Diligencia su rumbo al Sudoeste, y vosotros tomaréis el sendero que preferían siempre los Condes de Oropesa para dirigirse á Yuste desde su mencionada villa señorial, ora cuando el famoso Garci-Álvarez iba, á principios del siglo xv, á proteger la fundación del Monasterio, ora cuando un descendiente suyo acudía, ciento cincuenta años después, á visitar á Carlos V ó á asistir á sus exequias.—Es decir, que os encaminaréis al lugarcillo de Talayuela (12 kilómetros); pasaréis por la barca del mismo nombre el caudaloso Tiétar, tan desprovisto de puentes; entraréis en la célebre Vera de Plasencia, y, por Robledillo de la Vera, iréis á hacer noche á Jarandilla.
De este modo, habiendo andado unas diez y siete horas en coche y cosa de seis leguas á caballo, os hallaréis, á las veinticuatro horas de haber salido de Madrid, á legua y media de Yuste, en una villa importante (Jarandilla es cabeza de otro partido judicial), perteneciente también á los Estados de Oropesa ó Frías, cuyo palacio ó casa solariega albergó algunos meses al nieto de los Reyes Católicos mientras acababan de disponerle sus habitaciones en el convento.
Nosotros os dejamos ahora allí—donde creemos no os falte la necesaria industria para buscar la posada, cenar, acostaros y trasladaros á la mañana siguiente, muy tempranito, al lugar de Quacos, distante de Yuste un cuarto de legua, y donde vive el administrador del Sr. Marqués de Miravel, actual dueño del Monasterio (administrador que es muy amable y que os acompañará en vuestra visita, ú os proporcionará los medios de que lo veáis todo á vuestro sabor); nosotros os dejamos en Jarandilla, repetimos, y, retrocediendo á las orillas del Tiétar, vamos á exponeros cómo y por donde llevamos á cabo, por nuestra parte, hace poco tiempo, y arrancando de otro lugar, esta misma excursión al célebre retiro del que fué dueño del mundo.
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Cinco kilómetros más abajo de Talayuela, ó sea de su barca, hay una hermosa finca, denominada el Baldío, situada en majestuosa, pero muy alegre soledad.
El Baldío forma una especie de anfiteatro sobre el Tiétar, que es su límite al Norte. En medio de este anfiteatro se eleva el caserío, teniendo al Sur un soberbio pinar y á los lados extensos bosques de robles ó de encinas. Por las ventanas de todas sus habitaciones, que dan al septentrión, se descubre: primero, una faja de vega, de un kilómetro de ancho, que va á morir en el río; luego el mismo río, orlado de pomposas arboledas, y, á su otra margen, un segundo anfiteatro, que es la Vera de Plasencia, y que termina en las perpetuas nieves de las Sierras de Jaranda y de Gredos.
Las ventanas del Baldío dan, pues, frente al Monasterio de Yuste, escondido en una leve ondulación de la falda meridional de la Sierra de Jaranda, pero cuya situación y cercanías se divisan perfectamente.—Es decir, que el Baldío y Yuste tienen un mismo horizonte y están incluídos en la misma cuenca general del terreno, por cuyo fondo corre mansamente el Tiétar, navegable en aquella región, y tan grandioso y opulento como el propio Tajo, á quien poco después rinde vasallaje.
Tres leguas escasas (dos á vuelo de pájaro)