Una canción de juventud. María Casal
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MARÍA CASAL
UNA CANCIÓN DE JUVENTUD
Mi vida tras los pasos de san Josemaría
EDICIONES RIALP, S. A.
MADRID
© 2019 by MARÍA CASAL
© 2019 by EDICIONES RIALP, S. A.
Colombia, 63. 28016 Madrid
Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN (versión impresa): 978-84-321-5138-5
ISBN (versión digital): 978-84-321-5139-2
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Me tropecé con un querer
que sin saber
de luz me cegó.
Y al despertar de aquel soñar
yo vi, como tú,
que mi ilusión era verdad
en mi canción de juventud.
[versos de una canción compuesta y cantada ante san Josemaría, sobre el modo alegre de responder a la llamada de Dios]
ÍNDICE
I. INFANCIA EN ANDALUCÍA. LA GUERRA CIVIL
IV. ESTUDIOS DE MEDICINA. ENCUENTRO CON EL OPUS DEI
VI. REMANDO EN LA NUEVA ORILLA
VII. EL GERMEN DE UNA AVENTURA
VIII. LA ESCUELA DE ENFERMERAS
XI. SUIZA, UN VOLCÁN CUBIERTO DE NIEVE
PRÓLOGO
HAY EN ESPAÑA UN DICHO POPULAR que dice que «es de bien nacidos ser agradecidos», por lo que, reconociendo mis orígenes y mirando mi vida hacia atrás, he querido escribir este libro. No es una autobiografía, es —como dice el título—un modo de expresar mi agradecimiento. ¿Agradecimiento a quién? Agradecimiento a todos los niveles de la paternidad:
En primer lugar a mi Padre Dios, que jugó conmigo a la «parábola del hijo pródigo». Ningún libro puede bastar para poner de relieve todas las gracias, algunas grandes y otras —en apariencia— pequeñas, que Dios da a cada uno de los hombres, pero intentaré en estas páginas “cantar” un poco las maravillas de mi Padre Dios.
Agradecimiento también a san Josemaría, el Padre, nuestro Padre, como le llamamos habitualmente los fieles del Opus Dei. Gracias a él descubrí esa paternidad divina cuando menos lo esperaba; y también, gracias a él, aprendí a querer más a mi padre, como se lo conté a san Josemaría en cierta ocasión en una carta que le envié:
Mi padre me pregunta mucho por usted. ¿Sabe que desde que le tengo a usted quiero mucho más también a mi padre? Fue un descubrimiento de lo que es la filiación, también en la tierra[1].
Y agradecimiento también a mi padre que, con su gran corazón, puso en mí, sin advertirlo, la semilla para que pudiese germinar —y echar raíces duraderas— la alegría de saberme hija de Dios.
Quisiera centrarme en este libro, de modo especial, en la figura de san Josemaría[2]. Con gran gozo escribiría una biografía detallada sobre él, pero, aunque para mi inmensa suerte lo conocí personalmente, no tuve ocasión de coincidir con él durante demasiados años. Por eso, los datos directos que puedo ofrecer sobre el fundador del Opus Dei y que aquí recojo —desde la primera vez en que alguien me habló de él, hasta el día en que recibí la noticia de su fallecimiento en el año 1975— son escasos, y solo trataré algunos de los datos indirectos, puesto que han sido ya relatados por muchas otras personas. Sin embargo, reconozco que la trayectoria de mi vida —unida al Opus Dei desde hace casi setenta años— sí puede reflejar la personalidad de san Josemaría a través del cúmulo de gracias que me llovieron por su fidelidad a la paternidad que Dios le había confiado. Así, mi relato —como decía— no es una autobiografía, sino un modo de expresar mi agradecimiento a este santo, reconociendo la impronta que han dejado en mí su vida y enseñanza en la tierra y su continua intercesión desde el Cielo.
San Josemaría decía que el Señor le había hecho ver cómo lo había llevado —a lo largo de su vida— de la mano. Del mismo modo, a medida que pasan los años, al mirar mi propia vida hacia atrás, contemplo admirada las pequeñas “casualidades”, las distintas circunstancias, los pasos más o menos conscientes que me han conducido a un determinado camino y a una determinada meta. Cuando, además, una está persuadida de haber tenido una vida afortunada, que la ha hecho feliz, el panorama contemplado se hace aún más nítido y se ve en todo la mano de Dios. Y solo queda ya agradecer, como aprendí del propio san Josemaría: ¡Hay que romper a cantar!, decía un alma enamorada, después de ver las maravillas que el Señor obraba por su ministerio. —Y yo te repito el consejo: ¡canta! Que se desborde en armonías tu agradecido entusiasmo por tu Dios[3].
Para el hilo de esta historia, he contado con puntos de Camino, el libro que, con solo leerlo, ya me cambió la vida. Durante muchos años, fue la única publicación de san Josemaría, por lo que ha sido —junto con el Evangelio—alimento continuo de mi trato con Dios y línea de trazo para mi vida cristiana. Finalmente, quisiera dar las gracias a quienes han contribuido a que este libro llegara a su término, especialmente a María Del Rincón, que ha revisado