Parnaso Filipino: Antología de Poetas del Archipelago Magellanico. Eduardo Martín de la Cámara
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pon tu albo traje, alégrate sin tasa;
ya tenemos los dos, de noche y día,
Un milagro de Dios en nuestra casa!
SOLDADO-POETA
Dios ha puesto en el arco de tus cejas
la excelsitud de un arco-iris santo,
igual que pongo un borbotón de canto
en una lira de cadencias viejas.
En el hondo negror de tus guedejas
la Noche obscura distendió su manto,
esa deidad que sorprendió mi llanto
más de una vez en tus doradas rejas.
Ven, y no tardes más. Dios ha querido
que fueras la paloma que convida
a las ternezas místicas del nido,
y yo, un fuerte soldado apolonida,
que, recogiendo mi pendón caído,
con la espada y laud, te dé la vida.
Julio, 1919.
¡CANTA, POETA!
(A SALVADOR RUEDA, DURANTE SU ESTANCIA EN MANILA) (FRAGMENTO)
Embajador de madre Hispania: alzo la copa
a lo alto del Ensueño por la salud de Europa,
la Europa uncida al yugo del hado militar
bautizada con sangre por aire, tierra y mar,
la Europa que há rencores de hermanos entre hermanos
pero jamás de bardos indios y castellanos,
porque es la onda que corre por la arteria del verso
piélago de armonías que baña el Universo.
La España de hoy es sorda a irrumpir de metralla
ahita de laureles en cesáreas batallas,
no quiere ya ser cuna del Cid y de Pelayo,
de la Armada Invencible, los Tercios, Dos de Mayo,
la que hizo de los pueblos haz de suelo español
en que no se ponía la hipérbola del sol;
ramo de oliva porta en sus divinas manos,
que no quieren teñirse en sangre de cristianos,
consiguiendo el arrullo de la fabla rimada
lo que soñara en vano tiranizar la espada.
Tú, que al partír de Cuba, inclinada la frente,
cojiste tierra, «para besarla eternamente»,
lee en el libro abierto de mi Naturaleza,
donde es panal la vida y otro Dios la belleza,
donde, como en un pórtico de bienaventuranza,
encontrarás a cada aurora una esperanza,
y en la mujer, la flor, el nido y los alcores,
oirás la sinfonía de todos los amores;
el cielo, siempre azul, sin mácula ni daño,
que da eternal cobijo al propio y al extraño;
los árboles ciclopeos que alzan la copa al cielo
y hunden, por defenderse, la raigambre en el suelo,
de corteza tan amplia, que unida la cintura
de tres gigantes de descomunal figura;
el Apo y el Maquiling, el Taal y el Mayón16 de fraguas encendidas como un gran corazón, incensario de fuego hiriente en el altar de la patria, como un eterno luminar, como idea que salta del crisol de tu mente, como el anhelo indígena de ser independiente...
Nota 16: Volcanes filipinos.
Y así, mientras la Europa riñe feroz contienda,
y España es madre que no olvida a su hija ausente,
también como guerrero de acero no humillado
que alegra la vejez mirando en el pasado...
Ese es el pueblo tuyo, que canta diplomacias
del rey Alfonso XIII, flor de las democracias;
que con la unción del reino te entregó el estandarte
tutelar y simbólico de la Paz y del Arte,
para que tu voz fuera en mi indiano solar
el reparto y renuevo de un amor secular,
(el árbol que la entraña de nuestro bosque cría
en cada retoñar acrece su ufanía);
para que tu voz fuera el aviso y proclama
de que el idioma hispano no muere, pues se le ama,
y España es madre que no olvida a su hija ausente
a quien dió sangre e idioma en un rincón de Oriente;
y de que es ley que el vínculo espiritual subsista
por cima del destino, del tiempo y la conquista.
Heraldo de grandezas de la matrona ibérica,
que pulsaste la cítara en la española América,
y envuelto entre los pliegues de su argentino manto
volcaste toda el ánfora de tu lirismo santo,
la flor que aroma, clave que trina, el río en calma,
como en el laberinto de sus dudas el alma,
te brindará su encanto la paz de los cañales,
desatará tu rima bajo espesos mangales,
te pondrás en el cuello un collar de sampagas,
la flor amada de las vírgenes dalagas...
Verás, al fin, un breve Edén en el planeta
que no pudo jamás soñar ningún poeta.
Canta, poeta, canta. Pienso y no es desvarío,
que ha de inmortalizar tu canto al pueblo mío.
Septiembre, 1915.
BLASON
Al ver los oros tenues de tu encaje,
tu lino de eucarística blancura,
quiero curar mi hidalga desventura
encarcelado en la prisión de un traje.
Tal que mis potros es mi amor salvaje;
pero, en mi sed de clásica aventura,
yo deshojo una flor a la hermosura
y la rindo perpetuo vasallaje.
Ya se que afirmas que no sabes cómo
el ciego impulso de mis potros domo;
pero perdona si a mi vez te arguyo,
Que este mi amor es impetuosa fiera
que sólo una mujer domar pudiera
con un mirar celeste como el tuyo.