Crimen, locura y subjetividad. Héctor Gallo

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Crimen, locura y subjetividad - Héctor Gallo


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Sin embargo, para el psicoanálisis, que al referirse a la perversión no se ocupa del individuo sino del sujeto desde el punto de vista pulsional, “la perversión es estructural”, mientras que “la psicopatía es parte de la psicopatología dinámica. La psicopatía es patología del carácter y la perversión una estructura clínica”.28 Anotemos al respecto que, en la clínica psicoanalítica actual, es muy escaso que se haga un diagnóstico de perversión, pues los perversos no van a análisis porque no tienen nada que ir a buscar allí, ya que no carecen del objeto de satisfacción pulsional. Por esto es común que se prefiera hablar en psicoanálisis de “rasgos de perversión” en las estructuras clínicas.

      Acerca de la felicidad de la pulsión

      J. A. no encontraba la felicidad al violar a sus víctimas antes de matarlas, ni las sometía a humillaciones para hacerles sentir su poderío, como sí ocurre con otros criminales seriales, como Julio Pérez Silva, a quien también haremos referencia en este libro, pues J. A. siempre sostuvo que era impotente. El festín sexual de J. A. no era antes del crimen ni en el acto mismo de este, sino después; así que si bien se reconocía homicida no aceptaba, como suele suceder con no pocos criminales seriales, que se le acusara de violador. Como si con esta negativa quisiera dar a entender que se le debe juzgar por aquello que constituye la verdadera alteración fundamental del cuerpo, que es en donde ha radicado su más profunda apuesta, y no por otra cosa.

      No le interesaba el cuerpo de su víctima sino mientras estuviera vivo, pues una vez muerto lo tiraba como un desecho.

      En cuanto a J. A., se presume que acabó con diecisiete mujeres en un periodo de tiempo similar al que se tomó Pérez Silva, pero solo le fueron comprobadas una muerta y otra herida que logró escapar, mientras que a Silva se le comprobaron solo dos casos. J. A. no tenía, como Julio, un libreto tan elaborado, no tenía pareja, como sí la tenía este, de quien, además, su mujer y las hijastras:

      J. A. actuaba en parajes solitarios, en horas favorables, y seleccionaba solo adultas que, como él, provenían de familias humildes. En ambos casos, las víctimas que escaparon con vida del ataque se encargaron de reconocer al agresor.

      Los criminales en serie representan, al lado de la perversión —de ahí que, en sus crímenes, las prácticas caracterizadas como perversas suelan estar presentes—, lo que sería una negativa radical a la renuncia al goce pulsional. Son portadores de un goce que resultó imposible negativizar,


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