El lado oscuro del rock. José Luis Martín
Читать онлайн книгу.tema complicado con demasiadas connotaciones eróticas y en especial homosexuales, que reflejaban las andaduras de un Richard que se había introducido en el ambiente gay de la ciudad y explotado su condición de voyeur compulsivo. Contrataron a la compositora Dorothy LaBostrie para que suavizara un texto que a todas luces sería censurado y a la tercera toma estaba listo; como si hubiera sido el mismo Diablo quien se hubiera introducido en el cuerpo de Richard y hubiera grabado el single.
«Tutti Frutti» se lanzó al #2 de la lista de rhythm & blues del Billboard instantáneamente, el #21 del Billboard Top 100 y traspasó el planeta para aterrizar en el #29 de la lista de singles británicos, vendiendo a las pocas semanas de su edición casi un millón de copias.
Little Richard pasó a ser uno de los pioneros del nuevo sonido, el rock’n’roll, y se sumergió inmediatamente en un mundo de riqueza, excentricismo y despilfarro que no hizo otra cosa que granjearle enemigos. Sus actuaciones eran verdaderas catarsis espirituales donde se alcanzaban estados cercanos al orgasmo y la alucinación. El Consejo de Ciudadanos Blancos de Alabama, entidad de carácter supremacista lo declaró enemigo de la moral blanca americana y lo señaló como la reencarnación de Satanás en la Tierra, pero su principal pecado no era su música, ni siquiera el ser negro ni gay, él, como Chuck Berry y Fats Domino, fueron los primeros en promulgar que a sus conciertos fueran negros y blancos, si bien en un principio segregados y separados, los tres incitaron a sus audiencias a saltarse las prohibiciones y juntarse para bailar.
Si en un principio la homosexualidad de Richard podría ser un alivio para las familias blancas que no temían que el negro pianista fornicara con sus hijas, el libre albedrío promulgado por el músico fue mucho más peligroso. Algunas actuaciones no podían terminar porque jóvenes sin distinción de sexo o color saltaban al escenario para abrazar, besar o tocar al pianista. Richard se mudó a Los Angeles y lo hizo en una zona residencial rica, destinada a los blancos, que se lo tomaron como una ofensa más del malvado titiritero satánico.
Todo duró escasamente dos años, durante los cuales Little Richard llegó a lo más alto que un afroamericano podía llegar en Estados Unidos e Inglaterra, 17 sencillos en el Top 40 de rhythm & blues, varias películas, entró en el paquete de conciertos de Alan Freed como protagonista, Elvis Presley y Bill Haley interpretaron sus temas y el cantante Pat Boone, apoyado por la industria blanca para apropiarse de temas de músicos afroamericanos, grabando y lanzando al estrellato sus canciones de forma edulcorada, grabó una nueva y exitosa versión de «Tutti Frutti».
La profecía divina
El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite terrestre, el Sputnik 1, con el eslogan propagandístico: «Todo el que dude de su realidad puede salir a la calle al atardecer y verlo pasar», y durante tres semanas que duraron las baterías fue cierto y millones de personas vieron pasar por el firmamento una esfera brillante de 58 centímetros de diámetro. Little Richard, ajeno a la carrera espacial de las dos superpotencias, pudo contemplar su paso desde Australia, donde compartía gira con Gene Vincent y Eddie Cochran, tomándose el evento científico como una señal divina, que le incitaba a abandonar la música pagana y la vida de desenfreno que llevaba. Terminó la gira antes de lo previsto y regresó a Estados Unidos para recibir una nueva revelación, su vuelo original se estrelló en el Océano Pacífico, lo que interpretó como una segunda oportunidad que Dios le ofrecía.
Richard renegó del rock’n’roll en un concierto despedida en el teatro Apolo y tras una última sesión de grabación en los estudios de Speciality, abandonó la música para ingresar en el Oakwood College de Alabama a estudiar teología.
Regresó en los años sesenta para fascinar a una nueva generación de músicos como The Beatles, The Rolling Stones o Elton John entre otros. Cada regreso significaba sucumbir a los encantos del infierno, si en los cincuenta fue el sexo el catalizador de todos sus males, en los sesenta estuvo acompañado de alcohol y drogas. Little Richard, que había llegado a expulsar a músicos de su entorno por ir borrachos, y se vanagloriaba de ser un abstemio depravado en el sexo, cedió al influjo del alcohol y la marihuana en los sesenta, se volvió adicto a la cocaína en los setenta y finalmente se tornó heroinómano. Todas esas adicciones se evaporaron por la intervención divina o por el desapego diabólico, según se mire.
Little Richard repudió el rock’n’roll en numerosas ocasiones, llegando a decir: «Estaba dirigido por el poder de la oscuridad. Ese poder del que tanto habéis escuchado hablar y que muchos de vosotros pensáis que no existe. Es el poder del Diablo, es el poder de Satán», durante una época se dedicó a vender el libro llamado Black Heritage Bible, donde destacaba el poder de los personajes negros en el Evangelio. Predicó en los funerales de Wilson Pickett e Ike Turner, a quienes consideraba amigos pero pecadores que no supieron abandonar la música del Diablo: «El rock’n’roll no glorifica a Dios. No puedes estar con Dios y el Diablo al mismo tiempo. Fui uno de los pioneros de esa música y sé de qué están hechos los muros porque yo los construí».
Su lucha interna entre lo bendito y lo maldito ha continuado décadas después de «Tutti Frutti» y su «A wop bop-a-lu a whop bam boo», hasta incluso hay quien piensa que con el tiempo le han pasado factura sus excesos, ofreciendo un giro apocalíptico en 2012 cuando pronosticó: «Dios me habló una noche para avisarme de que el mundo está llegando a su fin. Él vendrá envuelto en fuego y sentado en su trono». Posiblemente ni la humanidad está preparada hoy en día para escuchar sus teorías apocalípticas, por muy divinas que sean, igual que no estaban capacitados para entender que en 1955 se nos presentará como la reencarnación de Satanás y gritando «A wop bop-a-lu a whop bam boo».
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Chuck Berry, el padre del rock and roll
Charles Edward Anderson Berry nació en St. Louis, Misuri, el 18 de octubre de 1926 como cuarto hijo de una familia afroamericana de clase media. Su padre, Henry William Berry era diácono de una iglesia baptista y tenía una buena posición como contratista; su madre Martha Bell era la directora de una escuela pública para afroamericanos y la encargada de la educación de sus hijos, que llegaron a ser seis. La música estaba presente en la casa de los Berry igual que la religión, pero al pequeño Edward sólo le atrajo lo primero y la espiritualidad brillaba por su ausencia, más bien abrazó desde muy pequeño el lado oscuro de la vida, siendo como era un chico muy inteligente se desvió rápidamente de los planes que tenían diseñados sus progenitores.
Su primera actuación la realizó con catorce años, siendo estudiante del Sumner High School, pero con diecisiete años le detuvieron y acusaron de robo de un vehículo y de haber atracado varias tiendas armado con una pistola de pega, por lo que fue condenado a tres años de internamiento en el Intermediate Reformatory for Young Men de Algoa en Jefferson City.
Allí se endureció dedicándose al boxeo al mismo tiempo que formó un cuarteto de canto que llegó a actuar fuera de la institución penitenciaria. Berry salió en libertad el mismo día que cumplía 21 años cambiado por completo, huraño, tacaño, desconfiado y controlador hasta la obsesión. Al poco de gozar de la libertad se casó con Themetta ‘Toddy’ Suggs, en un matrimonio que sobrevivió a su muerte y le aportó cuatro hijos.
Berry tuvo numerosos trabajos de baja calidad debido a sus antecedentes; trabajó durante dos años en una fábrica de automóviles, compaginando su jornada, haciendo de conserje del edificio donde vivía con su familia, que rápidamente creció a trío con la llegada de Darling Ingrid en 1950.
Paralelamente ya como Chuck Berry, comenzó a tocar con numerosas bandas de blues para sacarse un extra adicional, muy marcado por la influencia de T-Bone Walker y Ira Harris. Musicalmente se afianzó como guitarrista del trío de Johnnie Johnson, con el que mantuvo una larga y estrecha colaboración durante décadas, relación que terminó en los tribunales porque Berry le estuvo estafando derechos de autor de la mayoría de las composiciones de los primeros años.
Fue en un viaje a Chicago cuando conoció a Muddy Waters, músico del que interpretaba algunos temas, quien le presentó a Leonard Chess, afanado en encontrar un nuevo sonido que superara el estancamiento del mercado del blues.