Los sellos secretos. Rafael Vidal

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Los sellos secretos - Rafael Vidal


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cada uno es uno mismo. En tu caso solo tú has elegido tu realidad, y en el caso de ellos solo ellos pueden haber elegido. Desde el comienzo mismo del tiempo tú elegiste un camino, y lo elegiste porque ese camino te enseñaría algo de ti, te permitiría conocerte aún más a ti mismo, te permitiría autorrealizarte. Solo que ahora has olvidado que fuiste tú mismo quien realizó esa elección. Has entrado en un profundo sueño. Ahora crees que eres la experiencia en sí que tú mismo has elegido vivir. Pero no me malinterpretes, puesto que hasta ese sueño tú lo has elegido. Ahora estás eligiendo despertar. Y créeme que despertarás.

      —Pero, por qué habría de elegir miseria y dolor cuando, según lo que me dices, puede uno elegir lo que uno quiera —le pregunté al anciano—. Por qué no habría uno de elegir riqueza y prosperidad para disfrutar de la vida.

      —¡Ah! Porque lo que tú llamas disfrutar de la vida es justamente el aferrarte a lo que en verdad no es real, es el aferrarte al sueño del que te hablo, que en lugar de ser la realidad es solo una experiencia de aprendizaje, y que insisto, tú mismo has elegido.

      —Entonces ¿cuál es la realidad? —pregunté un poco aturdido.

      —¡Calma guerrero! Todo a su debido tiempo. Veo que estás haciendo un esfuerzo sincero por seguirme y comprender, pero te sugiero que no hagas esfuerzo alguno. No hace falta que aprendas lo que te estoy diciendo, puesto que en verdad ya lo sabes. No hace falta que compares y relaciones lo que estas escuchando con lo que consideras tu conocimiento presente, puesto que no existe comparación alguna de la Verdad con algo que en realidad no es más que un sueño. Mejor libérate de tu conocimiento y recibe esto que te ofrezco como si fueras un recipiente vacío. No trates de comprender lo que a partir de ahora descubrirás, porque lo que de mí recibas no se puede comprender con la razón sino con el sentimiento.

      »Vamos, entonces, a lo de tu proceso de aprendizaje. En este universo que tú conoces, al menos por ahora, existe solo una fuerza. Los hombres de ciencia se han quemado el cerebro tratando de entender la realidad y de darle forma, y han creado fórmulas y teorías, leyes y principios. Han tratado de darle forma a su universo a través de las fuerzas que han creído descubrir en él. Ellos seguirán haciendo esto hasta que decidan despertar, pero tú debes saber que fuerza solo existe una, así como una sola es la Ley. Los místicos y sabios de este planeta, a falta de palabras para poder expresar la magnitud de esta fuerza única, la han denominado Amor.

      »Pero no confundas el Amor, la fuerza única, la verdad única, con el amor que siente el hombre por la mujer, o la mujer por el hombre. Ni lo confundas con el amor que siente la madre o el padre por sus hijos. Ni lo confundas con el amor que sienten los amigos entre sí. No lo confundas con ningún amor terrenal, puesto que ninguno de ellos es el Amor. El estado de Amor, del Amor Universal, del Amor Verdadero si así prefieres llamarlo, es un estado de Unidad, es un estado de Gozo y Alegría, de Paz y Serenidad. A estos llamaremos de ahora en adelante tus estados esenciales, puesto que el Amor es la esencia misma de la vida.

      —Cuando hablas de Unidad, ¿te refieres a unidad con todos los seres humanos?

      —¡Sí! Y también me refiero a la Unidad con los animales y las plantas, con los insectos y los microbios, con las piedras y las montañas, con la lluvia y los mares, con el viento y la noche, con la luna y los planetas, con las constelaciones y las galaxias, con lo que conoces y con lo que no conoces, porque todo está vivo, y todo surge de la Fuente Única, el Amor. Tú eres parte de ese Amor y con él estás eternamente conectado, y a través de él estás conectado con el resto de la creación. Tu esencia es la misma esencia que la de la montaña ¿recuerdas que tú y la montaña son uno? Tu esencia es la misma que la de los planetas, la tierra, los mares, las selvas, las bestias, y por supuesto que la de los aldeanos que conociste en tu viaje hacia la montaña.

      —¿Quieres decir que esos aldeanos miserables y asustados y yo somos uno?

      —¡Sí y no! Son uno puesto que su esencia y la tuya vienen de la misma fuente, pero cada uno es una manifestación única del Amor.

      —¿Cuál es la fuente?, ¿cuál es el origen?

      —¡Ah! Ahí era a donde yo quería que llegaras, puesto que ahí se encierra la razón misma de tu existencia.

      El Absoluto

      El paseo nos llevó, entre árboles y flores, hasta la base de una cristalina caída de agua que fluía desde una de las pequeñas colinas que rodeaban el jardín. El sol se reflejaba en la tenue llovizna que se formaba en torno a la pequeña cascada, creando un arcoíris de luces y energía que se fundía con el resto de los colores del increíble jardín.

      —El principio de todo es el Absoluto —continuó diciéndome el viejo al tiempo que reiniciaba la marcha—. El Absoluto se manifiesta a través del Amor. El Absoluto no tiene explicación. El Absoluto no puede ser aprehendido. Cuando tratamos de definirlo el Absoluto deja de ser. El Absoluto no puede ser comprendido por la mente como la conoces ahora. El Absoluto es el No Ser, y al no ser, no tiene comienzo ni fin. El Absoluto es eterno, y es infinito, no tiene tiempo ni tiene fronteras puesto que no es, y al no ser no existe nada que lo determine y lo limite.

      »El absoluto solo ha sido, es y será desde antes del tiempo y hasta el fin de los tiempos. El Absoluto es la fuente y el receptáculo de todo lo manifestado y lo no manifestado. Es en verdad el espacio de las potencialidades no manifestadas y de él todo proviene y en él todo está contenido. El Absoluto es infinito, y en su infinidad se conoce a sí mismo a través de sus manifestaciones de sí mismo. El Absoluto se conoce a sí mismo a través de ti.

      —¿El Absoluto es acaso Dios?

      —¡Calma, guerrero! Una vez más te pido invoques tu paciencia. Lo importante primero es que veas tu conexión con el Absoluto, que veas que eres una parte de él que te permite auto-conocerse. Lo importante es que veas que eres una parte importante del Absoluto, puesto que sin ti el Absoluto no puede lograr su autorrealización. Y no es que Él dependa de ti, puesto que el Absoluto solo depende de sí mismo, pero la belleza de todo es que tú eres una parte de Él, y el Absoluto se manifiesta a sí mismo a través de eso que tú conoces como tú. El sueño del ser humano comenzó cuando se olvidó que era parte del Absoluto, que era uno con Él, y se creyó individual y separado del Todo. Esa amnesia de sí mismo a través de ti, y a través de todos los seres vivos, y te recuerdo que todo está vivo, es la que le permite al Absoluto descubrirse y redescubrirse infinitamente, descubrirse y redescubrirse eternamente.

      —¿Yo soy Dios?

      —¿Es acaso la hoja el árbol? Piensa, guerrero, el árbol solo es árbol a través de cada una de sus partes. El árbol es árbol a través de sus raíces, su tronco, sus ramas, sus hojas, sus flores y sus frutos, pero todas en conjunto, todas unidas, todas siendo uno. Una hoja es solo una hoja a menos que sea parte del árbol, lo mismo que una rama o una raíz. La hoja expresa todo el potencial del árbol, pero solo en la medida en que sea parte del árbol. Si la hoja se separa del árbol y se cree un árbol en sí misma, está dormida, está muerta.

      »Solo eres Dios en la medida en la que puedas despertar a la unidad con todo lo creado y lo no creado, en la medida en la que puedas ser Dios con todo y con el Todo. Porque aislado del Todo solo eres una parte de Dios, amnésica de sí misma y soñando a ser tú.

      »Solo eres Dios en la medida en que vuelvas a la Fuente, en la medida en que desaparezca la separación. En ese momento, al darte cuenta de que eres una parte del Absoluto, eres el Absoluto con el resto de la Creación.

      Despertar

      Un par de gorriones se posaron en un arbusto frente a nosotros. El anciano se detuvo de inmediato. Como si se hubiera olvidado de mí el Alto Sacerdote centró toda su atención sobre las dos aves, mientras los gorriones lo miraban como si entendieran la actitud del viejo.

      Finalmente, el anciano soltó una amable carcajada y extendió uno de sus brazos al tiempo que los gorriones dejaban el arbusto para posarse amigablemente sobre su mano. En todo este tiempo el Alto Sacerdote no dejó de mirarlos y sonreír, hasta que finalmente sus amiguitos volvieron a emprender el vuelo y desaparecieron en el soleado cielo del jardín.

      El


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