Derecho internacional: investigación, estudio y enseñanza. Enrique Prieto-Rios

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planeta resulta más prevalente) es ¿cuál sería la mejor forma de ejecutar ese tratado? En el contexto convencional, diríamos que una implementación eficiente es de tal manera. Este tipo de discusiones son convencionales. Ambos precisan respuestas y se espera de nosotros dar respuestas competentes y se refieren a recursos que suelen ser considerados autoritarios por parte de la audiencia a la que queremos llegar.

      Pero hay otro tipo de preguntas, y en nuestros entornos académicos podemos promoverlas; no tienen la intención de producir nuevas interpretaciones o propuestas de política. Esas son cuestiones convencionales, y si bien tenemos que hacerlo, es insuficiente; tenemos que hacer otras cosas. Aquí es donde están mis dos preguntas críticas, que trato de enseñarles a mis estudiantes y que tienen relación con las dos preguntas sobre la interpretación y la implementación.

      La primera pregunta es ¿qué se necesita para creer que el tratado X debería ser interpretado de una manera determinada? Pero ¿qué tipo de pregunta es esta? No es una pregunta cuya respuesta sea una nueva interpretación; en lugar de eso, es una pregunta cuya respuesta tiene que ver con las condiciones en las que se producen las interpretaciones. Es una pregunta que no quiere decir que la Convención de Viena tiene un determinado significado; en lugar de eso, es una pregunta que mira qué tipo de presuposiciones tienen los abogados convencionales cuando creen que el tratado tiene este significado, porque nosotros como abogados competentes sabemos que los tratados pueden interpretarse para que tengan cualquier significado. De hecho, en las instituciones autoritarias, los tratados (que lingüísticamente hablando pueden ser interpretados para tener cualquier significado) son interpretados de tal manera en la que siempre son las mismas personas las que ganan y siempre son las mismas personas las que pierden.

      Volviendo a las diferencias entre las dos preguntas que yo espero que los profesores críticos en las universidades contrasten para promover que los estudiantes comprendan cuál es la diferencia entre ellas, deberíamos hacer como el profesor alemán al mostrar el lado normal y el lado crítico. La ciencia normal (o convencional) se pregunta por el significado del tratado; mientras que la ciencia crítica se pregunta por aquello que se necesita para creer que eso es lo que significa el tratado. De allí que la escuela convencional, que está más orientada hacia las políticas, busque responder cómo implementar efectivamente una convención; mientras que para mí sea más importante responder cuál es la mejor forma de implementarla. En estos casos, el resultado no es una propuesta para el desarrollo de las políticas, el resultado es un análisis de las condiciones desde las cuales las propuestas de políticas son realizadas en las instituciones convencionales.

      Para unir estos dos elementos, comencé diciendo que la enseñanza jurídica es la enseñanza de competencias; es una competencia en el lenguaje (no es como un lenguaje, sino que es la competencia en un lenguaje). La ley es un lenguaje neutral, en el entendido que puede ser utilizado para formular proposiciones legales brillantes o proposiciones legales estúpidas. Como es un lenguaje, es abierto, y por tanto cambia, y para aprovechar tal apertura debemos usar enunciados diferentes a los que se han propuesto hasta el momento y utilizar la gramática para producir nuevos tipos de enunciados. Pero ¿cómo producimos esos nuevos tipos de enunciados? Yo les he hablado sobre la diferencia entre la ciencia convencional y la ciencia crítica. La ciencia convencional termina en la reproducción de material producido nuevamente en múltiples oportunidades. La ciencia crítica mira las condiciones para esta producción, identifica cuáles son los vacíos del lenguaje (que también hemos llamado como la inestabilidad del lenguaje) y permite que el lenguaje cambie.

      Todo esto deja aún abierta la pregunta de si deberíamos hablar este idioma o si sería mejor hablar algún otro idioma. El lenguaje de la economía es usualmente el idioma del poder y las personas que hablan este idioma son consultadas mucho más a menudo por las instituciones autoritarias cuando surge la cuestión de la distribución de los recursos. Cuando hablamos en una facultad de derecho es bastante difícil afirmar que los abogados hemos elegido un lenguaje que es bastante limitado por su naturaleza autoritaria.

      Un buen ejemplo que nos permite apreciar los límites que tiene nuestro lenguaje es el de la feminización de la profesión. Mi padre era juez de la corte de apelaciones, y creo que en ese entonces no tenía ninguna colega. Hoy en día, las cortes se componen también por jueces mujeres y ello nos permite ver cómo el poder social está desplazándose hacia otros lugares.

      Así, podemos rastrear las formas en las que el lenguaje autoritario es creado y cómo su autoridad está siendo removida por otros lenguajes. De pronto, el derecho es el lugar equivocado y si somos revolucionarios, debemos tomar un gran respiro y trasladarnos a la escuela de negocios para después convertirnos en presidentes de grandes petroleras y desde allí utilizar nuestras ideas revolucionarias para hacer la distribución y la toma de decisiones para apoyar a aquellos que nos interesa apoyar.

      Soy consciente de que me habían hecho preguntas más concretas; pero aproveché mi rol de profesor alemán para tratar de promover una serie de ideas sobre el derecho que en mi experiencia he visto son las más útiles para comprender el derecho como una práctica, tanto como una práctica institucional por fuera de la academia como dentro de ella y donde en realidad aún no he encontrado una explicación de qué podríamos hacer mejor que esto.

      Anne Orford: Al principio dije que las universidades son instituciones políticas y son instituciones en las que implementamos modelos de poder. Así que las preguntas sobre la enseñanza son sobre la forma de hacer las cosas, sobre el diálogo, sobre la comunicación y sobre cómo entendemos nuestro papel como profesores.

      Yo quería creer que era buena, que podía ser parte de algo bueno que cambiaría el mundo. Un momento muy importante para mí fue cuando leí y conocí a Beatrice Spivak. Fue muy emocionante cuando vino a Melbourne a participar en un evento del Australian Feminist Law Journal, del cual yo hacía parte del comité editorial. Alguien le preguntó exactamente esa misma pregunta y ella respondió: “Yo enseño en las instituciones educativas de la élite de Estados Unidos. Todos allí quieren pensar que pueden ser buenos; pero yo debo responderles que, pese a que lo siento mucho, por razones estructurales, no pueden serlo. Todo lo que pueden hacer es ejercer su poder de la manera más responsable que puedan pero no pueden ser buenos”. Es muy importante aprender esa lección como una persona blanca que vive en este mundo. Todo lo que podemos hacer es actuar responsablemente.

      Tal vez puedo ahondar un poco más en esta cuestión. Un punto de inflexión para mí fue una conferencia que reunía a diferentes personas del sur en Australia. Diferente a la costumbre, la idea era que por cada profesor de derecho que participara en la conferencia, participara también un profesor indígena. Así, en la conferencia participaron personas de Australia, de Chile, del sur de Estados Unidos de América, de Nueva Zelanda, de Sudáfrica, entre otros países, y cada uno de nosotros tuvo un testigo indígena durante la presentación.

      Lo interesante en esta historia es que en Australia se había instalado una comisión de la verdad para hablar de las generaciones robadas y las preguntas centrales eran acerca de qué significaba comisionar


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