El erotismo y su sombra. Enrique Carpintero

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El erotismo y su sombra - Enrique Carpintero


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salto conceptual enorme ya que si la enfermedad como la consideraban los pueblos antiguos era causada por los dioses y significaba una impureza del alma, el sujeto no tenía acceso a ella ya que era cosa de los dioses, es decir, no podía ser curado por otros, sólo por el perdón de un dios. Pero si la impureza estaba en lo físico; es decir, era cosa de los seres humanos, aquellos que conocieran las leyes de la naturaleza podían curar a los otros.

      Los griegos, de acuerdo con la idea pitagórica, pensaban que la naturaleza se guiaba por leyes, que tenían un orden, una armonía. Así, si conocían las leyes propias de la naturaleza del organismo, la fisiología, cuando un sujeto enfermaba otro podía ayudarlo, acompañar a la naturaleza en el proceso de restitución de la armonía (la salud); cuidar al otro, es decir, hacer medicina. La palabra “medicina” viene del griego “medein” que significa “cuidar a”. Esto permitió entender que la enfermedad y la salud no eran producto de los dioses, sino de los seres humanos.

      La búsqueda de explicación de las enfermedades mentales tuvo el siguiente desarrollo. En los pueblos antiguos aparece como castigo divino; esta es la concepción mágico religiosa. En la Edad Media como posesión diabólica; esta es la época de la Inquisición donde al “falta”, “pecado”. curar a los otros. monstruo humano se lo quemaba en la hoguera o se lo exhibía en las ferias. Los anormales son aquellos que no sólo no entran en las leyes de la sociedad, sino de la naturaleza. El campo de aparición del monstruo es un dominio jurídico y biológico. Lo que hace a un monstruo humano no es sólo la excepción que representa a la forma de la especie (débiles, hermafroditas), sino al problema que plantea en relación a las regularidades jurídicas (matrimonio, bautismo, leyes de sucesión).

      Si realizamos una secuencia en la búsqueda de explicación de las enfermedades mentales en diferentes épocas nos encontramos con la siguiente secuencia:

      1) Como castigo divino (concepción mágico-religiosa)

      2) Como posesión diabólica (Edad Media, época de la inquisición)

      3) Como enfermedad médica (positivismo)

      4) Como alteración de la estructura cerebral (Griensinger, Wernicke, Kleist, etc.)

      5) Como transmisión hereditaria en familias “degeneradas” (Morel- Magnan)

      6) Como resultado de conflictos psíquicos (psicoanálisis)

      7) Como trastorno de la comunicación familiar (Bateson, Psicología sistémica)

      8) Como refugio ante la presión social (Laing y Cooper)

      9) Como trastorno en el procesamiento de la información (Psicología cognitiva)

      10) Como alteración de la bioquímica cerebral (Psiquiatría biológica)

      11) Como alteración de las estructuras neuronales (neurología)

      12) Como manifestación de una alteración genética (medicina genética)

      Llegado a este punto nada mejor que recordar la película Hombre mirando al sudeste. Rantés, el personaje principal, se cree venido de otro planeta y se interna en el manicomio. Una vez en el hospital toma la decisión de decir la verdad y denunciar la forma como son tratados los enfermos en el centro psiquiátrico.

      Rantés enfrenta la “normalidad” del sistema, representada por el hospital, y la supuesta normalidad del psiquiatra que lo atiende. La historia sucede sin saber verdaderamente de dónde viene Rantés. Lo que es evidente es que la supuesta locura del personaje es más lúcida que la normalidad en que se desenvuelve el sistema hospitalario. El final es previsible: el personaje con diagnóstico de delirio de humanidad no resiste al “tratamiento”, y muere dejando la sensación de incertidumbre y de absurdo respecto de lo que nosotros creemos y justificamos como normal. Tomando el ejemplo de Rantés veamos qué ocurre en la actualidad.

      Podemos decir que vivimos en una cultura de la representación donde es más importante lo que representamos para los demás que lo que somos. De esta manera el principio de realidad queda sustituido por la representación de esa realidad que transforma lo real en puro imaginario.

      En este sentido, si el parecer, más que el ser, es lo que habilita ocupar un lugar en la relación con el otro, la orientación más razonable de la vida cotidiana es la comercialización de la propia personalidad. Por ello en la sociedad actual no se han roto las relaciones sociales; por el contrario, las redes sociales se han organizado de tal manera que lo importante es tener algún beneficio determinado por lo que las leyes del mercado establecen. Esto si uno no ha entrado en la categoría de pobre, desocupado o marginado, en cuyo caso se transforman en los nuevos monstruos de la actualidad de nuestra cultura.

      En esta perspectiva la hegemonía de lo que denominamos el neopositivismo psiquiátrico es consecuente con esta cultura de la representación donde el sujeto debe responder a la eficiencia que exigen las leyes del mercado. Hoy la psiquiatría vuelve a afirmar, como en sus


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