Formar-se en Psicología. Varios autores

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Formar-se en Psicología - Varios autores


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era muy organizado para hablar. Por ejemplo, en su materia Psicología General, yo estudié un clásico de la psicología francesa, Daniel Lagache. Leí el texto La unidad de la psicología.9

      J. O.: ¿Por qué lo marcó, que tenía Enzo Azi de particular?

      S. M.: Su discurso, él era muy erudito, conocía a todos los autores, articulaba bien sus ideas y era un individuo abierto, no dogmático. En aquel tiempo estaban los skinnerianos y los antiskinnerianos. Él no pertenecía a ninguno de los grupos, entonces esa fue su ventaja, a eso debió su profundidad y esa fue mi inspiración.

      J. O.: ¿Su profundidad fue lo que lo atrajo a usted?

      S. M.: Sí, sin duda su profundidad y su erudición. Él era casi un filósofo, un hombre con palabra propia; pensaba por sí mismo. Aquí voy a hacer una corta digresión, pues ese contacto con él me hace recordar el primer texto que escribí en mi vida, un pequeño escrito de cuatro páginas que fue publicado en un pequeño periódico de la escuela. Yo tenía nueve años. Eso hace una diferencia, pues usted llega a la escuela con una motivación, para estudiar algo que le genera curiosidad, para leer, y yo ya había leído muchos clásicos de la literatura universal. Estudié cuatro años de latín, desde los once años de edad tenía clases de latín, y leí en latín las fábulas de Esopo y también a Cicerón. ¡Imagínese un individuo de catorce años que lee las Catilinarias, de Cicerón, un texto político! Recuerdo haber discutido en clase de latín sobre autores como Ovidio. Era una locura dar Ovidio, Virgilio, los poetas latinos, Cicerón, a un individuo de trece o catorce años, pero eso era lo que pasaba en la época de mi formación.

      J. O.: ¿Qué efecto tuvo eso sobre usted?

      S. M.: Me abrió la mente para la filosofía, para la reflexión más profunda, para la estética, pues la poesía era estética y yo leía poesía y autores en portugués, como Vieira, un autor que me impactó mucho. Vieira fue un portugués que vivió en Brasil como misionero y escribió sermones. Leer a Vieira era como leer a San Agustín, a Santo Tomás. Entonces es una historia singular, Johnny, porque viene de esa raíz. En ese entonces no existían cursos de posgrado, era una cosa muy difícil. Yo empecé a trabajar en una empresa de aluminio cuando estaba en el tercer año de Facultad. Mi jefe era uno de los psicólogos del trabajo famosos en Brasil y él me pidió que hiciera una investigación para él. Yo la hice. Fue así, poco a poco, como me fui interesando en la escuela y después, gracias a ese jefe, en la vida académica –de reflexión profunda– y en la investigación. Eso me llevó luego a considerar la docencia. Yo hice la validación de tres test para él, test que él creó, y ahí emprendí un buceo en la estadística. Tenía que ir a la biblioteca de la universidad. En aquel tiempo no había nada de redes, nada, poco a poco yo fui articulando la investigación. Otro empleo que tuve inmediatamente después de que concluí la Facultad, el curso de grado, fue en un grupo que era todo de Brasil, pero cuyo origen era una consultora española, Installation Engineering Efficiency. El grupo estaba constituido por gente muy bien formada que pensaba muy alto. Ahí me fui estimulando. En 1972 empezó el curso de posgrado en la PUC en Psicología Social y yo cursé un año de posgrado, de maestría en la Universidad de São Paulo (USP) y en la Pontificia Universidad Católica (PUC), porque no sabía a dónde ir. Para mí fue insoportable una asignatura en la USP que estudiaba el comportamiento verbal a partir del análisis conductual, bajo el modelo estímulo-respuesta. Después de eso abandoné todo en la USP y me quedé en la PUC, donde finalmente hice la maestría.

      J. O.: Su maestría fue en Psicología Social, específicamente.

      S. M: Sí, en Psicología Social, porque no existía una maestría en Psicología del Trabajo. Pero mi directora de tesis, Sylvia Lane –que había sido mi maestra en Psicología Social y en Psicología de la Personalidad– me ayudó mucho. Y ahí fue. Yo tuve profesores en la maestría muy buenos, Karl Cheib, que estuvo en Brasil en el año 73. Yo estudié con él Psicología Social Avanzada, fue un curso profundo; después lo reemplazó un norteamericano, Eduard Connaly, que había trabajado con Bandura. También fue excelente. De ahí en adelante la cosa fue como una bola de nieve…

      J. O.: ¿Cómo llegó usted a la Universidad de São Pablo? ¿Cómo terminó finalmente allí? ¿O usted empezó en la docencia como profesor de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo?

      S. M.: Yo empecé como profesor. Recibí el grado de psicólogo en 1969. En 1967 fue mi primer grado de bachillerato en Psicología, pero en Brasil era obligatorio hacer otro curso para ser psicólogo. Yo lo hice y terminé en 1969. En esa época yo trabajaba en la Olivetti, luego llegué a la empresa de consultoría española, Installation Engineering Efficiency. Yo estaba trabajando allí cuando, en 1973, cuatro años después de ser psicólogo, empecé a dictar clase en la PUC. Al año siguiente hubo una selección oficial para la Getulio Vargas y yo fui admitido, entonces me quedé trabajando en la PUC y en la Getulio Vargas desde 1973.

      J. O.: ¿Hasta hoy?

      S. M.: No hasta hoy, me jubilé hace más de diez años. Trabajé en las dos universidades y me postulé a una beca del British Council para ir a Inglaterra. De 1980 a 1985 estuve haciendo el doctorado en la Universidad de Lancaster. Luego, cuando volví de Inglaterra, un profesor de Psicología del Trabajo de la USP se jubiló y se necesitaba otro. La demanda era grande y me llamaron para reemplazarlo por un periodo de un semestre. Pero allá me quedé.

      J. O.: ¿Y cuánto tiempo trabajó entonces en las tres universidades paralelamente?

      S.M.: Desde 1985 o 1986 hasta el 2005 me quedé en las tres universidades, veinte años. Luego, en 2006, fui a dictar clases a San Diego, Estados Unidos, y cuando regresé no volví más a la PUC. En 2007 fui a dictar clases en el Proyecto Erasmus, en París y Coímbra, y desde ahí no volví más a la Getulio Vargas, me quedé solo en la USP desde 2007, también porque estaba en camino a la jubilación.

      J. O.: Profesor, volvamos un poco al asunto de su doctorado. ¿Cómo recuerda usted ese momento de su formación en Lancaster? ¿Cómo llegó allí? ¿Le interesaba un profesor, le interesaba un área en específico?

      S. M.: Quien me indicó Lancaster fue el British Council. Ellos le dicen a uno que escriba un proyecto, entonces yo escribí uno para hacer el doctorado, lo entregué y ellos buscaron un departamento académico, una universidad que aceptó mi proyecto, y esa fue Lancaster.

      J. O.: ¿Y quién fue su director ahí?

      S. M.: Frank Blacklair. Él aceptó mi proyecto, pero yo no lo conocía. El día que recibí la invitación, yo no sabía quién iba a ser mi director. En aquel tiempo, como no existía internet, entonces yo fui a la biblioteca y encontré su nombre en una revista científica, pero no sabía bien quién era él. Sin embargo, decidí aceptar y esa fue una de las mejores decisiones de mi vida.

      J. O.: ¿Sí? ¿Por qué?

      S. M.: Porque aquel departamento tenía las mejores mentes en psicología crítica del trabajo, Frank Blacklair, Bobby Cooper, Gibson Burrel. En aquel año estaban allá Gareth Morgan, Silvya Shimming, entonces fue como dar a un perro con hambre una libra de carne. La mejor cosa en la vida es ser pagado para estudiar; a mí me pagaban. Yo no tenía nada más que hacer, solo ir al supermercado una vez por semana y ayudarle a mi mujer, que cuidaba los niños. No tenía nada, nada; no existía internet ni nada de eso, hasta 1983. Todo eso empezó en 1984.

      J. O.: ¿Entonces usted estuvo en el doctorado en Inglaterra con su familia, con su esposa y sus hijos?

      S. M.: Sí, la única cosa que hacía entonces era leer. Recuerdo cómo fue de importante esa época. Leí Fenomenología del espíritu de Hegel,10 me tomó cuatro, cinco meses leer ese libro. Leí La condición humana de Hannah Arendt,11 ese libro me tomó un mes. Y así con otros que fui leyendo. No sé qué decir, era como dar a un perro con hambre una libra de carne, de buena calidad. Yo no tenía que hacer nada más que estudiar. Los niños se quedaban en la escuela todo el día, de las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde, y mi mujer cuidaba de ellos. Vivíamos muy bien entonces, escribía cartas, recibía cartas. (Risas).

      J. O.: O sea que a usted le dictaron clase Burrel, Morgan,


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