Presencia y poder. Enric Lladó Micheli

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Presencia y poder - Enric Lladó Micheli


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des cuenta de lo bien que estás hasta que te pones enfermo.

      En definitiva, en el centro físico no hay sensación física. Esta es la forma del silencio en esta dimensión.

      La ausencia de dolor, de cansancio y también de tensión hacen que, a medida que te acercas al centro físico, vayas alcanzando un estado desde el que tienes más recursos para funcionar, en el que eres más fuerte, más capaz de controlar tus reacciones. Es el estado de mayor potencial.

      Como es natural, este estado resulta visible a través de lo que comunica tu corporalidad y por ello los demás lo perciben, influyéndoles, de manera que tu poder personal aumenta todavía más.

      Si, por el contrario, pierdes el centro y empiezas a sentir algún tipo de tensión en el cuerpo, o de cansancio, o incluso de dolor, tu presencia y tu manera de comunicar se verán alteradas inmediatamente. ¿Cómo te sientes, cómo hablas, cómo te relacionas con los demás cuando empiezas a sentir tensión, cansancio o dolor?

      Luis, un brillante empresario, cliente y amigo, un día me enseñó: «Nunca se te ocurra emprender una negociación importante sin haber ido antes al baño». Este «insight» puede parecer gracioso pero, como el propio Luis me mostró, está científicamente comprobado que las ganas de orinar disminuyen nuestra capacidad atencional y el desempeño de nuestras funciones de memoria.4

      Cuando tu cuerpo te envía señales en forma de dolor, cansancio, tensión (o ganas de orinar), te faltan recursos. Esa falta de recursos te descentra y se transmite inevitablemente sin que puedas hacer nada por evitarlo. Por mucho que te esfuerces, se notará. Y cuanto más te esfuerces por tratar de aparentar otra cosa, más se notará que estás haciendo un esfuerzo y que hay una inconsistencia entre lo que pretendes comunicar y lo que comunicas.

      Importancia de las manos

      Tus manos también desempeñan un papel importante en la dimensión física de tu presencia. Tus manos son dos de las herramientas de comunicación más poderosas de las que dispones y es importante que conozcas para qué sirven realmente y cómo ser capaz de generar silencio también con ellas, para poder entonces explotar todo su potencial.

      Te invito a realizar un sencillo experimento. Frota durante medio minuto tus manos con mucha intensidad asegurándote de que ejercen una fuerte presión la una sobre la otra. Cuando hayas terminado, ábrelas con las palmas hacia arriba. Sentirás un cosquilleo que va hacia los dedos; se está disipando a través de ellos la energía que acabas de acumular al frotar.

      Mucho antes de que ese cosquilleo termine, junta la punta de tu dedo pulgar con las de los otros cuatro dedos, como haciendo un círculo o más bien una bola con cada mano. Podrás sentir como el cosquilleo termina: la energía se queda en la mano.

      Vuelve a frotarte las manos de la misma manera y experimenta como al abrirlas y cerrarlas alternativamente se genera y se detiene el cosquilleo cada vez.

      Es una demostración experimental de algo que en la tradición oriental es bien conocido: que las formas circulares retienen la energía y la información, haciéndolas circular internamente, mientras que las formas en punta son como antenas que las emiten y las reciben.

      Los dedos son puntas, y si tenemos en cuenta que tus manos tienen cinco puntas cada una, es decir, diez antenas en total, es evidente que lo que hagas con ellas va a transmitir una importante cantidad de información y de energía. Por ello tus manos juegan un papel crucial en la calidad de tu presencia.

      ¿De qué manera las manos transmiten información? ¿Cuál es el significado de los gestos? Mucha gente cree saber lo que los gestos de las manos significan, pero la mayoría, a menudo incluso profesionales del campo de la comunicación, suele no tenerlo realmente claro. Esto es así porque cuando movemos las manos al hablar, estamos gestionando información. Pero lo hacemos de manera inconsciente, automática, sin saber muy bien por qué.

      En realidad la explicación es sorprendentemente sencilla.

      Imagina que te hablo de una gran sandía que he comprado y mientras, con las manos, hago la forma de una gran bola. O imagina que te explico que yendo por la calle oí un fuerte ruido y mientras te lo explico voy señalando con el pulgar hacia atrás.

      ¿Qué es realmente lo que estoy haciendo con mis manos?

      Pues lo que estoy haciendo con ellas básicamente es interactuar con las imágenes, los sonidos y las sensaciones que experimento en mi interior a medida que te hablo. Los gestos son pura interacción de nuestras manos con una realidad paralela a la realidad exterior: nuestra experiencia mental interior.

      Mientras hablamos, vamos generando en nuestra mente imágenes, sonidos, palabras, incluso sensaciones táctiles, olores y sabores. Nos desplazamos por ellas a medida que recordamos o imaginamos algún suceso. Y lo que hacemos con las manos es interactuar con ellas.

      Cuando te hablo de la sandía, la estoy cogiendo con mis manos. Cuando señalo hacia atrás al hablar del fuerte ruido que oí en la calle, estoy señalando en la dirección del ruido que en ese mismo momento estoy recordando, detrás de mí, al tiempo que me visualizo en la calle.

      Es decir, mientras hablo estoy aquí contigo, pero al mismo tiempo estoy viviendo en mi interior otras realidades paralelas. Con mis manos simplemente interacciono con esas realidades. Es algo parecido a lo que hacía Tom Cruise en la película Minority Report cuando gestionaba una serie de imágenes que flotaban en el aire moviéndolas con sus manos.

      Por ello el empleo de los gestos transmite mucha información: ayuda a nuestro interlocutor a formar en su mente una escena más parecida a la que nosotros estamos imaginando y tratando de comunicar.

      Al igual que en cualquier otra forma de comunicación, tan importante es saber comunicar como saber hacer un profundo silencio.

      Porque la persona que gesticula, gesticula y gesticula sin parar acaba desgastando el poder de sus manos para comunicar. Al final sus manos son eliminadas por nuestra percepción, que las descarta por sobrecarga de información y por falta de relevancia. Se convierten en ruido.

      Nuestra percepción tiende a eliminar todo aquello que se sostiene repetidamente en el tiempo y en el espacio por considerarlo irrelevante. Y presta atención a aquello que cambia. Es por ello que el primer bocado siempre es el más sabroso y el primer beso, el mejor.

      Conseguirás una presencia física poderosa y centrada cuando exhibas un profundo silencio. Tus manos pueden ayudarte a generar este silencio.

      Busca la posición más cómoda para ellas. Si estás de pie, las palmas de las manos pueden estar a los lados, en reposo. Pero también pueden estar apoyándose en los costados, con cierta flexión de los brazos, si por tu complexión física eso te facilita una posición más relajada. Si estás sentado, reposa las palmas sobre las pantorrillas. Si hay una mesa, pon las manos encima, con comodidad.

      Es decir, manos y dedos en profundo reposo, sin tensión alguna. Pon tu atención en la ausencia de sensación. Ella te guiará.

      Interrumpe ese silencio manual solo cuando realmente sea el momento adecuado para dar énfasis y fuerza a tu comunicación. Cuanto más tiempo han estado tus manos en silencio, más impacto tiene cada uno de los gestos que realizas.

      Por otro lado, modera tanto como puedas la amplitud de tus gestos. No por hacer un gesto más amplio vas a impactar más. Al contrario. Las presencias más poderosas que he podido estudiar realizan gestos claros pero poco pronunciados, hay poca intensidad en ellos. Recuerda los gestos que hacen los santos para bendecir. Son inequívocos aunque tienen poca energía, es como si la mano casi estuviera sin tensión.

      Figura 24. Imagen románica que representa a Jesucristo en el gesto de bendecir.

      Es posible, incluso de vez en cuando, hacer algún gesto más pronunciado, pero siempre con muchísima moderación si quieres conservar el poder de tus manos. El empleo de los gestos de manera exagerada y continua es un claro indicador de desequilibrio, de falta de centro. Puede impactar al principio pero rápidamente pierde su fuerza.


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