Comedias de humor. José Ignacio Serralunga
Читать онлайн книгу.ANTONIO: ¿Qué dice, che? No aproveche.
GABRIEL: Disculpe, no es mala leche,
es la costumbre nomás.
¡A ver si atienden acá!
¿Es la familia Mengueche?
GORDA: Discúlpenme la demora,
estaba haciendo mis cosas:
fregaba un jarro de loza,
planchaba cosas de lana
mientras licuaba bananas.
Una es así de hacendosa.
GABRIEL: ¿Qué opina usted de la vida?
MARCO ANTONIO: ¿La mentira y la verdad?
GABRIEL: ¿La muerte y el más allá?
MARCO ANTONIO: ¿El destino de la gente?
GABRIEL: ¿Hay un mundo diferente?
GORDA: ¡Son testigos de Jehová!
¡Ya me vendieron dos biblias
y un Antiguo Testamento!
Me están llenando de cuentos,
me sacaron los ahorros,
ustedes son unos chorros.
GABRIEL: ¿Por qué no espera un momento?
No somos de esa calaña,
no nos atrae su plata.
MARCO ANTONIO: Mírese, como una rata,
en este agujero inmundo.
No hay peor lugar en el mundo.
GABRIEL: ¿Usted está hirviendo batatas?
GORDA: Batata, papa, lentejas,
un repollito, porotos,
pura comida de crotos.
Yo no sé cómo resisto,
ya no me saca ni Cristo
de este lugar tan remoto.
GABRIEL: No pierda las esperanzas.
Si lo que quiere es zafar,
tendría usted que pensar
en cambiar esa actitud.
MARCO ANTONIO: Se le va la juventud
si no empieza a adelgazar.
GORDA: ¿Qué tiene que ver mi peso
con mi actitud negativa?
¿Cómo he de ser positiva
teniendo al lado a mi esposo
que es un ratón, un cargoso
que me da tan mala vida?
Usted no sabe, señor,
cómo me busca camorra.
Me hace hacerle mazamorra
y después me pide un guiso.
MARCO ANTONIO: Qué sabroso, con chorizo
GABRIEL: y pimiento calahorra.
GORDA: Yo dejé de ir al gimnasio.
No hice más abdominales
ni espinales, ni dorsales.
GABRIEL: ¿Así comenzó a engordar?
GORDA: Es que tuve que dejar
hasta la dieta Scardale.
GABRIEL: ¿Y el señor?
GORDA: De pura joda:
Antes de comer, fernet,
y al degustar su brochet
de pollo, ternera y chancho,
y un bife de lomo ancho,
se baja dos cabernet.
MARCO ANTONIO: ¿Y de postre?
GORDA: Lemon pie,
un budín, fresco y batata,
un almendrado, casata,
docenas de pastelitos.
GABRIEL: ¿Son al horno?
GORDA: No, son fritos,
y a mí el hígado me mata.
Por culpa de ese menú
comenzaron las peleas:
Que a mí me sube la urea
y a mí el colesterol malo.
Una vez me molió a palos
porque me escondí una oblea.
MARCO ANTONIO: Pero vea qué bonito,
el señor es un bandido.
Ya nos había engrupido
con el cuento de su esposa.
GABRIEL: Me parece que las cosas
son al revés ¡Qué podrido!
GORDA: A la siesta empieza al lío
porque el tipo, que es muy fino,
ya se tomó cuatro vinos:
Un marsala, un semillón,
un malbec y un sauvignon.
MARCO ANTONIO: ¡Chupa como dos beduinos!
GORDA: Se me le suben los humos,
comienza con los insultos.
Y acá nos somos muy cultos:
Si yo le digo guanaco,
él me contesta en el acto
que le lleve al baño el bulto.
GABRIEL: Esa es una grosería
inadmisible en un guapo.
¡Tratarla a usted como un guapo!
MARCO ANTONIO: Me despierta el bajo instinto
de agarrarlo con el cinto
y darle un par de sopapos.
GABRIEL: El problema es que su esposo
se enamoró como un pibe,
las consecuencias no mide.
MARCO ANTONIO: Y hasta tiene mala fe.
Sin ir más lejos, a usted,
quiere tirarla a un aljibe.
GORDA: Yo ya me lo presentía,
porque de un tiempo a esta parte
se iba de farra los martes
y volvía los domingos.
Y estaba hecho un tilingo,
si hasta leía a Descartes.
Pensar que en sus años mozos
él venía a cortejarme
y era incapaz de dejarme
caminar sola en la noche.
Me llevó hasta a Bariloche,
y ahora quiere matarme.
¿A dónde fueron mis risas,
mis momentos más felices?
Quisiera que alguien me avise
en dónde perdí mis años.
Pienso en el guapo tacaño
y me pican las narices.
Yo querría un día de estos,
si el cielo me lo permite,
como quien goza un confite,