Tiroteo en Miami. Edmundo Mireles
Читать онлайн книгу.a una de las víctimas del atraco.
Al mediodía una furgoneta blindada de Wells Fargo llegó a la tienda de comestibles Winn Dixie en la calle 104 con la autopista South Dixie. Dicha tienda estaba a veinte manzanas del restaurante Steak and Ale que había sido atracado la semana anterior. Las empresas de furgonetas blindadas estaban siendo muy criticadas por todos los atracos que habían sufrido en el sur de Florida. La empresa Wells Fargo estaba tan preocupada que empezó a realizar sus servicios con tres guardias en lugar de dos. También dotaron de chalecos antibalas a los guardias, que portaban encima de sus uniformes para que fuesen bien visibles. Como resultado, los guardias comenzaron a recibir disparos en zonas no protegidas de sus cuerpos, principalmente en la cabeza y las piernas.
Era otro día soleado y luminoso, y el párking del Winn Dixie estaba lleno. Dos guardias salieron del furgón. Uno se colocó de espaldas a la pared del establecimiento y otro, tras recibir una señal de su compañero, entró en la tienda. El guardia colocado contra la pared siguió entonces a su compañero. Invertirían sus posiciones al salir del local.
Al salir, un guardia se colocó de espaldas a la pared mientras el compañero que llevaba el dinero se acercaba al furgón. Entonces alguien gritó: «¡Quieto!». Un solo pistolero con un pasamontañas estaba de pie junto a un vehículo cercano al furgón blindado. Entonces el individuo disparó con una escopeta a uno de los guardias en la pierna izquierda. La víctima cayó al suelo, herida en el muslo por una posta del calibre 12. Entonces estalló el caos en el párking del Winn Dixie.
La cosa se vuelve un poco nebulosa a partir de ese momento porque los testigos se tiraron también al suelo. El guardia apostado contra la pared y el conductor sacaron sus revólveres de seis disparos y dispararon al agresor. Un segundo pistolero apareció de la nada y disparó a los guardias con una pistola del calibre .45. En ese momento una furgoneta grande y vieja de color gris con una mujer al volante se colocó entre los guardias y los atracadores. Varias balas atravesaron el vehículo pero milagrosamente no impactaron en la conductora. El tiroteo cesó tras unos diez o quince segundos durante los que hubo treinta detonaciones de arma de fuego. Los atracadores abandonaron el lugar sin botín alguno.
Tanto guardias como testigos recordaban los hechos de modo algo borroso. Las descripciones que ofrecían de los agresores iban desde un solo atracador de raza negra en un vehículo, a dos sujetos a pie con un solo vehículo de huida, pasando por un tirador solitario que abandonó el lugar en un vehículo ocupado por otros dos sujetos. Hablaron de un vehículo azul claro, un vehículo azul de dos tonos, un vehículo verde oscuro, un vehículo gris, un vehículo amarillo claro y un vehículo blanco. El vehículo tenía dos puertas, o cuatro, y era una ranchera o una furgoneta. Visto lo visto, la cosa podría haber sido peor, pero no fue así. Había agujeros de bala por todas partes y eso que algunas ni siquiera fueron halladas. Afortunadamente, la única persona herida fue el guardia.
Como brigada, llegamos a la conclusión de que los responsables de los atracos del Steak and Ale y del Winn Dixie eran los mismos. Eran salvajes de gatillo fácil. Habían llevado a cabo dos atracos y habían tiroteado dos veces el vecindario. El tiroteo en el restaurante había dejado catorce casquillos de bala y el atraco del Winn Dixie había terminado con dieciocho disparos realizados por los guardias, y al menos doce por los atracadores. Basándonos en las descripciones, parecía que se trataba de dos tipos adiestrados militarmente, probablemente provenientes de la base militar de Homestead, o recientemente licenciados o transferidos.
17 de octubre de 1985
Un furgón blindado Loomis estaba haciendo una recogida y envío de dinero en un restaurante Dalt situado en el número 1165 en North Kendall Drive, en el sur de Miami. El párking estaba lleno, por lo que el furgón aparcó en una callejuela cercana al restaurante para que saliera uno de sus guardias. Tras unos minutos, el guardia comenzó a caminar hasta el furgón, mirando a su alrededor para asegurarse de que no sería objeto de una emboscada. Mientras se acercaba al furgón, vio a dos sujetos que llevaban ropa oscura y máscaras que le esperaban detrás de un contenedor de basura y estaban armados con un fusil de asalto m-16 o un ar-15. Curiosamente, se trataba del mismo guardia que había sido apuntado con un arma durante el atraco del restaurante Steak and Ale semanas antes. El guardia entendió acertadamente que le esperaban para robarle. También dijo que ambos sujetos encajaban con la descripción de los atracadores del restaurante Steak and Ale, así que decidió realizar un ataque preventivo. Sacó su pistola y disparó cuatro veces a los atracadores antes de que estos reaccionasen. Esto asustó a los atracadores e hizo que el conductor solicitase refuerzos. Cuando la policía llegó a la escena no había indicios de crimen alguno, excepto por el testimonio del propio guardia. Nadie más había visto nada, ni siquiera un vehículo a la fuga.
Me disponía a asistir a una audiencia judicial para uno de mis casos y no respondí a esa llamada.
8 de noviembre de 1985
Era un día cualquiera en el Banco Nacional de Florida en el número 14801 de la autopista South Dixie. Durante la mañana, uno de los cajeros para vehículos de la sucursal se quedó sin efectivo. Volvió al edificio principal, a unos cuarenta y cinco metros de distancia, tomó una bolsa de trapo blanca con más de diez mil dólares en efectivo y fue escoltado hasta su puesto por un guardia de seguridad. Justo cuando llegaban a la puerta oyeron a alguien exclamar: «¡Quietos!». El cajero y el vigilante se volvieron, encontrándose con dos individuos vestidos con ropas oscuras que les apuntaban con un m-16 o un ar-15, y un revólver de grandes dimensiones.
El cabecilla le dijo al guardia que no tocase su pistola y que pusiese las manos sobre la cabeza. El vigilante obedeció. El segundo pistolero tomó la bolsa y el arma del guardia. Ordenaron al cajero que abriese la puerta de su puesto de trabajo, pero el cajero tenía tanto miedo que rompió la llave al introducirla en la cerradura. Eso no hizo mucha gracia a los atracadores. El cajero les suplicó que no le disparasen, por lo que le dieron una bofetada y abandonaron el lugar en un sedán negro.
Se dio la casualidad de que había un policía metropolitano fuera de servicio esperando en la cola para sacar dinero del cajero para automóviles que acababa de ser atracado. Oyó los gritos y vio todo lo que ocurría. El policía trató de pasar desapercibido, sacando su revólver y apuntándolo a los atracadores desde el interior de su vehículo. Uno de los sujetos le vio, le apuntó con su rifle y le dijo: «no dispares». El policía dio marcha atrás y se alejó de ellos. Trató de seguir a los atracadores desde una distancia discreta y segura, algo que funcionó solo durante un rato, hasta que los ladrones doblaron una calle y el policía se acercó al vehículo en fuga. Habían parado en mitad de la calle. El pasajero había descendido del vehículo y estaba de pie cerca del maletero, apuntando un fusil de asalto al parabrisas de su perseguidor. El policía entendió la insinuación y abandonó la calle, perdiendo así de vista al vehículo de los atracadores. Desaparecieron, pero el policía pudo aportar información. Sujeto 1: posiblemente un varón blanco, en torno a un metro ochenta de estatura, de unos noventa kilos. Sujeto 2: posiblemente un varón blanco, en torno a un metro ochenta de estatura, de unos cien kilos.
Yo había estado en el condado de Broward siguiendo una pista y no pude atender esa llamada.
Unos noventa minutos después, al mediodía, hubo un atraco en el Professional Savings Bank, en el número 13001 de la autopista South Dixie —a solo dieciocho manzanas del primer atraco. Conducía de vuelta a la oficina cuando recibí la llamada, así que me dirigí a toda velocidad al sur de Miami (de nuevo). Cuando llegué, tuve conocimiento de que dos individuos vestidos con ropa oscura y pasamontañas habían entrado en un banco mientras el cabecilla gritaba: «¡Las manos en alto! ¡Todos al suelo!». Portaban un fusil de asalto de tipo militar y una pistola y amenazaron a todos los presentes. El cabecilla se puso detrás del mostrador mientras su compañero apuntaba a todo el mundo con su fusil.
Entonces el cabecilla agarró a una cajera y le preguntó dónde guardaban las bolsas de Wells Fargo. Por lo visto, habían estado vigilando el banco y vieron cómo los de Wells Fargo acababan de dejar unas bolsas con efectivo. El atracador apuntó a la cajera y le preguntó: «¿Quieres morir, zorra? ¡Te volaré los sesos!».
Entonces arrastró consigo a la aterrada cajera hasta la parte trasera del banco y le dijo que abriese